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El que comienza aquí es un viaje al futuro. Tras la tensión de la campaña, con tanta confrontación de ideas, hipérboles a granel y zancadillas al contrario, le costará creerlo. Pero -ojo, spoiler-, tras las elecciones del 26 de mayo de 2019 sucedió algo ... insólito en la capital vasca: todos los partidos consiguieron ponerse de acuerdo en un inédito pacto transversal para sacar todas sus propuestas adelante. Es el año 2023, en vísperas de unos nuevos comicios y, pasados cuatro años, la mayoría de aquellos grandes proyectos ya están en marcha. Gracias al acuerdo que desde hacía años venía reclamando la sociedad, todas esas promesas de humo se convirtieron en sólidos proyectos de ciudad, contantes y sonantes. Esta es la feliz Arcadia alavesa. Bienvenidos a la 'Vitopía'.
Antes de abordar los grandes proyectos, la nueva Corporación de la concordia empezó por lo esencial: la seguridad y la limpieza. Se convocó una OPE y la plantilla policial se incrementó con 80 nuevos agentes, tal y como prometió el PP. Y lo cierto es que, en cuatro años, las tasas de delincuencia han caído a mínimos históricos. Por supuesto, las calles ahora están impolutas. Con un nuevo contrato de limpieza, Comerón se encargó de pasar el 'Pronto' y Urtaran, el paño por cada rincón de la ciudad, que reluce y brilla como nunca. Ríase usted de las lustrosas baldosas amarillas del Mago de Oz.
Todos los partidos prometían una revolución en la movilidad de la ciudad. Y, en efecto, sucedió. Les costó digerirlo, pero los vecinos de Adurza acabaron encantados de la vida con su tranvía: tan cerca tienen las catenarias de sus ventanas que hay quien aprovecha para tender allí la colada. A Salburua, el metro ligero llegó en 2022 y, por supuesto, el BEI -el implacable vitoriano medio, poco dado a los exotismos, lo ha acabado llamando autobús, a secas- ya funciona desde hace un par de años, siempre puntual, siempre a su hora y el personal aguarda en esas marquesinas de madera que propusieron los de Bildu, que parecen sacadas del catálogo de Ikea. De hecho, a alguien se le ocurrió ir repartiendo una llave Allen a cada vitoriano para que las montaran. Fue bonito aquello. Aunque, tiempo después, hubo algunas que se vinieron abajo. Se ve que faltaba un tornillo.
En cuatro años, Vitoria se ha convertido en una urbe líder en el uso de vehículo eléctrico, que la industria de aquí exporta para todo el mundo gracias a los planes locales que se han impulsado. El personal se ha concienciado y muchos, siguiendo el ejemplo del podemita López Castillo, cambiaron el diésel por un eléctrico. Se ha vivido un auténtico 'e-boom' por estos lares. Y, sin embargo, apenas hay atascos en la superciudad de las supermanzanas. El calmado del tráfico se percibe muy en especial en América Latina, cuyo soterramiento se acaba de inaugurar.
Pero la mayoría de los que hoy vienen a Vitoria desde Bilbao lo hacen en TAV, que -¡milagro!- ha llegado un año antes de lo previsto, sin retrasos, sin sobrecostes y, por supuesto, soterrado. Hubo cierto debate para acordar cómo se aprovechaban esos 90.000 metros cuadrados ganados a las vías del tren. Se llegó a proponer crear huertos urbanos allí encima, pero las raíces de las alcachofas hacían interferencia con las catenarias. La idea no cuajó.
Sí que acabó echando raíces el Museo de la Automoción que planteó el PP y también se inauguró el 1181 que alumbró Bildu en Montehermoso. Hay que reconocer que al principio la gente fue algo escéptica, pero han acabado siendo un éxito. Como en Bilbao con el Guggenheim, aquí se habla del 'efecto 1181'.
Ambos proyectos casi han acabado haciendo sombra al flamante auditorio reciclado de Urtaran, que se consiguió levantar, como por ensalmo, después de que el Gobierno vasco se empezara a rascar el bolsillo para saldar su histórica deuda cultural con la provincia. De pronto, empezaron a venir todas las semanas directores rusos de apellido exótico, que eso siempre da caché. Y hasta el pianista Lang-Lang alabó la acústica del recinto. En su día, cobró un dineral, pero hay que reconocer que el japonés aquel de Lazcoz hizo un buen trabajo: los txistularis de la banda municipal suenan de fábula.
Hace años que se inauguraron el Gasteiz Antzokia y la Emakumeen Etxea, donde lo mismo se programan talleres de artesanía para elaborar copas que conferencias de la filósofa Angela Davis y la Pullitzer Alice Walker. Los socialistas consiguieron que se reformara el Principal y también el Iradier Arena. En un principio, como no se sabía muy bien qué hacer con él, hubo quien planteó crear un 'pipican' indoor para acoger los perretes desterrados del solar Paseo de la Música, pero ahora el otrora mamotreto se ha adaptado para acoger espectáculos de gran formato: el musical 'on ice' de los clásicos de Joselu Anaiak, fue un exitazo. Costó, pero también se dio luz verde a la ampliación de Mendizorroza, con 30.000 asientos, y ya hay quien sueña con acoger partidos de la nueva competición europea que sustituyó a la Champions.
Vivimos ahora en la 'Vitopía' pero hay cosas que nunca cambian. Lo de Goya, por ejemplo. Al final, los unos por los otros, la gasolinera sigue sin barrer. Con el tiempo, las lonas aquellas de los ciervos de Salburua acabaron hechas jirones. Y hubo un arquitecto que, como Tita Cervera en su día, se acabó encadenando a un surtidor. Nadie le hizo caso.
Entre tanto, el precio del alquiler sigue por las nubes. Sin embargo, esos pisitos baratos de 35 metros cuadrados para jóvenes que propuso Maider Etxebarria acabaron siendo un tremendo éxito. Tan bonitos quedaron, tan cucos ellos, que hasta los 'okupas' de Errekaleor se convencieron de que no merecía la pena seguir pasando penurias allí y se hicieron dueños y señores de las repúblicas independientes de sus hogares. Y, por cierto, siguiendo el modelo de Copenhague que tanto le gusta a Larrion, todo aquello se convirtió en una versión vitoriana de Christiania, ese barrio danés hippy, autogestionado. Fue buena idea. Se ha convertido en uno de los principales atractivos de la ciudad: los turistas llegan por miles y el Gasteiztxo (que funciona con energía solar) hace un recorrido turístico entre los murales.
En el centro, el masterplan también cuajó. Abrió la manzana de San Prudencio y aquello le fue tan bien a las franquicias de don Amancio que donó media docena de máquinas de resonancias a Txagorritxu. A los de Podemos sigue sin hacerles demasiada gracia la generosidad del filántropo.
¿Se imagina que la Vitopía fuera realidad? (Suspiro).
Transportes La ciudad es un referente en movilidad eléctrica. Llega el TAV, el BEI y el metro a Salburua
Equipamientos culturales El Principal y el Iradier se han reformado, hay un auditorio y dos museos, pero Goya sigue igual
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