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Mantuvo con la candidata del PP los rifirrafes más intensos del debate. El candidato del PNV y la popular se lanzaron datos a modo de dardos, se intercambiaron pullas y reproches y hasta refranes. Urtaran mostró un buen manejo de las cámaras al dirigir su ... mirada al espectador en ciertos momentos de su discurso. Tuvo que atender a varios frentes abiertos: PP, EH Bildu y hasta el PSE, con cuya candidata no mostró demasiada sintonía. Contra las críticas a su «inacción», fue contundente al enumerar los logros de su mandato, lo que quizá hizo pasar desapercibidas las propuestas de su partido para la ciudad en los próximos años.
Da la sensación de que Comerón habría preferido un cara a cara con el candidato jeltzale, al que dirigió prácticamente todos sus reproches, que fueron muchos. Fue la más beligerante en el tono, beligerancia que mantuvo de principio a fin del debate, y parecía cómoda en el rifirrafe. Se equivocó al cargar contra el PNV al inicio del minuto final, porque ahí ya no tocaban los reproches sino las propuestas de su partido. También las expuso y se presentó como el único modelo alternativo al gobierno actual, una estrategia que puede resultar efectiva al dirigir hacia ella las miradas de los descontentos con la actual gestión. A la candidata socialista le llamó 'Maider' y 'señor Urtaran' al peneuvista, un desliz.
Centró en el PNV sus críticas y, por tanto, la competencia por el voto. Aunque sus reproches sonaron menos duros porque la candidata de EH Bildu tiene un gesto sonriente, del que no se apeó salvo en algún rifirrafe con el PP. Maneja bien la gestualidad, aunque habla demasiado rápido, lo que hace que su discurso suene un poco atropellado. Buen minuto final, en el tono y en el contenido, con el acierto de empezar mostrándose agradecida por las oportunidades que le había dado la ciudad. Un detalle al margen del discurso, el tintineo de los pendientes, que se escuchaban entrechocar por el micrófono.
El equívoco con las cámaras restó eficacia a su minuto final. En su favor, el tono pausado y claro, sin atropellamientos. Las tres menciones que hizo a Pedro Sánchez y las referencias a Venezuela y Honduras al hablar de la delincuencia alejaron su discurso de la calle. También que leyera demasiado y mirara continuamente hacia abajo, que no devolviera la mirada a sus interlocutores cuando la interpelaban, pareciendo inmune a las críticas, que recibió prácticamente de todos. Incluido del candidato del PNV, con el que fue perdiendo 'feeling' a medida que avanzaba el debate. Excesivamente rígida en el gesto.
Ninguno de los contrincantes quiso plantarle cara directamente con nada, ni él lo hizo con los demás, salvo contadísimos reproches, especialmente dirigidos a la candidata del PP. Con eso se arrogó el papel de 'pacificador' de grupo -«se puede gobernar de forma humilde, sin soberbias»-, pero también le hizo parecer a ratos fuera del debate. Presentó su veteranía como un grado e insistió en las políticas verdes y moradas, con las que obtuvo poco intercambio con el resto de contendientes. En el minuto final mencionó a Pablo Iglesias y, por segunda vez, nos recordó nuestro deber «con el planeta». Lo que distanció un poco el mensaje del vitoriano de a pie.
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