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erlantz gude
Jueves, 13 de junio 2019, 02:13
Cuando su mujer murió en plena calle en Portugalete, en 2004, Luis Blanco tuvo que ir al instituto a contarle a su hija Ibone que a mamá había dejado de latirle su frágil corazón. Aquel día algo se apagó en ambos. Y se aferraron el ... uno al otro para seguir caminando. Hoy Luis, a quien todos llaman Willy, ha rehecho su vida y desde hace cuatro años reside en Etxebarri con Sonia. Ella aguardará cada regreso y visitará Ferrol a cada oportunidad. Y su hija, aquella adolescente que encontró en su padre un sostén en las horas más difíciles y es ya una mujer de 30 años, le dice que ahorrará para comprarse un coche y acompañarle en cuanto pueda.
Minutos después de las 5.30 de ayer, Willy entraba en el bar Fredy del barrio San Antonio. A escasos metros, aparcado el coche, lleno de maletas y petates. «Llevo la casa a cuestas». Dentro está 'Blacky', un compañero canino que alivia el trago y ha marcado la elección de una localidad a las afueras de Ferrol. Solo abonará 450 euros de alquiler por un piso con vistas al mar. Es el último café y, al tiempo que lo remueve, la nostalgia se anticipa y le golpea de improviso. Porque ante todo Willy se define sensible. Era la voz que megáfono en mano azuzaba a los obreros en las movilizaciones de La Naval. Interpretaba, matiza, un papel necesario. El vigor se diluía en cada vuelta a casa.
Luce un inusual aspecto bohemio que tiene explicación: «Mi pareja confiaba en que nos prejubilarían; aposté que no, que me lo cortaré cuando lo hagan». Por momentos retoma el mantra de que la UE habría validado la inyección de fondos públicos para salvar un astillero donde entró en 1982, con 15 años. Pero bastante pesar soporta para zambullirse en disquisiciones estériles. Los golpes de realidad han sido suficientemente drásticos. El primero llegó con la carta de despido; el segundo, cuando hace unas semanas le notificaron la incorporación a su nuevo puesto el próximo día 17, el lunes. Finalmente, su nueva vida laboral comenzará dos semanas después, el 1 de julio, ya que la entrada de los trabajadores de La Naval se ha retrasado «por causas organizativas».
El café adquiere un gusto amargo. Son tantas las sensaciones. «Me voy a 500 kilómetros de todo lo que amo... y todo lo que odio de esta tierra». Con la complicidad de su pareja, los amigos le organizaron una despedida por sorpresa en un restaurante de Igorre. Les extrañará. Y, consciente del valor de las amistades, permanecerá en contacto con colegas de Sestao reubicados en Ferrol. Porque cuando el dolor arrecia al punto de quebrar las últimas resistencias, «la mejor terapia se encuentra en la familia, los amigos».
Los madrugadores parroquianos del Fredy le conocen. Incluso uno de los veteranos es camarada de La Naval. El dueño se permite bromear con su 'privilegiada' condición de prejubilado. «Poli era de los que trabajaban», replica Willy en buen tono. Se despiden uno a uno de él, que parte con antelación para adaptarse a su nuevo destino. Quiere palpar el entorno, familiarizarse con las rutinas.
Son muchas las incertidumbres. Desconoce por cuánto tiempo marcha y si seguirá manejando o no maquinaria pesada como hacía en Sestao. Lo que tiene claro, y le permite esbozar una fugaz sonrisa, es que podrá animar a Kaiku cada vez que la 'Bizkaitarra' bogue en aguas gallegas. La camiseta, la bandera y la sudadera del club son como pequeños tesoros, pedacitos de la tierra que lleva consigo.
Willy dice que hay heridas que no cicatrizan y que a veces los viejos dolores vuelven a reverberar. Pero la angustia curte la piel. Y el desafío que aborda cuando arranca el coche rumbo a una nueva vida es menos turbador para quien ya renació una vez.
Tras la remesa inicial de recolocaciones en dependencias de Navantia, el resto de los 150 trabajadores que pertenecían a La Naval cuando se privatizó en 2006 y se beneficiaron del acuerdo de garantías de empleo suscrito por Comisiones Obreras y UGT, deberán incorporarse a sus puestos en Cádiz, Ferrol o Madrid con el próximo 31 de diciembre como fecha límite.
El grupo al que pertenece Willy forma parte de los 36 trabajadores que se personarán en sus puestos la próxima semana. Cuando la Sociedad Estatal de Participaciones Industriales (SEPI) se dirigió a los empleados para solicitarles que eligieran centro de trabajo, les instó a decidir si querían incorporarse en un plazo inferior o superior a tres meses.
1982 Willy, de 52 años, pertenece a las últimas hornadas de aprendices que accedieron a La Naval.
Maquinaria pesada Se encargaba de manejarla en el astillero sestaoarra. Desconoce si mantendrá el rol en el nuevo destino.
Pareja e hija Vive con Soniay es padre de Ibone, a quien tuvo con su mujer, fallecida en 2004.
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