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A lo largo de ciento veintitantas entregas de música económica, hemos escuchado muchas moralejas de largo alcance contra la desigualdad entre los seres humanos. También nos hemos encontrado con relatos que reflejaban los padecimientos de quienes no tienen recursos, con reflexiones amargas o humorísticas acerca ... de la riqueza y la pobreza, con sátiras corrosivas que arremetían contra las clases altas, con mil protestas y denuncias. Y todo eso está muy bien, pero llama la atención que, en todo este tiempo, nadie haya dedicado una canción a darnos algún consejo práctico sobre economía... Hasta hoy, claro: en '1000 Dollar Car', The Bottle Rockets no se van por las ramas, ni se ponen a explicarnos en plan altisonante que el dinero es la fuente de todo mal: como ya apunta el título, el único objetivo de la canción (tremendamente cómica en su planteamiento obsesivo) es aconsejarnos que no nos compremos jamás un coche de saldo.
«Un coche de mil dólares no vale nada, / un coche de mil dólares no vale una mierda. / Lo mismo podrías coger tus mil dólares / y prenderles fuego. / Un coche de mil dólares no vale ni diez centavos», sostiene la primera estrofa, que concluye con una pregunta dolorosa: «Ay, ¿por qué me compré un coche de mil dólares?». The Bottle Rockets, estadounidenses de Misuri que anunciaron su separación el pasado marzo tras casi treinta años de carrera, eran una brillante banda de rock con raíces y country alternativo especializada en historias muy cercanas, muchas veces basadas en sucesos reales ocurridos en su círculo de allegados. Ellos mismos se definieron alguna vez como «reporteros desde el corazón de América». Y a mediados de los 90 brindaron esta «lección burlona y aprendida con sacrificio sobre la economía de la automoción de segunda mano» (en expresión de los críticos Ira Robbins y Steve Reynolds) que acompañaron con fibrosas guitarras al estilo de Crazy Horse.
«Un coche de mil dólares te va a dejar tirado / más de lo que te va a llevar. / Cámbiale las juntas y píntale el óxido, / que seguirás teniendo algo en lo que no vas a confiar. / Un coche de mil dólares, su vida ya ha recorrido / unas cincuenta mil millas antes de llegar a ti. / Un coche de mil dólares no va a rodar / hasta que inviertas en él por lo menos otros mil. / Gasta tu dinero en él y acabarás siendo / el dueño de un coche de mil dólares que ha costado dos mil dólares», reflexiona la canción, que incluso propone un uso alternativo y preferible para esos ahorrillos nuestros: «Si solo tienes mil dólares, / deberías comprarte una buena guitarra. / Aprende a tocar y te llevará más lejos / que cualquier viejo coche de mil dólares. / Si un coche de mil dólares valiera de verdad para algo, / ¿por qué iba a gastarse nadie diez de los grandes? / Ay, ¿por qué me compré un coche de mil dólares?».
El líder de The Bottle Rockets y autor de la canción, Brian Henneman, explicó en una entrevista con 'American Songwriter' que la había escrito a partir de una experiencia penosamente real. «Es el resultado directo de haber comprado un Chrysler New Yorker del 77 que parecía un buen negocio en su momento. Me fue sangrando hasta que lo vendí por 350 dólares, solo por sacarlo de mi vida. Lo único que me quedaba era escribir sobre él. Cogí una guitarra y salió muy rápido, prácticamente de un tirón. La letra es honesta al 99%, excepto por el hecho de que en realidad me costó 975 dólares, pero eran demasiadas sílabas, así que lo redondeé a un precio más coreable. Me alegro mucho de haberla escrito, porque, cada vez que la canto, me recuerda que no debo cometer el mismo error».
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