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El centenar de entregas que ha acumulado esta sección peca un poco de monotemático: todas ellas se refieren a la economía 'muggle', es decir, a las finanzas del mundo no mágico que aparecen habitualmente en todos los diarios del planeta (excepto en 'El Profeta', claro está). Ya iba siendo hora de incluir alguna referencia a la otra economía, la que se impone en cuanto uno toma el tren en el andén nueve y tres cuartos de King's Cross o utiliza alguna otra vía de acceso al mundo mágico. ¿Pero es que acaso existe alguna canción dedicada al uso del dinero en los libros de J.K. Rowling?, se preguntarán algunos, con bastante lógica. Y por supuesto que la hay, al menos una, titulada 'The Economics Of The Wizarding World Don't Make Sense', es decir, 'La economía del mundo mágico no tiene sentido'.
La firman Harry & The Potters, una banda de Massachusetts (Estados Unidos) que lleva ya dieciocho años consagrando su nombre, su obra y su imagen al universo de Harry Potter y compañía. Los hermanos DeGeorge, responsables del proyecto, han publicado temas como 'Voldemort en tu cabeza', 'La ira de Hermione', 'Mi profesor es un hombre lobo', 'El lamento del señor oscuro' o incluso 'Cuando Bellatrix vino por Navidad', porque también hacen villancicos, todo ello a ritmo de punk más o menos bravío. Su análisis de la economía mágica apareció en su disco de 2008 y se centra en una aparente incongruencia del sistema de precios en el callejón Diagon, el lugar donde los aprendices de mago adquieren sus pertrechos antes de emprender el viaje al colegio Hogwarts.
Allí tiene su comercio Garrick Ollivander, considerado el mejor fabricante de varitas del mundo mágico. Como quizá entre los lectores haya personas que no estén familiarizadas con la estructura habitual de una varita, aclararemos aquí que su poder se debe a una sustancia mágica insertada en el interior de la madera. El exigente Ollivander solo utiliza los tres núcleos supremos, a saber: plumas de ave fénix (como, por ejemplo, las varitas que utilizan Harry Poter y el siniestro Voldemort), fibra de corazón de dragón (la de Hermione) y pelo de cola de unicornio (la de Ron). El problema es que Ollivander vende todas sus varitas a siete galeones la unidad, mientras que, en uno de los libros, el profesor Horace Slughorn revela que un pelo de cola de unicornio vale diez galeones.
A Harry & The Potters, esa disparidad en los precios de venta al público les inquieta hasta quitarles el sueño. «Diez galeones por un pelo de unicornio, / siete galeones por una varita nueva, / son tres de pérdida para Ollivander, / ¿cómo puede Ollivander seguir en el negocio?», plantean, con histérica insistencia. Además, también se cuestionan cuál es la viabilidad de un establecimiento tan especializado como el suyo: «Mi varita solo cuesta siete galeones, / eso no parece mucho, / parece una ganga, / ¿cómo puede Ollivander seguir en el negocio? / ¡No hay tantos chicos que compren varitas!».
A lo mejor esa preocupación de Harry & The Potters suena a obsesión de fanáticos que rozan lo patológico, pero la cuestión es que no están solos en ello, ni mucho menos. Los fans del niño mago han dedicado tiempo y esfuerzo a reflexionar sobre esa inconsistencia de que uno de los materiales sea más caro que el producto manufacturado. Algunos lo achacan, simplemente, a la inflación, de la que ni siquiera el mundo mágico está exento, ya que el precio del pelo de cola de unicornio no se conoce hasta bien avanzada ya la colección de libros. Sin embargo, las explicaciones más socorridas entre los 'potterólogos' son dos: quizá Garrick Ollivander, hombre de gran profesionalidad y excelente reputación, se ocupa personalmente de recolectar los pelos de cola de unicornio en lugar de pagar a proveedores, o quizá el Ministerio de la Magia se preste a sufragar parcialmente el coste del artilugio, una herramienta esencial en sus quehaceres. «Las varitas, especialmente las varitas para niños, especial-especialmente las varitas para estudiantes de primer curso en Hogwarts, especial-especial-especialmente las varitas para el salvador mesiánico de toda tu cultura, probablemente están subvencionadas por el Gobierno –analiza un detallado post en el blog Wrocksnob–. Al fin y al cabo, ¿de qué sirve una población de magos si no está educada y armada?».
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