Entre quienes se sienten concernidos por lo que se dirime en la cita electoral de turno la grey ubicada extramuros del sistema no deja de crecer. Ese fenómeno protagonizado por la extrema derecha amenaza con descomponer los pilares mismos sobre los que se sustenta el ... proyecto de unidad europea desde el final de la Segunda Guerra Mundial. La mala memoria de las sociedades del bienestar omite los horrores del pasado, y les empuja a fíar su suerte otra vez a los mercaderes del rencor.

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Pero no basta con analizar el fenómeno en bucle. Urge dar respuestas a un malestar social que amenaza con desbordarse en muchos países europeos. Y hay que hacerlo antes de que se convierta en riesgo existencial. Hace tiempo que dejaron de funcionar las alertas preelectorales y los diques de contención. Obviar los problemas de fondo y limitarse a ganar tiempo no puede ser ya la receta.

En este contexto, el escandaloso nivel de la abstención muestra un desapego irresponsable. El de quien cree, por ejemplo, que la guerra de Ucrania es una pesadilla lejana o que las actuales cotas de confort social no admiten retrocesos. Y Euskadi no es una excepción en ello. Identificarse con la construcción europea supone sentirse directamente interpelado por la bajísima participación, recurrente por otra parte. No ha habido campaña de esta índole desde la adhesión de 1986 en la que los partidos no hayan voceado lamentándose del desconocimiento ciudadano sobre las instituciones continentales mientras sesteaban a lo largo de cada legislatura en detrimento de la pedagogía.

Más aún, cada vez que han venido mal dadas se ha ido acrisolando la piromántica costumbre de culpar a Bruselas de todas las desdichas, enarbolando un escapismo irresponsable. Pero el proyecto europeo constituye el único horizonte posible en un mundo plenamente global, de gigantes polarizados frente a los que de nada sirve la melancolía por el protagonismo individual perdido.

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En ese contexto, la lectura local de los resultados no admite grandes conclusiones, más allá de las interesadas. El marco de los comicios y la circunscripción única favorecían a los partidos de ámbito estatal que, en consecuencia, han mejorado posiciones frente a las formaciones nacionalistas, aunque sin llegar a imponerse.

EH Bildu ha ganado las elecciones que menos le interesaban. Presentar a Pernando Barrena caracterizado de simpático pacifista no ha penalizado a la izquierda abertzale, lo que da buena muestra de que la amnesia respecto al pasado y a sus propios horrores también afecta a la sociedad vasca.

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El PNV, con una coalición menos vistosa, ha logrado su principal objetivo, el de retener para Oihane Agirregoitia el acta de eurodiputada que dejaba Izaskun Bilbao. Y sigue teniendo en sus manos todos los mimbres para relanzar su proyecto político. En los tiempos que corren, no es, en absoluto, un mal punto de partida.

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