La necesidad de digitalizarse era un mantra que empezaba a calar entre las empresas vascas ya antes de la pandemia. La llegada del coronavirus ha reforzado aún más esa idea. De la noche a la mañana la red se empezó a inundar cada ... día con millones de teleconferencias, 'webinars' y cursillos 'online' como solución de urgencia al confinamiento domiciliario. Las herramientas digitales han demostrado su utilidad circunstancial para muchas compañías a la hora de mantener la relación con sus clientes.
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Pero más allá de las videoconferencias, hay empresas que han sabido combinar necesidad y oportunidad, de manera que la digitalización les ha servido para reinterpretar la crisis y reorientar sus estrategias a largo plazo. Es una de las principales conclusiones del estudio 'La digitalización como respuesta ante la Covid-19', elaborado por Orkestra en los primeros compases de la crisis del coronavirus.
El Instituto Vasco de Competitividad reunió el pasado martes alrededor de una mesa a los primeros ejecutivos de tres compañías vascas y al director de Tecnología e Innovación de la Spri para debatir sobre el papel que la digitalización juega en el actual escenario económico y empresarial. Un camino hacia la transformación digital que «ya estaba trazado» en Euskadi antes de la Covid-19, según Aitor Cobanera. El representante de la Spri sostiene que existía «un buen punto de concienciación» entre las empresas.
Aquellas que tenían los deberes hechos cuando irrumpió el coronavirus mostraron una mayor capacidad para mantener su actividad. «A la hora de hacer frente a la situación lo digital ha jugado un papel fundamental, ya que ha sido el elemento central de muchas de las respuestas de las compañías», asegura Agustín Zubillaga, coordinador del Lab de economía digital de Orkestra y coautor del estudio junto a Carla Peletier. La investigadora del Instituto Vasco de Copetitividad destaca que «las respuestas de las empresas ante la Covid-19 se han producido básicamente en tres niveles»: de producto (una ampliación de la cartera de productos); de proceso (respuestas organizativas para el mantenimiento de la actividad) o de canal (relación con el cliente).
El grupo Batz es una de esas firmas cuya actividad -troquelería y sistemas de automoción- «obliga a integrar tecnología digital. Es algo innegociable», sentencia Iban Lasagabaster, gerente de las plantas de Igorre y Artea. La tecnología avanzada «nos ha ayudado a soportar sobre todo la primera parte de la pandemia sin apenas sobresaltos» gracias a que permitió mantener casi intactas las cadenas de suministro «y garantizar todo aquello que demandaba el cliente, y a todas horas».
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Hace tres años, Batz (perteneciente a Mondragon) diagnosticó su grado de digitalización en base a una metodología de origen alemán. «De una escala del 1 al 5 no llegábamos el 1,5. Puede parecer malo, pero es que la mejor empresa de Europa era BMW, con 2,3», apunta Lasagabaster. Ese autoexamen les permitió redirigir la transición digital hacia una mejora de la ciberseguridad, y para dotar de inteligencia a los aparatos electrónicos de todas sus plantas.
La pandemia ha sido «un catalizador» para acelerar y reordenar una digitalización no del todo bien aprovechada. «En cuanto a tecnología tenemos de todo, pero quizá de una manera desorganizada. Hasta la fecha las máquinas generaban valor, pero no conocimiento. Ahora es momento de organizar todos recursos», reconoce el responsable de Batz Igorre.
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Sariki, empresa de metrología del Grupo Unceta, juega en divisiones inferiores a la de Batz. Con 60 empleados y un mercado exclusivamente nacional, ha tenido que adaptar su actividad comercial de una manera «que hasta ahora era impensable», dice el CEO de la compañía, Borja Gárate. «El cliente quería ver, tocar nuestro producto. Pero ahora nos conectamos con el cliente en remoto e incluso les podemos hacer una buena 'demo' de nuestras máquinas en remoto», añade.
Las videoconferencias también les ha permitido acelerar otra pata de su negocio, la de formación. «Antes alguien que quería formarse con nosotros se tenía que acercar a nuestra sede de Elgoibar, o a la oficina que tiene en Madrid. Y ahora, gracias además de que se han aprobado subvenciones para los cursos 'online', los clientes se pueden quedar en casa», reconoce.
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En Aquadat, 'startup' especializada en la gestión inteligente del agua, quedaron «noqueados» por el primer golpe del coronavirus. «Pero como estamos acostumbrados a vivir en la incertidumbre, enseguida nos focalizamos en decidir los siguientes pasos. Teníamos claro que esto no era para dos meses, así que había que buscar algo estructural», cuenta su CEO, Jorge García del Arco. Los siguientes pasos consistieron en «localizar fuentes de financiación, revisar el portfolio para ver hacia dónde dirigirnos, y acelerar la I+D».
Según del Arco, la digitalización «es un poco como el sexo en la adolescencia: se habla mucho de ello, pero se practica poco». Sin embargo, «está en el ADN de nuestra empresa». Ellos, como otras muchas compañías, han encontrado en las pantallas «oportunidades que no teníamos previstas. Por ejemplo, la alianza con una empresa industrial interesada en participar en el proyecto de Aquadat, que les ha dotado de «una capacidad analítica superior a las existentes», se congratula del Arco.
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La tecnología también les ha permitido trabajar a miles de kilómetros de distancia, pero sin moverse de casa. «A través de fuentes de datos de satélites, podemos analizar el agua de cualquier zona del mundo. Así lo hicimos para una empresa industrial de México que había oído hablar de nosotros y que nos contactó», dice el CEO de Aquadat.
Paradojicamente, la cercanía física que dominaba las relaciones comerciales ha sido sustituida por otras telemáticas que resultan tan o más fructíferas. Lasagabaster reconoce que estos meses han sido una época «tremendamente exitosa en cuanto a captación de proyectos. Antes estábamos todas las semanas en París para reunirnos con Renault, o en Suecia con Volvo. Eso se ha roto, pero en la comunicación telemática las relaciones han cambiado de forma radical. Son infinitamente mejores porque ya no es una relación entre empresas, es casi personal».
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Ese paso adelante de lo digital se constata en la puesta en valor de los departamentos TIC (Tecnologías de la Información y Comunicación). «Antes era un departamento auxiliar que daba un servicio. Nos ponía los ordenadores y poco más. Era casi un gasto. Ahora es una palanca que tiene que impulsar no sólo el éxito en la captación de proyectos sino también en la operativa del día a día», admite el CEO de Batz. En el caso de Sariki, «hace ya tres años que se nombró un responsable TIC, pero no sólo de nuestra empresa, sino a nivel de todo nuestro grupo».
El futuro, lleno de tanta incertidumbre como desconocimiento, invita a «combinar el corto y largo plazo», cree Cobanera. A su juicio la Agenda de Transformación Digital 2025 debe marcar el paso a unas empresas que deben colaborar sin cortapisas ni complejos independientemente de su tamaño. «Personalmente me parece una maravilla que las empresas tractoras consideren a las 'startups' como una solución importante a retos que pueden tener. Es un maridaje muy interesante».
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En todo caso, y como recuerda el CEO de Sariki, pocas empresas dudan ya dudan de que «lo digital nos va a hacer mucho más competitivos a medio plazo.
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