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iratxe bernal
Jueves, 10 de septiembre 2020
Su solo nombre evoca lujo y algo más. Es también todo el glamour de Audrey Hepburn, que tenía ese no se sabe qué hasta cuando desayunaba trasnochada sacando un croissant de una bolsa de papel. Pero al otro lado del escaparte de Tiffany&Co también ... hay sitio para las vulgares disputas económicas y ahora mismo la firma se ve obligada a afilar sus colmillos para poner en su sitio nada menos que a Louis Vuitton Moët Hennessy (LVMH).
En noviembre del año pasado, el gigante francés del lujo y la joyería de las cajitas azul celeste acordaron una OPA que valoraba cada acción de Tiffany en 135 dólares (15 más que en la oferta inicial) y suponía el desembolso de 16.200 millones de dólares, 14.700 millones de euros aproximadamente. La operación, que debía cerrarse dentro de dos meses, era la mayor firmada hasta la fecha por cualquiera de las dos compañías, y eso que el grupo controlado por el segundo hombre más rico del mundo, Bernard Arnault, es todo un conglomerado de reputados logos empezando por los fundacionales Louis Vuitton, Moët & Chandon y Hennessy: Dom Pérignon, Veuve Clicquot, Celine, Christian Dior, Fendi, Givenchy, Kenzo, Marc Jacobs, Loewe, Guerlain, Bvlgari, Belmond, Acqua di Parma, Sephora…. Y así hasta superar las 75 firmas de bebidas alcohólicas, joyería, moda, cosmética, confitería, cadenas hoteleras, prensa... Una retahíla de marcas que en 2019 generó 7.171 millones de euros, un 13% más que el año anterior.
Añadiendo Tiffany a esa lista reforzaría tanto su presencia en Estados Unidos (donde logra más de un 24% de su facturación) como su negocio joyero (casi una décima parte de su facturación total), que es además uno de los que mayor proyección de crecimiento tiene dentro del sector del lujo. Una estrategia en la que está inmersa desde que en 2011 comprara Bvlgari por 4.700 millones de euros para consolidar su liderazgo mundial por delante de Richemont, el grupo suizo dueño de Cartier, Vacheron Constantin, Piaget, Van Cleef & Arpels o Montblanc.
Pero la pandemia también ha afectado las ventas de las marcas más caras y ahora LVMH duda de la valoración que ella misma hizo sobre el precio y las ventajas de la adquisición. Argumenta que, además de que no le va a dar tiempo «a completar la operación» para noviembre, las autoridades francesas le han pedido que al menos la retrase hasta ver en qué quedan las amenazas de nuevos aranceles sobre productos galos planteadas por el Gobierno de Donald Trump.
Al tiempo que LVMH retiraba su oferta, Tiffany presentaba una demanda ante la justicia estadounidense para obligarla a cumplir. En su opinión, la firma francesa se había comprometido a lograr el visto bueno de las autoridades reguladoras de la competencia en todas jurisdicciones necesarias, algo que una vez vistas las consecuencias económicas de pandemia habría ido retrasando conscientemente para poder echarse atrás si las previsiones globales empeoraban. Además, cree que también ella tenía que haber participado en esas conversaciones con el Gobierno francés acerca del retraso de la operación. El enfrentamiento promete dejar de lado cualquier toque de glamour o elegancia, que al fin y al cabo no es algo de lo que presuman Vanguard, BlackRock o el fondo soberano de Qatar, principales accionistas de las joyería.
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