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En ocasiones, tras finalizar el Bachillerato, algunos jóvenes, a pesar de no disponer, probablemente, de toda la información necesaria para tomar una decisión a priori acertada acerca de su futuro académico más próximo, animados tal vez por sus familias, por su entorno de amistades, informados ... por los canales de las redes sociales, por los programas de televisión y, seguramente encasillados por muchos prejuicios e inercias, se lanzan a una apasionante aventura: comenzar un grado universitario.
Una etapa nueva en las vidas de muchos jóvenes, llena de continuas novedades y que conforman un comienzo diferente, exigente por momentos, pero entretenido en otras ocasiones. Sin embargo, a veces aparecen variables, situaciones, circunstancias no previstas y que desentonan con la idea inicial con la que se habían embarcado en esta singladura universitaria. Las reacciones de los jóvenes ante estos inesperados escenarios suelen ser variopintas, sin duda; desde una adaptación inmediata, un refuerzo de las convicciones iniciales, y, en otros casos, en contraposición, incertidumbre en la elección adoptada, percepción de una exigencia desmesurada o desencaje con las expectativas de partida.
Estos contextos suelen tener una época especialmente propicia para su aparición, concretamente tras la finalización del primer cuatrimestre del primer curso del grado, esto es, precisamente en estas fechas navideñas en las que nos encontramos. En estos momentos, para estos jóvenes, reconsiderar las decisiones adoptadas no es una labor ni agradable ni mucho menos fácil de rematar; sobre todo, si el objetivo es el de acertar a la segunda. Porque, ¿hacia dónde tendría que enfocar esa reconsideración?
En primer lugar, estas disquisiciones suelen ir encaminadas a salvar el curso, a tratar de aprovechar lo que queda de él y a pensar, esta vez con esfuerzo y mirando al futuro un poco más a los ojos, por dónde enfilar la etapa (por descontado, de nuevo) universitaria el curso que viene. No suele ser tarea sencilla, la sensación de cierto fracaso puede hacer mella en la determinación a tomar y no se generan sensaciones precisamente agradables en los jóvenes que se encuentran en esta tesitura. Habitualmente el análisis de acciones o iniciativas a considerar se encuentra en el entorno de lo inmediato, de lo cotidiano, de lo aséptico. ¿Me dedicaré a mejorar el inglés?, ¿aprovecharé el tiempo para obtener el carné de conducir? Mientras retardamos un poco más la toma de la decisión más trascendental: ¿qué otro grado elegiré para el curso que viene? ¿definitivamente, acertaré? ¿y si no fuese así?
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Me da la impresión de que aún son raras las ocasiones en las que en estos momentos de duda se sitúa en el debate una variable que la tenemos aquí mismo, cerca, y que incluso la podemos tomar, dadas las fechas, como un regalo extra que nos trae Olentzero. ¿Que de qué se trata? De la formación profesional.
La formación profesional de Euskadi siempre está, siempre cumple. Y en estas situaciones de vacilación es cuando puede representar la solución decisiva que estamos queriendo encontrar y que nos ofrezca la seguridad de haber acertado definitivamente. Precisamente en estos momentos, y enmarcadas en varias iniciativas publicadas por Lanbide, los centros de FP están poniendo en marcha un abanico importante de cursos de formación, cursos encuadrados en ámbitos y sectores diferentes, industriales y de servicios, y, además, desde el punto de vista geográfico, en prácticamente la totalidad de las comarcas de Euskadi.
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En mi opinión, la participación en estos cursos podría convertirse, para muchos de estos jóvenes, en la puerta de entrada a una etapa educativa que, por qué no, pueda proporcionales una visión diferente de la diversidad de sectores que conforman el mundo laboral de Euskadi y acercarles a una posición de vigía desde la que observen de una manera cercana y asequible su futuro profesional y personal.
En definitiva, se trataría de dedicar lo que resta de este curso a sondear, a conocer, a chequear los ámbitos profesionales y a comenzar a formarse en alguno de ellos y, el curso que viene, apostar por un ciclo formativo de grado superior que les otorgue un título de técnico superior y les posibilite alcanzar conocimientos y competencias suficientes para encontrar un buen puesto de trabajo (o incluso les permita convalidar créditos para retomar o continuar en la Universidad el camino que habían iniciado).
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Recogiendo los datos de los 24 centros de HETEL, durante el curso 2018-2019, el 8% de los alumnos y alumnas que cursan algún ciclo superior de FP provienen de la Universidad, bien tras finalizar algún grado o bien porque no han encontrado lo que en un inicio esperaban y han apostado por un cambio en su vida. Seguramente, el número de estudiantes que habiendo abandonado tempranamente la Universidad mantenga aún esa sensación de desencanto y se encuentren en estos momentos en un estado de indecisión de cara a su futuro profesional, sea mayor del que supongamos.
Para finalizar, recordar que la FP ha llegado a un acuerdo con Olentzero para que este mensaje llegue hasta los hogares de todos los y las jóvenes que lo necesiten.
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