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jorge murcia
Martes, 16 de octubre 2018, 00:57
«Tenemos tres millones de parados y ninguno quiere subirse a un camión». Es la queja repetida una y mil veces por Marcos Basante, presidente de Astic (Asociación de Transporte Internacional por Carretera). En un reciente artículo de opinión publicado en un diario económico, Basante aseguraba que el mercado no cubre 10.000 vacantes de conductores, sobre todo en lo que se refiere al transporte internacional. En Euskadi hay patronales del sector, como la vizcaína Asetrabi, que subrayan que «nuestros asociados comentaban en una reciente reunión que, efectivamente, había cierta escasez de chóferes». Lo reconoce Leire Cartujo, secretaria general de la asociación.
Sin embargo, se da la paradoja de que en la base de datos de Lanbide figuran casi 1.400 (exactamente 1.377) personas paradas que solicitan una ocupación de camionero, «y que además poseen algún grado de experiencia en el oficio», puntualizan en la agencia vasca de empleo. Por tanto, la oferta y la demanda de camioneros no acaba de casar. ¿Por qué? Los sindicatos lo achacan a la precarización del sector, que ha visto cómo, sobre todo a raíz de la crisis, las condiciones salariales y de trabajo se han devaluado de forma alarmante. Cartujo, sin embargo, no cree que sea un problema salarial, «porque el convenio vizcaíno de transporte es uno de los más altos del Estado». Sin embargo, habrá que renegociarlo porque perderá su vigencia el próximo 31 de diciembre. El de Álava se firmó el año pasado, mientras el guipuzcoano está «muerto» desde casi hace una década.
Begoña Latorre, responsable de transporte de CC OO-Euskadi, reconoce que los convenios vigentes en la comunidad autónoma vasca «son de los mejores del Estado». Pero que la atomización, las triquiñuelas de algunas empresas y la competencia desleal han convertido al sector en poco menos que una jungla. «Claro que hay trabajo, pero precario», denuncia. «Las empresas quieren mano de obra barata, pero piden conductores profesionales».
Un conductor de camiones contratado bajo el paraguas del convenio vizcaíno cobra casi 1.600 euros brutos mensuales, con 15 pagas al año y 1.724 horas de trabajo. Eso para los que cubren rutas nacionales, porque los convenios engloban además las categorías de comarcal y local. Cuanto menor es el radio de acción del trabajador, menor es el sueldo convenido. «Sin embargo, se dan muchos casos de trabajadores con categoría de 'local' que acaban viajando muchas veces, por ejemplo, a Madrid. Y que las 1.724 horas se las pasan por el arco del triunfo», se queja la responsable de CC OO, quien sin embargo precisa que «en general las empresas de Asetrabi sí cumplen, aunque cada vez son menos asociadas».
Los ámbitos de aplicación del convenio son objeto de frecuente controversia en el sector. «Algunas empresas, con la base del camión (donde 'duermen' o repostan) en Euskadi, tienen contratados a trabajadores con convenios, por ejemplo, de Teruel», sostiene José Luis García Olazabal, responsable del sector de carreteras de UGT-Euskadi. También habla de «empresas del transporte deslocalizadas en países del Este de Europa que aplican a nuestros conductores salarios bajos, sin incluir ni horas extras ni dietas».
La precarización ha llegado también a los conductores que hacen rutas internacionales, «que antes podían ser de 2.000 euros, y que ahora se tienen que conformar con 1.500 a lo sumo», dice Olazabal. En las duras condiciones de trabajo, con semanas casi enteras en el extranjero y por tanto sin posibilidad de «conciliación familiar y laboral», radica buena parte del problema, según Leire Cartujo.
«No estamos para nada de acuerdo con la afirmación de que no hay chóferes. Hay muchos. El problema es que suelen ser muy reacios a aceptar un trabajo que a veces tiene condiciones esclavistas», dice Amaia Martínez, secretaria de Asotraba, la asociación de transportistas autónomos vascos. Porque si el contingente asalariado del sector está sufriendo los rigores de la precarización, la situación es aún peor para los camioneros por cuenta propia.
«Para las empresas los autónomos son un chollo. Como no tienen contrato de trabajo por escrito ni tampoco vinculación laboral, es muy fácil despedirlos. Como tampoco tienen un salario fijado por ley, en estos momentos de crisis en los que en el transporte rige la ley de la selva, el trabajo se asigna al mejor postor», lamenta Martínez. «Por si fuera poco, los asalariados al menos tienen una nómina que les llega en teoría puntualmente cada mes. Sin embargo, los autónomos pueden tener unos plazos de cobro de 90, 180 días….».
Olazabal, de UGT-Euskadi, dice que «ha habido grandes empresas -y cita en concreto a una que tenía más de 600 empleados- que obligó a sus trabajadores a hacerse autónomos». Forzados, muchas veces, a batirse el cobre en un escenario donde han irrumpido prácticas como los 'tenders online', agencias que subastan en la web los servicios del transporte al mejor postor. O agencias intermediarias que, de la noche a la mañana, cierran la persiana y desaparecen.
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