CARLOS BENITO
Domingo, 30 de diciembre 2018, 01:00
Pocas músicas arrastran tantos tópicos como el tango, vinculado por costumbre a expresiones de amor apasionado o a nostalgias igualmente arrebatadas. Pero existe también un tango social, reivindicativo, politizado, que a menudo pasa desapercibido, oculto tras el eterno cliché: es el tango como «libro de ... quejas del arrabal», según la frase que se suele atribuir a Osvaldo Pugliese. Entre los autores que insuflaron inquietudes al género destaca Celedonio Flores, un poeta exboxeador y bohemio que supo destilar las posibilidades expresivas del lunfardo, el argot popular de Buenos Aires. Suyos son, por ejemplo, aquel 'Margot' que en España popularizó el grupo Malevaje («se te embroca desde lejos, pelandruna abacanada...») o el 'Mano a mano' que inmortalizó Carlos Gardel («rechiflao en mi tristeza, te evoco y veo que has sido en mi pobre vida paria sólo una buena mujer»).
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Y suya es también la letra de 'Pan', un tema de 1932 con música de Eduardo Pereyra que refleja la dramática situación de las clases populares en aquella época posterior al crack del 29. La crisis golpeó de manera particularmente despiadada a Argentina, que en las primeras décadas del siglo XX se había ubicado entre los países más prósperos del mundo: el comercio exterior se redujo de manera brusca, bajaron los sueldos, creció el paro, se disparó la tensión social y se produjo el golpe militar de 1930, que trajo 'innovaciones' como el uso de la picana eléctrica para torturar a los opositores. En Argentina conocen este periodo de negro recuerdo como la Década Infame.
El protagonista de 'Pan' es un hombre que sufre en sus carnes las consecuencias de esa escasez. La primera estrofa nos lo presenta en la cárcel, insomne, esperando una sentencia que va a condenarle «por haber robado un cacho de pan». Y, a continuación, Celedonio Flores nos traslada en un 'flashback' al hogar de este desgraciado: «Sus pibes no lloran por llorar, /ni piden masitas [pastitas], ni chiches [juguetes], ni dulces, señor. / Sus hijos se mueren de frío / y lloran hambrientos de pan. / La abuela se queja de dolor, / doliente reproche que hiere su hombría. / También su mujer, escuálida y flaca, / con una mirada toda la tragedia le ha dado a entender». La desesperanza se apodera de nuestro hombre, que examina sus posibilidades: «¿Trabajar? ¿Adónde? Extender la mano / pidiendo al que pasa limosna, ¿por qué? / Recibir la afrenta de un 'perdone, hermano' / él, que es fuerte y tiene valor y altivez». Al final, opta por el robo («si Jesús no ayuda, que ayude Satán») pero, sin costumbre ni vocación, acaba en manos de la Policía.
Escuchemos 'Pan' en la voz de Carlos Gardel, un hombre vinculado tradicionalmente a la ideología conservadora, pero que jamás eludió en su repertorio la miseria cotidiana de los conventillos: «Siento devoción por el tango -dijo en una ocasión-. Creo en él siempre que se den argumentos reales».
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