Crece la tensión al mismo ritmo que disminuye la exigua tesorería de algunas empresas que esperan ansiosas el prometido rescate del grupo público Sepi, que ha metido en el congelador los expedientes y paralizado la aprobación de ayudas. Lo que hace tan sólo un ... par de semanas se veía como un mero retraso lleva camino de convertirse en un dolor de cabeza, porque los problemas se acumulan y los rumores están disparados. Entre ellos el que coloca al grupo siderúrgico catalán Celsa -son los propietarios de la empresa vasca Nervacero- al mismo borde del abismo. Bueno, en realidad ya estaba descendiendo en el abismo antes de que se declarase la pandemia y ahora la coyuntura amenaza con llevarle al fondo del mismo.
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Sepi concedió un rescate más que dudoso, rayando en escandaloso, a la aerolínea Plus Ultra, con una inyección de 53 millones de euros. Para ser una compañía que sólo atiende vuelos entre Madrid, Caracas, Quito y Guayaquil, no está nada mal. Considerarlo estratégico es, además, de aurora boreal. En esas estábamos cuando el Gobierno decidió nombrar presidenta de Sepi a Belén Guada que, como es lógico, ha exigido revisar hasta el último detalles de todos los expedientes. Para meter un poco más de presión, una jueza madrileña ha decidido aceptar una denuncia por malversación de caudales públicos por la operación Plus Ultra, que ha colocado en el disparadero al vicepresidente de Sepi, Bartolomé Lora.
Y, de repente, todo el mundo ha comenzado a destilar la idea de que Sepi va a ser a partir de ahora muy exigente en la concesión de las ayudas. El caso de Celsa, que había solicitado inicialmente la inyección de 350 millones de euros para aumentarlo posteriormente a 700 millones, está estos días sobre la mesa. La compañía arrastra una situación delicada desde principios de la década anterior, impactada por la crisis del sector de la construcción al que se dirige buena parte de su producción de acero -su primera reestructuración de deuda se hizo en 2012-y el mercado financiero le ha sacado la tarjeta roja hace tiempo. Su deuda se sitúa en torno a los 2.700 millones de euros y no son pocos los que estiman que considerar que su crisis ha sido provocado por la pandemia es un ejercicio de fe, más cercano a la magia que a la realidad.
Hay nervios, muchos nervios.
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