Centro de Investigación Micaela Portilla. Jesús Andrade

Ese ansiado modelo de ciudad

Tener de todo un poco no hará que Vitoria termine de despegar como ciudad y salga de esa apacible modorra que a ratos exaspera al personal

Iván Igartua

Catedrático de Filología eslava de la UPV/EHU

Jueves, 25 de mayo 2023, 00:42

Hay que reconocer que los lemas de campaña para acceder a la dirección de nuestras instituciones locales no son precisamente un dechado de imaginación ni de virtuosismo publicitario. Tampoco resulta fácil, es cierto, condensar un mensaje -y mucho menos un programa- en dos líneas que ... capten al momento la atención del votante. Pero incluso así, con esas limitaciones, el proyecto político de cada opción consigue deslizarse de forma más o menos velada en los carteles que estos días adornan (es un decir) marquesinas, tranvías y autobuses.

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La elección de la toponimia delata ciertas apetencias, por ejemplo (y cuando hay mando en plaza estas acostumbran a convertirse en realidades). Bildu ha optado por borrar de sus mensajes el nombre románico, demasiado románico, de Vitoria, para dejarlo en el de la aldea que precedió a la fundación de la ciudad, cuyo uso es hoy habitual cuando se habla en euskera, aunque no haya sido así hasta hace muy poco. Es curioso, porque para alcanzar la Alcaldía de Vitoria se necesita en principio eso: una victoria. El PNV tiene pancartas para casi todos los gustos, con la denominación oficial, por un lado, y solo la eusquérica, por otro. Más acordes con la práctica lingüística habitual, PSE-EE y PP han distribuido los componentes del topónimo en las dos versiones de sus lemas. El de Elkarrekin-Podemos es un caso aparte: huyendo de localismos, su fuerza de lo público vale igual aquí que en Venezuela (perdón, iba a decir Bután o Esuatini).

Pero lo esencial, dirá alguien, son las propuestas que contienen los programas de gobierno y las promesas que se van haciendo a lo largo de la campaña (lo de las listas canallescas de Bildu en otros municipios mejor ni mentarlo). Nada que objetar a eso. Es ahí donde uno debe fijarse. Y es también ahí donde uno encuentra proyectos dispares y mucha medida a pie de calle, que es en gran parte lo suyo. No faltan, por cierto, sugerencias razonables e incluso necesarias. La limpieza regular de pintadas que poco tienen que ver con el arte urbano y que suelen ser de un solo signo es, me parece, una de ellas, aunque para ser efectiva tendrá que venir acompañada de otras de carácter disuasorio. Una ciudad que convive sin mayor incomodidad con fachadas y túneles constantemente mancillados da una penosa imagen de no respetarse a sí misma.

Superciudad...

La sensación, no obstante, es que, por encima de reformas varias, mejoras en la red viaria o políticas asistenciales, lo que falta en general es la apuesta por un modelo atractivo y coherente de ciudad que sea a la vez ambicioso y viable, a un tiempo sólido y realista. Somos -o hemos sido- capital verde, núcleo deportivo, ciudad educadora (dentro de una red donde hay muchas) e incluso parece que queremos ser también superciudad europea, que no se sabe muy bien lo que es pero suena campanudo. De todas formas, aunque el pluralismo de por sí esté bien, tener de todo un poco no hará que Vitoria termine de despegar como ciudad y salga de esa apacible modorra que a ratos exaspera al personal.

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El entorno nos lo pone difícil en lo cultural, porque la rivalidad es notable, aunque ello no sea razón para no perseverar. Pero, ya puestos, ¿por qué no apostar en serio por la vía de la investigación y la innovación, que tiene bases suficientes en el territorio (universidad, centros tecnológicos) y un potencial de desarrollo que tal vez solo necesite un impulso mayor por parte de los poderes públicos y la implicación decidida del sector privado? A algunos les ha ido bien.

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