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Durante estas últimas semanas hemos estado entretenidos con un acontecimiento importante para la marcha futura de nuestra economía como es la presentación de los Presupuestos Generales del Estado y la búsqueda de apoyos para su aprobación por parte de nuestro 'súperpresidente'.
El actual Gobierno ... plantea unas Cuentas basadas fundamentalmente en un aumento del gasto social, para lo que se requiere una subida de los impuestos y cargas sociales a empresas e individuos casi de forma generalizada. El aumento de ingresos previsto por el Ejecutivo no asegura que las cifras cuadren, porque se fundamenta en hipótesis de crecimiento económico de nuestro país y del resto del mundo.
Debemos tener en cuenta que nuestra actividad está abierta al mundo y depende de la evolución del mismo para conseguir la citada cifra de crecimiento. De hecho, distintas entidades internacionales como el FMI, la OCDE e incluso la Comisión Europea dudan de su cumplimiento y las tildan de optimistas en el ingreso, a la vez que demandan más reformas estructurales que afecten al gasto.
Podríamos debatir sobre muchos de los temas recogidos en el planteamiento presupuestario, pero lo que más sorprende es la asimetría inicial frente a las medidas que están llevando a cabo otros gobiernos. Así, mientras USA adopta una rebaja tributaria para dinamizar su economía el pasado año con muy buenos resultados, y China paradójicamente acaba de anunciar medidas en esta línea la última semana ante la ralentización económica que está sufriendo, las recetas que pretenden aplicar nuestros mandatarios económicos son exactamente las contrarias.
No sé a usted, pero a mí me da que pensar más allá de lo que dice la teoría económica y decantarme no precisamente a favor de las tesis de nuestros responsables locales.
Otro aspecto que también suena preocupante es nuestra elevada dependencia exterior. Me refiero a la posición española de deuda externa sobre el PIB, que sobrepasa los dos billones de euros y alcanza el 167% del Producto Interior a cierre del tercer trimestre del 2018, y que subraya nuestra vulnerabilidad. Los Presupuestos presentados, nuevamente, no abordan una mejora de este desequilibrio y, además, nos obligan más que nunca a trabajar en la credibilidad externa de nuestro país.
Necesitamos en primer lugar ser 'atractivos' para seguir financiándonos y además hacerlo a unos tipos bajos con una prima de riesgo que se mantenga en los niveles actuales, cercanos a los 110 puntos básicos. Si perdemos la confianza de los mercados, encareceríamos nuestra deuda directamente tal y como les ha pasado a los italianos.
Por último, me disgusta la forma en la que el Gobierno busca apoyos para la aprobación presupuestaria en Cortes. No discute apenas sobre su bondad ni sobre su eficacia. Y ni siquiera se desgasta en convencer sobre su capacidad de cumplimiento, que parece que es lo de menos. El procedimiento con sus interlocutores recuerda más a una visita a Marrakech que a una negociación económica ortodoxa.
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