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Las cinco candidatas en un momente del debate Igor Aizpuru
Lo que las candidatas no dicen

Lo que las candidatas no dicen

El lenguaje corporal importa a la hora de encarar un debate electoral. Esta es una breve descripción de los gestos más llamativos de las cinco aspirantes a alcaldesa de Vitoria

Miércoles, 24 de mayo 2023, 13:58

Ainhoa Domaica (PP)

Ha sido desde el minuto cero incisiva, aunque no ha innovado en sus epítetos. Tras sacar a pasear al BEI ya desde el comienzo, ha relajado el gesto y ha cogido carrerilla para salpicar sus intervenciones contra las socias de gobierno –reducidas ambas a un «ustedes»– de sus sustantivos fetiche «caos» e «inseguridad» y sacarse papeles de la carpeta. Hace un gesto con las manos, como el de las andereños que ponen gomets a sus alumnos, y llena esa pizarra imaginaria de pegatinas rojas.

Maider Etxebarria (PSE)

Las cámaras, tras decenas de debates, ya no le imponen y se nota. Es solvente ante un rifirrafe electoral y online en el que sus adversarias están menos bregadas. No puede evitar mover los pies y al principio coge un bolígrafo para intentar tener controladas unas manos que poco a poco se revelan y refuerzan con todo tipo de círculos, piruetas táctiles y tirabuzones su discurso. No pierde la sonrisa cuando acusa a Domaica de «manipular» ni cuando lanza elegantes puyas a Artolazabal. Además de tender la mano pone «afombras rojas».

Beatriz Artolazabal (PNV)

Se ha remangado la americana y así ha acabado un debate en el que se le ha visto por momentos arrebolada. Desde el centro, por ser su lista la más votada en las pasadas elecciones, la candidata del PNV se ha defendido de los ataques a diestra y siniestra. Aunque ha bajado la vista a sus apuntes, no ha abusado. Su tono ha sido más de debate parlamentario, al que está habituada, que de atribulado salón de plenos vitoriano. Seria – «ni me río ni les trato como a tontos»–, se ha puesto el pelo tras las orejas y ha mirado de frente a la cámara el minuto de oro sin dejar de pestañear.

Rocío Vitero (EH Bildu)

La tensión del debate ha hecho que sonría menos de lo que es habitual en ella. Quizá es de las que más ha mirado los papeles, aunque sólo sea de soslayo, pero sin bajarse de esa moto verbal en la que va montada. Habla muy rápido y ha molestado a Artolazabal cuando le ha recordado aquello de vivir con 600 euros. Con las manos hace un gesto quizá sin intención. O sí. Las coloca a la altura de su regazo juntando los dedos pulgares e índices. Vamos, el símbolo de la lucha feminista, pero al revés y a la altura del micrófono.

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