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Fernando López Castillo encarna una de las dos caras nuevas entre los aspirantes a ocupar la Alcaldía. Aparece puntual a la cita, las seis de la tarde de un lunes benigno, tras cumplir el rito de una foto junto a sus competidores en Zaramaga. Un ... barrio al que le gusta llegar paseando desde sus 'dominios'. Porque quien fue el director de la oficina municipal pro-emprendedores de la imagen, reside en 'la otra' Vitoria. O tal vez convenga definirla como la casi primigenia Gasteiz. El hombre que reemplaza a Jorge Hinojal en los tacos de salida de Podemos vive en la calle Barrancal, a metros de la mezquita, y el senderismo urbano con él gira en torno al célebre Pimpollo, el centro cívico Aldabe al que acude para nadar y oír charlas, la entrañable Fuente de los Patos y el final de la Zapa. Anda bastante por la zona, aunque la tienda de comercio justo donde compraba alimentos cerca de casa se ha mudado al entorno de Hegoalde y ese traslado le obliga a coger el coche.
Entra en la tahona donde abunda repostería, «muy rica y a buenos precios», y entabla una de tantas charlas cordiales que gasta con la dependienta portuguesa. Una mujer de sonrisa en los labios y acento de fado. «Que tengas buena tarde, Fernando», le despide mientras la comitiva –candidato, plumilla, fotógrafo y encargados de las cámaras– avanza hacia la puerta cerrada del bar Los Amigos. A la izquierda, entre los rescoldos del sol vespertino que obligan a entornar los ojos, queda el tramo de rampa mecánica, ese ascensor tantas veces inmovilista para lamento de los vecinos y la piedra de un milagro mercadotécnico por encima de una catedral. Escribo de Santa María, claro, y su glorioso lema que proclama la apertura del templo gótico por obras. «A estas zonas no viene nadie a robar porque no hay mucho que llevarse», cuenta el representante del color morado en estos comicios locales. «Yo vivo muy tranquilo por aquí», añade para disociar el elevado índice inmigrante de la delincuencia común. Escrito queda que reside en la calle Barrancal.
Fernando aspira a entrar en la Casa Consistorial por otra puerta a la habitual para él. Es uno de los protagonistas del contrato-relevo, el mismo que le anticipó su jubilación de funcionario municipal. Pero él no entiende el retiro como un modo de ver la vida pasar. Más bien lo toma por la senda de involucrarse en el ámbito público. Eso cuenta a punto de entrar en El Abuelo para compartir unas cañas con quien suscribe este artículo. «A los patriarcas, y lo digo en el sentido de gente con experiencia y edad, se les pedía antes la opinión. Y ahora parece que se les aparta. Y si uno se encuentra bien con 65 años, ¿por qué tiene que dejarlo todo?». Ya dentro del bar, acodados en la barra como mandan los cánones de la tierra, la conversación se adentra por los territorios siempre apasionantes de la sociología. De aquella inmigración interna de los años sesenta a la actual –que él no contempla como el logro completo que debería de suponer– según su discurso.
Para quien encabeza la lista de Podemos falla el prefijo de una palabra común. «Ahora Vitoria también es una ciudad mestiza, pero multicultural y no intercultural. Sí se puede resolver a través del sistema educativo en la siguiente generación. El chaval magrebí o latino que se llama Iker y habla euskera». Abonada la ronda y saludado el hombre que tira del grifo para suministrar cerveza, López Castillo muestra un vivo interés por contar una anécdota de la infancia desde la base de la fuente que coronan arriba unos patos en piedra. Trastadas de críos que tal vez expliquen su tendencia natural al cine. «Ahí mismo –apunta unos metros en diagonal y a la izquierda– comprábamos Celtas o Ideales para fumar. Ojo, con ocho años». Según su experiencia, el vicio más complicado de sacudirse, del que recayó al borde de los treinta y dejó va para unas bodas de plata. «Las tabacaleras usaban el cine para vender el producto. ¿Quién no recuerda a Lauren Bacall y Humphrey Bogart fumando?».
Bien pasadas las siete, cerca ya de las ocho y no sigo porque fotocopiaría la letra de Sabina, se acerca el agur. No sin antes escuchar de su boca ciertas costumbres de la zona y ver otras con la mirada propia. De la concurrida terraza de Los Amigos los fines de semana al poteo, en El Portalón de barra abierta a la calle, «de quienes tienen más poder adquisitivo». Delante de la plaza de Aldabe se junta la población magrebí y el idioma 'oficial' es el árabe.
El candidato de la formación morada, que se impuso a Jorge Hinojal por un puñado interno de votos, compra algo de repostería «muy rica y a muy buen precio» en el obrador que regenta la mujer portuguesa de la sonrisa abierta y el acento de fado a la vuelta del célebre Pimpollo. La conversación es un ejemplo de charla con un cliente. «Que tengas buena tarde, Fernando».
«¿Qué, Fernando, una cañita?». «Vamos». El cierre de Los Amigos por descanso semanal nos conduce a una alternativa igualmente válida. Cae la cerveza en El Abuelo, al final de la Zapa, donde el líder de Podemos para las elecciones municipales del domingo habla de sociología, recuerda la ola migratoria de los sesenta y define la situación actual como «multiculturalidad, no interculturalidad».
López Castillo camina solo poco antes de la despedida. Lo hace en el entorno de la célebre Fuente de los Patos y ahí recuerda que muy cerca de ese lugar fumaba Celtas o Ideales con otros críos porque el cine que tanto le gusta incitaba al consumo de tabaco. Quién no recuerda a Bogart...
–¿Cuántos pueblos tiene Vitoria?
–No lo sé...
–Son 63. Y, ¿cuántos parados hay en la ciudad?
–Creo que es un 9,69 por ciento
–Es algo más, un 11,10
–Depende de quién da la cifra. Sé que llega a los 11.000 aproximadamente y, sobre todo, que entre los jóvenes alcanza el 26,7%.
–En realidad son 15.211 parados.
–Bueno, pero insisto en que la cifra depende de las fuentes...
–Una más concreta y algo más irrebatible. ¿Cuál es el aforo exacto de Mendizorroza?
–Exacto, exacto no lo sé, pero creo que tiene 16.000 asientos y quieren llevarlo a casi 30.000, como en Anoeta.
–Son 19.840. Cambiemos de tercio, ¿quién diseñó 'El Caminante'?
–Sé que le acusaron de que era una copia de Giacometti, pero no, no sé el nombre del autor.
–Si esto fuera un examen, por la referencia cultural tendría un 0,25. La respuesta es Juan José Eguizabal. Hablando de cultura, ¿cuál es el última espectáculo que ha visto en el Principal?
– El estreno de la obra de la cantata de Bingen Mendizabal.
–¿Cuánto diría que cuesta un piso de 75 metros caudrados, tres habitaciones, en Judimendi?
–Puede haber variaciones, pero en ese barrio seguro que piden unos 210.000 euros.
–En realidad, el precio es de 160.000 euros y se ajusta bastante al precio medio del metro cuadrado en la ciudad. ¿Se ha emborrachado alguna vez¿?
–Bueno, sí, alguna vez sí, cuando era joven...
–¿No recuerda su última melopea?
–No. Es que me siento muy mal cuando me emborracho y procuro no hacerlo. Ahora bien, una vez me preguntó mi médico si bebía y le respondí que me gusta beber poco pero bueno.
–¿Tiene coche?
–Es un coche que le compré a mi hermana cuando murió su marido. Me costó 2.000 euros y es un Audi del 92.
–¿Qué modelo?
–Un A4 con 300.000 kilómetros que quiero cambiar por un eléctrico.
– ¿Le han puesto alguna multa?
–Pues sí, porque me pasé la hora del aparcamiento en Bilbao hace tres meses.
– ¿Cuánto le cobraron?
– 30 euros, pero fueron 15 por pronto pago.
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