Los últimos de La Naval

111 años. Tres trabajadores repasan la historia y el final del astillero vizcaíno

Domingo, 4 de octubre 2020, 03:13

En sus 111 años de historia, La Naval ha sido un emblema de la potencia industrial vasca, un astillero puntero que construyó el trasatlántico 'Alfonso XIII', trenes de cercanías y los primeros autobuses de la línea Bilbao-Santurtzi. Tras dos años en venta, la falta ... de ofertas para hacerse con la empresa ha puesto esta semana punto final a una trayectoria marcada por la innovación y la reinvención constantes.

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Se convirtió en bastión de las reivindicaciones obreras y los movimientos sindicales en la crisis de finales de los años 70 del pasado siglo. En 2018 entró en un proceso de liquidación que dejó en la calle a 177 trabajadores, la mitad de los cuales fueron recolocados en plantas de Ferrol, Cartagena, Cádiz y Madrid.

  1. Pedro Rodríguez - Jubilado

    «Se enseñaba el oficio y a vivir»

Pedro Rodríguez vivió la época dorada de La Naval, cuando en sus instalaciones se construían seis o siete barcos al mismo tiempo. «Llegó a haber 3.700 trabajadores en el astillero y allí se hacía todo: desde un tornillo a un barco entero». En la década de los 70 del pasado siglo, la ría de Bilbao bullía de actividad industrial y el astillero de Sestao era uno de los máximos exponentes del sector naval en España. Funcionaba además a modo de gran centro formativo. «Se enseñaba el oficio y también a vivir. Era un crisol de culturas. Quien ha trabajado en el astillero se ha enriquecido mucho humanamente. Eran otros valores, otra época...», se duele Rodríguez, al que sus compañeros bautizaron como 'Peter' en su primer día en La Naval. Y así se quedó hasta que se prejubiló en 2006, fecha en la que el astillero pasó a manos privadas. Después de retirarse ha seguido muy de cerca el proceso de liquidación. «Ha sido parte importante de mi existencia y no he podido mirar a otro lado», reconoce.Detrás de la quiebra de La Naval ve una «dejadez de las Administraciones y una mala gestión de la compañía». En 1995, Rodríguez visitó numerosos astilleros europeos y asegura que el de Sestao «podía competir con todos ellos y tenía tecnología que ya quisieran muchos hoy en día...». Por eso no entiende la falta de ofertas para hacerse con la empresa, lo que la aboca a su fin. «Con el potencial que tiene, es incomprensible», resume.

  1. Txetxu Conde - Comerciante

    «El cierre fue muy traumático»

Armar un barco es un proceso que requiere de años de trabajo. «La botadura era el culmen de la satisfacción», destaca Txetxu Conde. Entró a trabajar en La Naval como aprendiz a los 14 años y en 2018 fue uno de los 177 trabajadores que vivieron el cierre del astillero. «Era electricista, pero en la última etapa me tocó hacer de todo». Cuando se anunció el cierre también salió a la calle a protestar con sus compañeros. «El cierre fue muy traumático. La mitad de los trabajadores eligieron ser recolocados en las plantas de Navantia de Ferrol, Cádiz, Cartagena o Madrid». Algunos de ellos trasladaron a toda su familia, otros se resignaron a tener que hacer más de 500 kilómetros cada fin de semana hasta Euskadi para visitarlos. Txetxu, en cambio, aceptó una compensación económica por el despido y abrió un pequeño comercio de bisutería -'Basq lore'- en el Casco viejo bilbaíno. Con todo, aún recuerda los buenos tiempos del astillero, en el que ha trabajado durante más de 30 años. «Era impresionante ver los barcos de 300 metros de largo y meterse en los tanques de los gaseros», recuerda. A lo largo de su historia, «La Naval ha sido una universidad para las empresas vascas y sigue siendo un activo enorme. Es una riqueza que tiras a la basura», apunta Txetxu, que al igual que muchos de sus antiguos colegas ha seguido de cerca y con «mucha decepción» el proceso de liquidación del astillero.

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  1. Rodolfo Fernández - Destinado en Ferrol

    «Peleamos mucho, pero no sirvió de nada»

En La Naval era habitual que el oficio pasara de padres a hijos y eso mismo le ocurrió a Rodolfo Fernández, que con 16 años ya era ayudante de armador. «En aquellos tiempos la Margen Izquierda estaba llena de vida y en las huertas se veía a mucha gente con el buzo de La Naval», explica para ilustrar la importancia de la empresa en la zona.En 37 años de trabajo, Rodolfo ha vivido los cambios tecnológicos y la automatización de la compañía. «Antes de que se privatizara, éramos el astillero más puntero de toda España. Construíamos buques con un gran valor añadido y allí también se hizo la mayor draga del mundo», asegura. Hubo, por supuesto, momentos duros, como un periodo de tres meses en 1995 en los que se sucedieron varios accidentes mortales.Hace dos años, Rodolfo participó en cada una de las reuniones, paros y encierros previos al cierre del astillero. «Peleamos mucho, pero no sirvió de nada. Ya tenían todo decidido. He vivido todo el proceso con rabia. Lo que más me duele es el desinterés de las Administraciones», lamenta. En noviembre del año pasado decidió trasladarse con su mujer y su hijo de 13 años a Ferrol, aunque la mudanza ha quedado en el aire por la crisis sanitaria. «Ahora estoy de baja, pero entre noviembre y diciembre estuve viniendo los fines de semana. Para una familia es insostenible vivir así». La alternativa, el destierro, tampoco es mucho mejor. «Si nos vamos, no volvemos».

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