La guerra comercial a la que Donald Trump quiere someter al mundo se mueve en el terreno de lo imprevisible y los cambios de opinión. ... El miércoles la Casa Blanca anunció que retrasa por un mes la aplicación de aranceles a los principales fabricantes de automóviles de México y Canadá. Estas empresas hasta ahora operaban con el tratado de libre comercio y Washington pretende acabar con esta situación, lo que pondría en jaque toda su cadena de suministros.
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La cuestión es que desde que en 1994 entró en vigor el Tratado de Libre Comercio de América del Norte -un acuerdo que eliminó las barreras arancelarias entre México, Canadá y Estados Unidos- las empresas automovilísticas han establecido cadenas de suministros que cruzan las tres fronteras. Es decir, las piezas necesarias para construir un coche atraviesan más de un país, por lo que aumentar su carga impositiva cada vez que pasan por un puesto fronterizo dispararía su precio.
La principal ventaja del reparto de fábricas entre México, Canadá y Estados Unidos es reducir el precio del producto final. La clave está en que se reducen los costes del traslado de la materia prima y se consigue aprovechar la especialización de la industria de cada uno de los tres países. A nadie se le escapa, por otro lado, que la mano de obra es más barata en México que en EE UU, lo que supone un aliciente para las compañías.
Las empresas automovilísticas argumentan que cada vez es más complejo determinar de dónde es cada vehículo. Aunque la normativa estadounidense considera que un coche ha sido importado cuando ha sido ensamblado en otro país, la realidad es que las cadenas de suministro son complejas.
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Vayamos con varios ejemplos. El Chevrolet Blazers 2024, de General Motors, se ensambla en una planta mexicana, pero utiliza motores y transmisores que se fabrican en Estados Unidos. El Nissan Altima, en cambio, se fabrica en Tennesse, pero su motor es japonés y su sistema de transmisión canadiense. Con el Toyota RAV 4 ocurre una situación similar: sus componentes son estadounidenses, pero el producto final se monta en Canadá.
La duda, por lo tanto, es qué ocurrirá con los aranceles aplicados a los componentes que cruzan la frontera y después regresan a Estados Unidos como parte de los vehículos. La portavoz de la Casa Blanca, Karoline Leavitt, defendió ayer la necesidad de garantizar una «transición ordenada» antes de ejecutar esta política proteccionista y Trump ha reclamado en más de una ocasión que las empresas trasladen su producción a Estados Unidos. Sin embargo, un cambio de esta envergadura tardaría años en producirse.
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