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De ser un paciente, Vitoria sería de esos que están ya cansados de peregrinar por distintas consultas, de que le hagan radiografías, de escuchar posibles diagnósticos a cada cual más tremendista. Las candidatas de todos los partidos se han tirado estas dos últimas semanas de campaña –incluso antes, en esa precampaña eterna que ya ni nos acordamos de cuándo empezó– extendiendo, en bucle, sus recetas entre la homeopatía, el tratamiento milagro y las remotas promesas de grandes terapias experimentales de cirugía urbana invasiva... cuando, quizás, lo que la ciudad precisa sea una buena vacuna de sentido común.
EL CORREO ha reunido a diferentes prescriptores, expertos de distintos campos y muy distintas sensibilidades, para aportar sus ideas con las que estimular a Vitoria. Más que grandes dosis de hormigón y asfalto, hay aquí mucho comprimido de ambición. Sin miedo a posibles efectos secundarios, la alcaldesa que salga esta noche de las urnas bien podrá incorporar a su programa de Gobierno cualquiera de estas píldoras.
Al hablar de edificios sin uso, uno piensa inmediatamente en ese gran joyero que es el Casco Viejo, con todos esos palacios de incalculable valor que languidecen, hartos de que todas y cada una de las corporaciones municipales planteen planes para ellos que jamás terminan de cristalizar. Quizás no sean de orfebrería fina, pero Vitoria tiene en sus polígonos buenas piezas de patrimonio industria cuyo destino parece pasar irremediablemente por la piqueta. El arquitecto Gilen Txintxurreta reta a la nueva Corporación a mirar más allá, a atreverse a pasar de la demolición a la reutilización de estos grandes espacios «fácilmente aprovechables».
Txintxurreta Pone como ejemplo la posible reconversión de las instalaciones de URSSA, en Campo de los Palacios, en un centro que aglutine todos esos servicios de los que el flamante barrio de Goikolarra carece, desde una ludoteca a un espacio para la práctica de actividades deportivas. «Sería muy interesante a nivel comunitario que fuera un proyecto que naciera de la vecindad, que permitiera usos temporales», sostiene el arquitecto, que invita a dirigir la mirada al interesantísimo Can Batlló, en el barrio de Sants de Barcelona. Se trata de un conjunto de antiguas fábricas textiles reconvertidas en un espacio vecinal autogestionado que se ha convertido en un ejemplo internacional de buenas prácticas en la reutilización de espacios en desuso.
Es el responsable de pequeñas proezas como que Ben Sidran, alabado icono internacional del jazz, llegara a oficiar un bolo en un garito de la Cuchi. Pero qué garito. El Dazz es uno de los sitios más especiales de Vitoria. YBeñat Lasagabaster, agitador y programador cultural, es uno de los tipos que más y mejor miman la cultura de base en la ciudad. Y su propuesta pasa precisamente por eso, porque la apuesta por los grandes festivales «que concentran en dos o tres días gran parte del presupuesto municipal» esté acompasada con el apoyo a esa cultura de pequeño formato, de escenarios íntimos, «que trabaja y se esfuerza por mantener programaciones estables durante todo el año».
Lasagabaster está convencido de que «el Casco Viejo es un lugar perfecto para convertirse en un escenario para los vecinos de toda la ciudad». Su proyecto, entre locales que sirven katxis a destajo, es la viva imagen de que público para locales de música en directo, hay. Yque este tipo de negocios pueden funcionar. La implicación de
En 1970 las autoridades ya lo vieron clarísimo. El futuro no pasaba por dar más y más espacio al coche, si no por todo lo contrario. En Groningen, en Países Bajos, decidieron dar prioridad absoluta al peatón y al ciclista a pesar de una feroz oposición de los comerciantes y de algunos vecinos. Sin embargo, el modelo no puede ser más exitoso: en la actualidad, más del 60% de los trayectos se hacen en bicicleta y se considera que la ciudad está a la vanguardia de la movilidad. La presidenta del Colegio de Arquitectos, Jimena Ruiz de Landa está convencida de que el modelo es fácilmente exportable a Vitoria. «Tiene un tamaño similar y también es una ciudad universitaria», apunta. De hecho, Ruiz de Landa conoce muy bien la urbe holandesa y cree que su apuesta por la movilidad explica en buena parte que «se haya convertido en una ciudad viva y vibrante». Justo lo que la capital alavesa necesita.
La arquitecta plantea también tomar buena nota del proyecto sueco 'Street Moves', «que consiste en dar prioridad a peatones y ciclistas y generar espacios de encuentro para crear un lugar tranquilo y seguro donde socializar y apoyar a los negocios locales», una idea que podría 'trasplantarse' en Vitoria en calles «como Manuel Iradier y Florida requieren una intervención urgente con aceras más anchas para aumentar el flujo de peatones».
Seguro que a usted le habrá pasado, que cuando viaja por alguna ciudad europea y se encuentra con una de esas cafeterías estupendas, con una de esas librerías de viejo que invitan a pasar toda la tarde, se pregunta por qué no habrá tiendas así en Vitoria, por qué no podrían funcionar negocios así. Esa es la idea que Elena Entrialgo, propietaria de la laureada perfumería Ibarrondo, se trae siempre en la maleta cuando regresa a casa. Está convencida de que la ciudad debe apostar por «un comercio variado, de trato directo con el cliente, distinto, con personalidad» y que el Ayuntamiento debe «protegerlo y no enorpecerlo, se debe avanzar en la peatonalización, que es clave», destaca la comerciante.
Es consciente de que el Ayuntamiento tiene poco margen de maniobra en las galerías comerciales del centro de Vitoria, en manos privadas. Pero Entrialgo apuesta porque la nueva alcaldesa facilite «la reconversión de espacios como Dendaraba en un espacio con comercio con encanto, con talleres de artistas, que se permita los usos híbridos y que se favorezca la instalación de negocios de jóvenes».
El Economista José Manuel Farto, es uno de los hombres que mejor conocen los resortes de la administración municipal de esta ciudad. Trabajó codo con codo con alcaldes como Cuerda y Patxi Lazcoz. Y buena parte de su cometido fue, precisamente, escudriñar casos de éxito que funcionaban en otras ciudades para tratar de adaptarlos a la realidad vitoriana con rigor. Por eso afirma ser tan sumamente «alérgico a las ocurrencias, de las que en Vitoria acumulamos en los cajones un histórico brutal y que suelen aparecer en las campañas electorales».
Su idea para estimular Vitoria pasa por lanzar un centro para la innovación de la gestión pública. No se trata de un brindis al sol. Tiene tan desarrollado el concepto que hasta tiene nombre: «Tendría que llamarse José Ángel Cuerda, con el que la ciudad tiene una deuda», sostiene. ¿Optimizar la función pública con más función pública? Todo lo contrario. Lejos de tratarse de otro de esos organismos municipales vacíos de contenido, el proyecto que propone el doctor Farto, pasaría por crear un centro que «proveer, bajo demanda, a las instituciones públicas de servicios científicos y tecnológicos» para, desde Vitoria, reinventar el modo en el que trabaja la administración.
Inés Apraiz está convencida de que «los interiores de las manzanas de nuestro centro son una joya a descubrir». La urbanista cree que lejos de ser esa parte trasera de la que sentirse algo avergonzado, que ocultar al visitante, los patios del Ensanche «podrían funcionar como espacios únicos llenos de rincones muy atractivos y originales, incluso seerían un buen reclamo turístico a la hora de atraer visitantes a la ciudad». No es una idea descabellada. Apraiz pone como acertado ejemplo la muy visitada Hackeschen Höfe de Berlín, «que cuenta con un total de ocho espacios independientes que se comunican entre sí y que disponen de acceso desde dos calles diferentes».
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