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Durante el último mes he leído una gran cantidad de opiniones sobre el debate en torno al diésel y creo que, aunque se está vertiendo información objetiva sobre sus ventajas e inconvenientes, la batalla mediática está perdida porque la opinión pública ya lo ha sentenciado ... de forma injusta y acelerada. El resultado es que es un combustible en decadencia. Y a las pruebas me remito: las ventas en España de coches de gasolina superaron en julio de este año al diésel por primera vez en 20 años, situación que ya se había producido en el resto de Europa en el 2017 y que se está agudizando durante este ejercicio.
Se ha instalado en el ánimo del consumidor que el diésel es el enemigo a batir porque contamina más que cualquier otra alternativa, cuando esto tiene muchos matices.
Hay dos aspectos a considerar. En lo que se refiere a las emisiones de CO2, la realidad es que el diésel reduce un 20% las emisiones respecto a los vehículos de gasolina ya que es un combustible más eficiente; es decir, un coche necesita menos carburante para realizar el mismo trayecto. Es cierto que en la cantidad de emisiones de óxidos de nitrógeno (NOx), el segundo aspecto, los motores diésel han sido históricamente peores y más contaminantes. Pero la evolución tecnológica desde 2014 prácticamente ha igualado la situación de ambas alternativas. Por lo tanto el problema se centra en la antigüedad de nuestro parque automovilístico, que es el que provoca una situación de desventaja del diésel.
Pero como decía, la opinión pública no interpreta correctamente esta información y la motivación de compra está distorsionada artificialmente. En España, el diésel está vapuleado en especial por el pecado que cometió una parte del sector del automóvil. Y en estos momentos, fiscalmente castigado por las medidas incluidas en los Presupuestos presentados ante Bruselas, que dicho sea de paso no alcanzo a entender cómo se van a poder implementar en la práctica bajo la premisa de que no afecten a la 'clase trabajadora', pero este es otro tema……….
Estos días se han publicado datos de ajustes en la producción de las plantas españolas de automóviles. Suponen un descenso del 23%, los peores desde 2013. Es cierto que el acumulado del año es positivo, pero no olvidemos que nos jugamos mucho en un sector que supone un 10% del PIB español, que cuenta con 17 plantas de producción de coches y más de mil empresas de componentes, y donde cerca del 40% de los vehículos fabricados hasta el momento son diésel. Para ser justos, hay que decir que los motivos de este ajuste son más amplios que los que afectan al debate del diésel, como el cambio de normativa de homologación de emisiones en vigor desde septiembre con la introducción de nuevos tests, el 'Brexit' y la consecuente menor demanda en UK, y el debilitamiento de mercados como USA y China, que se han sumado al debate y provocado esa ralentización.
Hay que ser consciente de que el futuro camina hacia la disminución de los combustibles fósiles en el mix energético y en concreto en la esfera del transporte, pero no a su desaparición. En esta situación sería conveniente que nuestras instituciones abordasen la movilidad con neutralidad tecnológica, en la que todas las opciones tuvieran cabida siempre y cuando cumplan con los objetivos ambientales perseguidos en el contexto del Acuerdo de París. Como decía el presidente de Gestamp en unas recientes declaraciones, el sector de automoción está en una vertiginosa evolución, que no revolución, donde tendrá que convivir la investigación y búsqueda de eficiencia en los motores tradicionales con la apuesta por las nuevas alternativas de movilidad, entre las que se encuentra el coche eléctrico. Pero esto tardará y por tanto debemos de tener un juicio sereno y con conocimiento de lo que hablamos para no poner en riesgo un tejido industrial necesario en nuestro país y muy relevante a efectos de creación de empleo y aportación a las arcas públicas.
Todos deseamos un mundo más sostenible, lo que es compatible con una información rigurosa y fundamentada de las diferentes alternativas. Los agentes que intervienen en el mercado deben estudiar la 'partitura' para conjugar todos los instrumentos que conviven en la variopinta orquesta energética.
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