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Toda convivencia se mantiene sobre pactos. Estos pactos pueden ser explícitos o también implícitos: conocidos y respetados por la mayoría, pero sin necesidad de que queden recogidos en ningún código.
Claro que los tiempos y las coyunturas van cambiando, y es preciso revisar los pactos. ... Un ejemplo muy sencillo es una familia, en la que los hijos van creciendo. Los pactos entre el padre y la madre son los que se aplican al principio, aunque a medida que los hijos crecen es preciso también incorporarles a los acuerdos, y así lo hacemos, de manera natural.
En el conjunto de la sociedad es parecido, aunque se mueve en plazos más largos. Lo que llamamos «estado del bienestar» es un pacto que se fragua a mediados del siglo XX entre diferentes corrientes ideológicas, que acaban acordando que el capitalismo puede ser una opción viable para generar prosperidad en los países desarrollados, siempre que exista una red que proteja a las personas de sus excesos, y garantice mecanismos de redistribución (educación, sanidad, empleo, pensiones…)
Es un pacto que debemos celebrar, ha funcionado razonablemente bien durante muchas décadas, y se ha ido mejorando en el tiempo… Igual que debemos apreciarlo, es importante que estemos dispuestos a cambiarlo, si queremos seguir encontrando espacios amplios de convivencia…
Porque la demografía (jubilación de la generación «baby boom»), la globalización y la irrupción de nuevas tecnologías están tensando las cuerdas que sostienen esa red. En esencia, los números siguen saliendo para una minoría, pero para una mayoría empiezan a complicarse. Lo llamamos desigualdad, y ha pasado antes muchas veces…
Procuramos ir poniendo parches sobre los antiguos pactos, pero se nos van quedando pequeños, vemos que no son suficientes (léase fiscalidad, salario o pensión mínima, etc…). Los liderazgos formales se van desgastando y, precisamente porque están construidos sobre los antiguos pactos, son perfectamente incapaces de pensar o proponer los nuevos. Su mérito es estirar los viejos, hasta que nazcan los nuevos… Un papel nada agradecido, por cierto, pero indispensable…
Estamos necesitados de nuevos pactos. Ciudadanos, empresas, administraciones públicas y ONGs tienen que revisar las cláusulas antiguas, y adaptarlas a un mundo, que además de ser diferente, sea mejor.
Las malas noticias es que estos procesos de emergencia de nuevos liderazgos y nuevos pactos suelen ser muy revueltos. Las buenas noticias, es que la Historia nos enseña que acaban siempre en nuevos acuerdos, que mejoran la convivencia y la calidad de vida de las personas.
Te quedan dos opciones: preparar palomitas con el microondas y sentarte en el sillón para ver esta película y esperar el final feliz o arremangarte, y decidir que vas a ser uno de los protagonistas.
Si yo fuera joven, no dudaría cuál de los dos sitios es el más divertido…
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