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jorge murcia
Lunes, 13 de mayo 2019
El gran desafío que afronta el Estado del Bienestar consiste en cómo garantizar la prestación de los servicios públicos más básicos (educación, sanidad, pensiones, etc.) para una población cada vez más envejecida. Hay quien sostiene que la mejor forma de aumentar la recaudación fiscal es elevar los impuestos a las rentas más altas y a los beneficios de las empresas. Otros defienden justo lo contrario, que donde mejor está el dinero es en el bolsillo de los ciudadanos. También hay quien considera que el problema no está en la escasez de ingresos, sino en un exceso (o de ineficiencia) de gastos. Un ramillete de economistas consultados por EL CORREO aportan su visión sobre un debate que cobra una mayor vigencia en épocas electorales como la actual.
Ignacio Zubiri, doctor en Ciencias Económicas por la UPV/EHU, no comulga en absoluto con la teoría económica liberal según la cual un incremento de tipos impositivos no siempre conlleva un aumento de la recaudación fiscal. El argumento, utilizado fundamentalmente por las opciones políticas más conservadoras, defiende que una bajada de impuestos ensancha las bases imponibles, de forma que atrae una mayor actividad empresarial y un consiguiente aumento del empleo. Además, sostiene, una menor presión fiscal sobre los ciudadanos haría aumentar su gasto en bienes y servicios, con lo que la actividad económica y los ingresos fiscales serían mayores.
«Eso de que el dinero está mejor en el bolsillo de los contribuyentes es una sandez», lanza Zubiri. A su juicio, «la afirmación de que el dinero sólo crea riqueza en manos del sector privado se basa en un presupuesto absurdo: que aplicar un impuesto es como quemar dinero». «Los impuestos generan riqueza porque estimulan la demanda agregada. Más que si el dinero se mantuviera en el sector privado, porque cuando se pone un euro en impuestos el consumo privado disminuye en menos de un euro, ya que se compensa parcialmente con el ahorro», añade.
El catedrático de la UPV/EHU recuerda la experiencia de «dos presidentes de Estados Unidos, como Ronald Reagan y Georgge W. Bush, que bajaron los impuestos para aumentar la recaudación fiscal y que fueron los responsables de los mayores déficits de la historia del país».
Massimo Cermelli, profesor de Economía de la Universidad de Deusto, tampoco está de acuerdo con la teoría de que una política fiscal más laxa atraería más riqueza. «Es un poco lo que yo llamo el 'efecto Ryanair'. ¿Qué queremos, atraer una compañía para que traiga turistas aceptando cualquier condición que pida, o a otras que también te van a pagar, pero además cuentan con una buena calidad de servicios?», expone. Cermelli está convencido de que un aumento de impuestos «contribuye a sanar las desigualdades que el propio mercado origina. Está demostrado que países que tienen un estado social más fuerte, como los nórdicos, claramente tienen también un nivel de crecimiento y desarrollo económico más elevado».
No obstante, pese a reconocer que los impuestos «están mejor en manos del Estado», es necesario que las administraciones públicas «sean capaces de gestionarlos de manera eficiente». Y recuerda que la presión fiscal en España, Italia o Grecia no es baja, «pero su mala gestión hace percibir los impuestos como algo negativo».
«Mal momento» para subir impuestos
Emilio González, profesor de Economía de la Universidad de Comillas ICADE, cree que el actual momento por el que atraviesa la economía española y mundial «no es el mejor» para una subida de impuestos, tal y como propone el Gobierno socialista en funciones, partidario de elevar el IRPF para las rentas superiores a 120.000 euros anuales. «La economía se está desacelerando, a lo que hay que añadir las consecuencias que vaya a tener el enfrentamiento comercial entre Estados Unidos y China», dice. «Y todo lo que sea subir impuestos va a suponer menos dinero para consumo, para inversión, y va a contribuir a frenar más la economía».
González cree que si la cuestión es financiar el gasto social, «nos tendremos que preguntar de una vez por todas qué gasto público queremos». El profesor de Comillas considera que España recauda en impuestos casi el 40% de su Producto Interior Bruto (PIB), «lo que es mucho. Pero, ¿va todo el gasto público a cosas necesarias? Porque tenemos muchas duplicidades de gasto en las distintas administraciones territoriales». «Por ejemplo, en España hay 48 universidades públicas, lo que disgrega recursos que podrían ir a investigación. Se dilapida el dinero en campus que están casi vacíos y que cuesta mucho mantener. O en una concentración de aeropuertos. Cada uno quiere tener el suyo», critica.
Zubiri coincide en que el problema del sistema fiscal español -y vasco- no es que los tipos nominales impositivos sean bajos, «porque están en la media europea, sino que su recaudación es relativamente reducida en relación a los tipos que existen. Eso es porque mucha gente no paga los impuestos que debe. A veces defraudando, y otras eludiendo. O porque la normativa fiscal se lo permite». Otra solución para corregir ese desequilibrio pasaría por «hacer aflorar el fraude y la economía sumergida», añade Cermelli.
El fraude fiscal, «un argumento recurrente»
Emilio González cree por su parte que el del fraude fiscal «es un argumento recurrente, un recurso dialéctico. Creo que en España el fraude es muy bajo. Honestamente, desde la segunda mitad de la década de los años 90, con la economía marchando realmente bien, todo el mundo regularizó sus cuentas para evitarse problemas». Y considera que «al final lo que se consigue es coger a un pobre autónomo y obligarle a pagar cosas que de acuerdo con la normativa no tendría que pagar, pero termina haciéndolo cuando aparece el inspector fiscal de turno».
A su juicio, resultaría más efectivo «cerrar todos los agujeros que hay en los impuestos por los que se escapa la recaudación». Y pone como ejemplo las desgravaciones o deducciones «que en muchos casos no son necesarias. Hay muchas de naturaleza empresarial, como las deducciones por la internacionalización de las empresas, que se idearon en los 90 para que las compañías se expandieran por el extranjero. Pero que aún hoy siguen, y ya no son necesarias». En su opinión, el plan del Gobierno para subir el IRPF a las rentas más altas «no tendrá mucho efecto sobre ellas, porque muchas cobran a través de SICAV».
Zubiri también cree necesario establecer medidas «para evitar que mucha gente pague el IRPF a través de sociedades interpuestas». Y cambiar la normativa «para que muchas rentas paguen lo que deben: aumentar los tipos de gravamen sobre el capital, eliminar montones de bonificaciones en el Impuesto de Sociedades». A su juicio, «en economía todo el mundo sabe desde hace tiempo que los incentivos a la inversión y a la creación de empleo no sirven para casi nada. Sin embargo el Impuesto de Sociedades está trufado de este tipo de medidas, muchas veces por la presión de las empresas y por el miedo a la deslocalización de compañías».
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