En abril, en pleno confinamiento y cuando las consecuencias económicas de la crisis sanitaria ya habían puesto contra las cuerdas a muchas empresas, el Gobierno suspendió temporalmente la obligación de presentar concurso de acreedores que tienen todas las compañías, como muy tarde, dos meses después ... de saber que son insolventes. En noviembre, estableció una ampliación a la moratoria; cualquier negocio puede iniciar voluntariamente el procedimiento concursal cuando lo considere oportuno, pero no tendrá la obligación legal de hacerlo hasta el próximo 14 de marzo. Con esta medida, según la ministra de Asuntos Económicos, Nadia Calviño, el Ejecutivo pretende dar a las empresas y autónomos «más tiempo para cumplir con sus responsabilidades financieras». Pero, cuando una firma está en apuros esperar a que escampe puede que no sea la mejor idea. «La moratoria es un 'patapum p'alante' que agrava la situación de esas empresas», lamenta Unai Olabarrieta, vicepresidente de la Asociación Profesional de Administradores Concursales (ASPAC), quien prevé una «avalancha» de concursos de acreedores cuando finalice la moratoria.
-¿Saben las empresas que se puede acudir al concurso de acreedores antes de lo que exige la ley?
-Muchas pymes son liquidadas por acudir tarde al concurso de acreedores. El 90% de los concursos de acreedores son de pequeñas y medianas empresas y el 40% llega con patrimonio neto negativo. Ya han consumido sus recursos. Es decir, ya habían consumido el capital de los socios y estaban trasladando todo el riesgo a los acreedores desde hacia tiempo. Han recurrido al concurso en última instancia, cuando la ley les obliga, pero esa misma ley permite que se pueda hacer antes. Y ahí, cuando se prevé que se puede llegar a esa situación, es cuando el concurso puede ser una herramienta útil. Si, en cambio se espera a la constatación, lo único que el administrador concursal podrá hacer es comprobar si hay algún bien y si lo hay, venderlo para pagar hasta donde se llegue.
-¿Qué le parece entonces la moratoria establecida por el Gobierno que retrasa la obligación de ir a concursos de acreedores?
-Puede que sea un error necesario, pero es un error que lo único que hace es agravar esa situación. Es un 'patapum p'alante', un ''que vayan aguantando', cuando lo que habría que hacer es justo lo contrario; incentivar que las empresas acudan a un mecanismo que les ofrece herramientas legales para resolver el problema, como llegar a un convenio con tus acreedores para que reduzcan la deuda o cambiar los vencimiento. La moratoria no invita a recurrir el concurso para tratar de encauzar una mala situación sino para certificar la defunción de la empresa. La mayor parte de los concursos de acreedores son de pymes, pero son las grandes compañías las que mejor uso hacen de él precisamente porque saben cuándo tienen que hacerlo.
-¿Qué indicadores o alarmas son las que ya no se pueden obviar y ante las que es aconsejable acudir a un administrador concursal?
-No hay necesidad de ponerse en plan técnico y buscar indicadores. Quien está en el día a día del negocio sabe si las cosas van bien o no. Es algo que se nota hasta en el teléfono. Cualquier empresario sabe a qué se ha comprometido y con qué recursos o previsiones cuenta para hacer frente a esas obligaciones. El problema es que cuando ya se sabe que las cosas van mal se pospone el concurso de acreedores en vez de emplearlo para intentar salir de esa situación.
-Hablar de previsiones después de todo lo que hemos visto en 2020...
-Es cierto, estamos en una realidad que podríamos llamar gaseosa en la que las previsiones a una semana no nos sirven porque de un día para otro puede que tengas que cerrar el negocio por las medidas de prevención sanitaria. Y ya llevamos mucho tiempo sometidos a una incertidumbre brutal. Hace mucho que no estamos hablando de una situación puntual, así que no podemos quedarnos esperando a que la solución venga de fuera o a que todo pase. Llevamos casi un año esperando a que esto pase. Cada quien tiene que ser consciente de la realidad que tiene, de que lo que hay es lo que hay hoy. Esas son las cartas que nos ha tocado jugar. Y si lo que hay hoy son problemas y gastos que debes afrontar con o sin pandemia, los tienes que encarar ya. Los tienes que hacer frente cuando aún puedes de adaptar el modelo de negocio, modificar el plan empresarial para adaptarlo a la realidad o renegociar los compromisos anteriores a la pandemia.
-¿No hay que fiarlo todo a las posibles ayudas que podamos recibir entonces?
-Las medidas que se están dando son cosméticas. Estamos dando préstamos para financiar situaciones de pérdidas y alguien lo tiene que pagar. Estamos condenando nuestros ingresos futuros al pago de unas deudas que asumimos hoy por pérdidas actuales. Esperemos que la situación cambie pronto, pero la realidad nos demuestra que ya llevamos un año con empresas en serias dificultades y funcionando con prórrogas que una tras otra han confiando en que todo cambiaría al cabo de quince días. La necesidad de los expedientes de regulación empleo es clara, pero si una empresa ya ha prorrogado el ERTE tiene que hacer una revisión importante de su plan de negocio, tratar de ponerse por encima de los árboles y de ver el bosque porque si hay que endeudarse hay que hacerlo con cabeza
-Del mismo modo en que no se ve el concurso de acreedores como un recurso para encauzar una mala situación tampoco se ve a los administradores concursales como posibles asesores a los que pedir ayuda en esos momentos.
-No, y es una pena porque no nos dedicamos sólo a liquidar empresas. Además de desarrollar nuestra labor como administradores concursales, trabajamos como abogados y economistas y somos empresarios o autónomos que nos movemos en el día a día de un negocio. Una empresa necesita asesoramiento siempre, no sólo en situaciones de insolvencia.
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