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Comenzamos la cuarta semana confinados en casa tratando de superar una pandemia que se ha extendido como la pólvora en todo el mundo. Una situación sin precedentes cuyo impacto humano es devastador y está fuera de toda duda que es lo primero que hay que ... solucionar. Y en eso estamos.
Pero existe otra realidad, que es la económica, cuyos primeros efectos los empezamos a vislumbrar cuando ponemos cifras a los compromisos que nuestros gobernantes van asumiendo para atajar la crisis, compromisos sanitarios, laborales y una larga lista de necesidades sociales.La factura económica va a ser enorme. Y esta factura necesariamente se va a pagar con emisión de deuda por parte de todos los país afectados.
Esa deuda deberá de ser adquirida por inversores que exigirán una remuneración por la financiación de la misma. Y es aquí donde comienza la evaluación del riesgo de cada país emisor, cuyo nivel siempre estará en relación con su solvencia o capacidad de pago. Pues bien, el punto de partida de todos los países no es el mismo.
Vamos con algunos datos. La deuda global en el mundo antes de la crisis del Covid-19, según estimaciones de la patronal bancaria mundial asciende a 253 billones de dólares, lo que supone el 322 por ciento del PIB global o 240 veces el PIB de España. Una cifra que asusta y cuya cantidad es tan grande que por lo impagable que resulta puede que hasta preocupe menos. Por grandes zonas geográficas la deuda sobre PIB de Estados Unidos representa el 100 % , en el caso de Japón supone el 230 por ciento y únicamente en China se alcanza una cifra más moderada del 50 por ciento. En el caso de la Unión Europea en su conjunto la tasa sería aproximadamente del 79 por ciento. Ahora bien, en Europa los países del sur estamos en una situación mucho más crítica que los del norte.
Por tanto, ante un panorama de necesidad de movilización masiva de recursos los países menos endeudados dentro de Europa, como es el caso de Alemania y Holanda, entienden que existirá una competencia importante por captar esos recursos. Y por tanto se encarecerá el precio si el conjunto es más vulnerable que las individualidades.
Podemos calificar su postura con los adjetivos negativos que deseemos pero tienen argumentos sólidos que la sustentan. No obstante, necesitamos de su apoyo, así que más nos vale ser pragmáticos y aprender el arte de la diplomacia porque ese es el único camino para avanzar. Si nos empeñamos en mantener un pulso será difícil convencer a nuestros socio. Ayer la ministra Calviño, en la reunión del Eurogrupo, pareció asumir esta tesis y buscar consensos . Son tiempos de empatía, la situación lo merece.
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