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La pelea vasca de las próximas elecciones europeas del 9 de junio es, en buena medida, la misma que se disputó en las autonómicas del pasado 21 de abril. Aun cuando los partidos plantean una campaña de perfil bajo y sin estridencias y rechazan con ... rotundidad que puedan hacerse lecturas domésticas de los resultados, lo cierto es que, puertas adentro, los comicios a la Eurocámara preocupan porque, con todas las cautelas y salvedades -sobre todo por la baja participación que se augura-, servirán de termómetro y de foto fija del panorama apenas mes y medio después del empate a 27 escaños entre PNV y EH Bildu en los comicios al Parlamento vasco.
¿Se pueden leer las europeas en Euskadi como una segunda vuelta de las autonómicas, del mismo modo que PSOE y PP las han planteado como una revancha del 23-J y un «plebiscito» sobre los liderazgos de Pedro Sánchez y Alberto Núñez Feijóo? Andoni Ortuzar ha hecho votos en público para que no se interpreten así y ha pedido un esfuerzo para salir del «bucle» de desafección que provocan tantas citas electorales encadenadas y para centrar la campaña en reivindicar la fortaleza de las regiones dentro del proyecto europeo frente al auge de la ultraderecha y los populismos. En Bildu también lo tienen claro. «Ni la circunscripción, que es única, ni los temas, son los mismos», zanja un cargo de la coalición soberanista.
Sin embargo, ambos se asoman a las urnas del 9-J con cierto vértigo, por razones diferentes, y convencidos de que el escrutinio es una oportunidad para deshacer las tablas y dirimir el pulso según el número de votos que cada uno reciba en Euskadi. «Si Bildu nos gana, sería la primera vez y nos haría daño», asumen, en privado, los jeltzales, que lograron ser primera fuerza en las autonómicas y frenaron 'in extremis' un 'sorpasso' de la izquierda abertzale que hubiera encerrado una gran carga política y simbólica. Bildu nunca ha ganado en votos al PNV en unas europeas y ahora ve el 9-J como una «oportunidad para consolidar el cambio de ciclo» en Euskadi, como reconoció Arnaldo Otegi este jueves frente a un PNV que se ha conjurado para hablar exclusivamente de Europa. En las últimas, las de 2019, se quedó lejos, a más de 130.000 papeletas, pero tenían 'trampa' porque se celebraron a la vez que las municipales y forales. Los jeltzales arrasaron y la participación en europeas se elevó por encima del 62%.
Las de 2014, con una participación casi veinte puntos menor, resultan más comparables con las del 9-J: entonces, con Bildu gobernando en Gipuzkoa, la distancia fue de unos 30.000 votos y cuatro puntos porcentuales. «A nadie le amarga un dulce», conceden los soberanistas, que se ven en condiciones de disputar la victoria y que sumarán además los votos cosechados en Navarra, donde su sigla es más fuerte que Geroa Bai, la marca adherida a la coalición CEUS que encabeza la jeltzale Oihane Agirregoitia.
En el cómputo total entran en juego otros factores, sobre todo la dimensión de las coaliciones en las que cada uno concurre. Ahora Repúblicas, la marca con la que EH Bildu se presenta a las europeas de la mano de Esquerra y del BNG, representa a la llamada izquierda soberanista y plurinacional y podría sacar entre dos y tres escaños según las encuestas. Pernando Barrena, que ocupa el segundo puesto de la lista tras la republicana Diana Riba, obtendrá con toda probabilidad su escaño.
El vértigo, en el caso de la izquierda abertzale, obedece al momento 'horribilis' en que estas elecciones llegan para el socio principal de la plancha, una Esquerra desnortada y en declive tras su batacazo en las catalanas, tensionada por las divisiones internas y por la decisión envenenada que deben tomar entre ayudar a investir a Salvador Illa, apoyar a Carles Puigdemont o propiciar una repetición electoral.
El vértigo del PNV es, sobre todo, a quedarse a las puertas de que Agirregoitia pueda sentarse en la Eurocámara, una posibilidad contemplada en la encuesta del CIS publicada este jueves, que otorgaba a la coalición un apoyo inferior al 2% y una horquilla de entre 0 y 1 representante pese a que España reparte seis escaños más que hace cinco años. Descartada la tradicional alianza, sostenida hasta 2014, con la antigua Convergència, inviable por la deriva hacia el personalismo de Carles Puigdemont, los jeltzales se han aliado con Coalición Canaria, los socialverdes navarros y un pequeño partido balear -además de «amigos» catalanes como el exlíder del PDeCAT David Bonvehí y gallegos- para intentar revalidar el escaño que deja vacante Izaskun Bilbao.
Pero puertas adentro se admite la posibilidad de perderlo en un momento políticamente complejo, en puertas de que el EBB convoque el proceso de renovación interna que culminará en la novena Asamblea General y con la continuidad de Ortuzar en el aire y los roces internos a flor de piel. «Si no lo sacamos y encima Bildu nos gana...», se ponen, algunos, en lo peor.
Internamente se debatió la posibilidad de hacer coincidir las autonómicas con las europeas para así espolear el voto, aunque se acabó descartando y se optó por abril para no 'españolizar' las europeas y para no 'regalar' apoyos a PSOE y PP en una cita muy polarizada entre ambos.
De hecho, esa es otra de las malas noticias para PNV y Bildu de cara al 9-J. Los socialistas saben que juega a favor de su candidatura en Euskadi el 'factor Sánchez', caras conocidas como la de Idoia Mendia y el planteamiento de 'freno a los ultras' y reconocimiento de Palestina -dos asuntos con fuerte capacidad de enganche en el electorado vasco- con que arrancan la carrera hacia las urnas.
Los populares, que harán campaña intensa con Javier Zarzalejos y Carlos Iturgaiz arropados por Javier de Andrés y por el propio Alberto Núñez Feijóo -que previsiblemente visitará Euskadi el próximo viernes-, insistirán en que son la única alternativa al sanchismo y sus aliados.
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