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Los mercados de futuro sirven para realizar contratos de compra o venta de materias primas en una fecha futura con un precio pactado en el presente. Los hay de electricidad, petróleo, cereales, etc. Toda una infinidad de productos. Y luego están los «conductuales» ... , mercados en los que se negocian predicciones sobre el comportamiento humano. Y que son el pilar de lo que Shoshana Zuboff ha bautizado como «capitalismo de la vigilancia», toda una arquitectura global de modificación de la conducta «que amenaza con transfigurar la naturaleza humana en el siglo XXI».
La socióloga estadounidense analiza en 'La era del capitalismo de la vigilancia. La lucha por un futuro humano frente a las nuevas fronteras del poder' (Paidós) la naturaleza de un sistema que no fue el resultado inherente a la implantación del capitalismo digital, sino que «fue inventado por un grupo concreto de seres humanos en un momento y un lugar específicos (...) igual que los ingenieros y los perfeccionadores que trabajaban en la Ford Motor Company inventaron la producción en masa en el Detroit de 1913».
Zuboff sostiene que mientras Ford sacó partido de un nuevo consumo de masas, Apple fue una de que primero experimentó un explosivo éxito comercial «al rentabilizar la existencia tanto de una sociedad nueva de individuos como de una demanda de consumo individualizado por parte de estos». Pero fue Amit Patel, un joven titulado por Stanford que se interesaba especialmente por la «minería de datos» quien realizó el «trascendental descubrimiento» de la importancia de las memorias caché de datos fortuitos que guardaba Google.
Unos datos que proporcionaban un tipo de «sensor amplio del comportamiento humano» tremendamente útil si se llevaba a cabo el sueño de uno de los cofundadores de Google, Larry Page: convertir el buscador web de la compañía en una inteligencia artificial extensa. La autora se pregunta por qué Google, una empresa de búsquedas, invierte tanto dinero en dispositivos domésticos inteligentes y vehículos autónomos. O por qué Facebook, concebida como una red social, desarrolla tecnología de drones y realidad aumentada. Y llega a la conclusión que esa diversificación en el fondo no es más que «una misma actividad guiada por un mismo fin: la captura del excedente conductual».
La socióloga estadounidense advierte de que la amenaza que se cierne sobre la ciudadanía no es un Estado «Gran Hermano» totalitario, sino una arquitectura digital «omnipresente» a la que bautiza el «Gran Otro» y que opera «en función de los intereses del capital de la vigilancia». Una «colmena» controlada e interconectada que seduce con la promesa de lograr certezas absolutas «a cambio del máximo lucro posible para sus promotores, y todo a costa de la democracia, la libertad y nuestro futuro como seres humanos».
La estrategia de los adalides de este tipo de capitalismo, recuerda la autora, suelen invocar a la libertad. Como afirmó el presidente ejecutivo de Google, Eric Schmidt en el Mobile World Congress de 2012, «la tecnología se mueve a tal velocidad que los Gobiernos no deberían ni siquiera tratar de regularla, porque cambia con demasiada rapidez y cualquier problema que surja será resuelto por la propia tecnología».
Zuboff, titular emérita de la cátedra Charles Edward Wilson de la Harvard Business School, quiere alertar en esta obra sobre los peligros de un mundo en el que los usuarios son la materia prima de un nuevo sistema industrial. Sus dos libros anteriores anticiparon algunas de las tendencias que han marcado la reciente historia de la economía y el mercado laboral. En 'In the age of the smart machine', escrito a finales de la década de los 80, abordó la revolución de los ordenadores en los lugares de trabajo. Pocos años más tarde advertiría sobre el auge del capitalismo digital y de los servicios creados a medida del consumidor en 'The suport economy'.
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