![Una segunda vida para las centrales de carbón](https://s1.ppllstatics.com/elcorreo/www/multimedia/202001/08/media/cortadas/centraltermica-edp-kjUE-U90116160667058E-1248x770@El%20Correo.jpg)
![Una segunda vida para las centrales de carbón](https://s1.ppllstatics.com/elcorreo/www/multimedia/202001/08/media/cortadas/centraltermica-edp-kjUE-U90116160667058E-1248x770@El%20Correo.jpg)
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El futuro de las centrales térmicas españolas es tan negro como el carbón con el que se alimentan. A partir de junio de este año todas aquellas que no hayan acometido inversiones para reducir el impacto de sus emisiones contaminantes tendrán que cerrar. Teniendo en cuenta que producir electricidad a partir de la hulla ha dejado de ser rentable, la mayoría de ellas prefiere no afrontar esas reformas y las empresas que las gestionan han solicitado su cierre. Por tanto, a partir del verano de este año apenas tres plantas de este tipo seguirán operando en España. EDP es propietaria de dos de ellas: el grupo II de la central de Aboño y el III de la de Soto de Ribera, ambas en Asturias.
Sin embargo, la eléctrica portuguesa tiene planeada una segunda vida para el grupo I de Aboño, con 365,5 megavatios de potencia. Su futuro pasa por producir electricidad, pero a partir de los gases que emite la cercana fábrica de ArcelorMittal, en Gijón. Ambas compañías han suscrito recientemente un acuerdo de largo plazo para valorizar gases siderúrgicos que de otra manera se emitirían a la atmósfera. EDP busca así garantizar la vida del grupo I de Aboño en la era poscarbón.
La compañía eléctrica explica que ha utilizado gases siderúrgicos en los dos grupos de Aboño desde su puesta en funcionamiento. Ahora, este acuerdo «refuerza el compromiso de Arcelor Mittal y EDP con la sociedad asturiana», puesto que permitirá continuar con su actividad industrial en la región «en un marco de transición energética justa, en un entorno en el que, además, la solución para los gases es condición indispensable para garantizar la estabilidad siderúrgica a futuro en Asturias».
Para poder llevar a cabo esta actividad es necesario «adecuar los principales elementos implicados en la combustión, como son los calentadores, quemadores, partes a presión de la caldera, etc.», explican fuentes de la compañía energética. Previamente se ha tenido que haber realizado «un estudio de ingeniería y una reforma relevante de la instalación». Debe darse, además, otra condición, como es «la disponibilidad del combustible. Es decir, que los gases siderúrgicos estén próximos», como es el caso de la central de Aboño.
Según indica EDP, la valorización de gases siderúrgicos «es un claro ejemplo de economía circular, pues en la central se aprovechan los gases excedentarios de los procesos productivos de la acería». Esos gases no pueden liberarse de forma directa a la atmósfera debido a su alto contenido de monóxido de carbono (CO). Lo que se hace es quemarlos, «transformando su composición en otros compuestos sin esa toxicidad», explican fuentes de la compañía.
Esa quema se puede llevar a cabo de dos maneras: en la antorcha de ArcelorMittal, o en la caldera de una central térmica. Esta última modalidad ofrece medios de control de emisiones de dicha combustión para garantizar que no superen los valores límite de emisión. «Y además, la electricidad que se produce con gases de horno alto es electricidad que no tienes que producir con carbón», añaden desde la eléctrica.
Por consiguiente, subrayan en EDP, aprovechar la quema de los gases siderúrgicos en una central térmica «es una mejora ambiental, puesto que supone un mayor control de emisiones y además se reduce en cómputo general los gases de efecto invernadero que se liberarían a la atmósfera en su combustión».
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