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El fallo del Supremo sobre quién debe pagar el impuesto de las hipotecas o el debate sobre el salario mínimo interprofesional, ha vuelto a traer a las portadas de los periódicos el enfrentamiento entre beneficios empresariales y beneficios sociales. No nos hace demasiado ... bien esa imagen, me parece, ni a empresas ni a sociedad.
Es un debate que he recordado estos últimos días, en que en dos foros distintos he visto utilizar una imagen muy similar para referirse a procesos opuestos, uno social y otro empresarial.
La primera imagen la utilizaba Antón Costas, Catedrático de Política Económica de la Universidad de Barcelona y Presidente del Círculo de Economía, que explicaba las «tijeras de la pobreza». La hoja de debajo de la tijera serían los ingresos de los hogares (salarios, prestaciones de paro y otras prestaciones públicas). Si caen los ingresos, la hoja inferior de la tijera se abre. La hoja de arriba son los gastos básicos imprescindibles para una vida digna (vivienda, alimentación, energía, transporte…). Si aumenta el coste de la vida (por ejemplo, el coste de las hipotecas), esa hoja se abre. El espacio que queda entre las dos hojas es el número de hogares pobres. Cuanto más caigan los ingresos y más suban los gastos básicos, más se abre la tijera y mayor es la pobreza.
La segunda imagen la utilizaba un alto ejecutivo de una de las principales empresas del IBEX, y hablaba de las mandíbulas positivas. Las mandíbulas, explicaba, comparan la evolución de los ingresos de la empresa (el margen bruto de una entidad) y los gastos de explotación. Si los ingresos crecen más que los gastos, entonces estas mandíbulas son positivas y la empresa va bien. Y al contrario: si los gastos crecen por encima de los ingresos, las mandíbulas son negativas, y la empresa tendrá problemas.
No pude dejar de fijarme en el paralelismo de las dos imágenes, y en su contradicción. Las empresas buscan incrementar sus ingresos y mantener o bajar sus gastos para garantizar su supervivencia. Así que una parte de su trabajo es subir los precios hasta donde la competencia (o el regulador) lo permita. Y esos precios son, en última instancia, los que pagamos los consumidores finales. Y por la parte de bajar los gastos, se encuentran entre otras partidas la de los salarios. Así que cuando las empresas abren sus mandíbulas, si se despistan, pueden acabar también abriendo las tijeras de la pobreza en la sociedad.
Pero no hay que olvidar que las empresas trabajan para abrir sus «mandíbulas positivas» para que sus accionistas estén contentos y también, esto es importante, para poder seguir pagando las nóminas e impuestos. Así que tampoco es evidente que si las empresas cerrasen sus mandíbulas, las tijeras se fuesen a cerrar… Así que en el equilibrio entre ambas fuerzas está el juego.
Al final, detrás de mandíbulas y tijeras, siempre hay personas tomando decisiones. En ocasiones convencidas de que así funciona este sistema, y que no tenemos otro mejor. En ocasiones resignadas, porque les gustaría que tijeras y mandíbulas sumasen en la misma dirección, en vez de en oposición. En ocasiones, perplejas o cabreadas… Y en los momentos de menos luz, tratando de triturar a la otra parte entre las mandíbulas o las afiladas hojas de la tijera.
El divorcio entre empresa y sociedad no es bueno para ninguna de las dos partes, necesitan trabajar juntas…
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