¿Se ahoga la juventud?
Radiografía del empleo juvenil en Euskadi ·
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Radiografía del empleo juvenil en Euskadi ·
Quienes ahora tienen entre 20 y 30 años solo han conocido un contexto de crisis marcado por la incertidumbreQuienes residen en Bilbao o han tenido la suerte de poder visitarla recientemente, quizá hayan tenido la oportunidad de ver la escultura hiperrealista de artista mexicano Rubén Orozko, 'Bihar', que forma parte de una campaña de la Fundación BBK sobre «elegir el mañana». La escultura ... representa la cabeza de una joven que, debido a las mareas, se sumerge o emerge de las aguas. A nivel artístico, debo decir que la obra me gusta, que me inquieta, pero que me provoca sentimientos y una reacción, por lo que la valoro de forma positiva. Sin embargo, el lema que acompaña a la obra no me convence. Dice así: «Con cada decisión elegimos si hundirnos o salir a flote». Me temo que no se trata solo de tomar buenas o malas decisiones individuales. Son muchos los condicionantes que influyen en las decisiones que tomamos o en el hecho mismo de poder tomarlas. Ser joven hoy es un serio e influyente condicionante.
Quienes ya tenemos una edad, podemos mirar atrás y analizar los últimos veinte o incluso treinta años con cierta perspectiva. Observamos que desde 2008 hemos atravesado por dos fuertes crisis mundiales: una primera crisis económico-financiera, que trajo consigo importantes medidas de ajuste, recortes presupuestarios y el empobrecimiento de importantes sectores de la población. Y, cuando apenas nos recuperábamos de la crisis económica, hemos tenido que afrontar una segunda crisis sanitaria y económica provocada por el Covid-19. Pues bien, quienes ahora tienen entre 20 y 30 años han vivido en un contexto de crisis desde su infancia;es decir, durante su adolescencia y parte de su juventud no han conocido otra forma de sociedad, por lo que han crecido y se han socializado en un contexto de gran incertidumbre, fragilidad y precariedad laboral. Y ahí están los datos que lo corroboran: la tasa de paro en Euskadi, en el tercer trimestre de 2021, es de 8,9%, sin embargo, la tasa de paro de la población entre 16 y 24 años es del 18,3%. También según el Eustat, el 69,4% de los hombres y el 70,8% de las mujeres menores de 25 años carecían de contrato indefinido en 2019. Según el Informe Cifras-2020 de Emakunde, en el empleo a tiempo parcial el peso relativo de las mujeres se ha incrementado, llegando al 78,3% del total. Según el Instituto Vasco de Estadística, la tasa de emancipación del colectivo de 18 a 34 años es del 37,9 % y la edad promedio a la que lo hacen se sitúa en torno a los 30 años.
Nuestras generaciones más jóvenes, a las que hemos bautizado como 'millennials', son mujeres y hombres que han accedido mayoritariamente a la educación, que han recibido una formación que debería permitirles el acceso a empleos cualificados y bien remunerados y que, sin embargo, no consiguen estabilizar su situación laboral ni económica, no consiguen acceder a la vivienda y no consiguen imaginar siquiera su futuro.
Recientemente el Consejo Vasco de la Juventud ha publicado un libro titulado 'Jóvenes y Pandemia. Miradas expertas' y tuve la suerte de que me invitaran y poder incluir mi reflexión, que acompaña a otras muchas sumamente interesantes. Mi texto enfatiza, sobre todo, las consecuencias que se derivan de la instalada incertidumbre, donde afirmo que «es difícil proyectar futuros en sociedades líquidas, casi gaseosas, donde se ha instalado la incertidumbre como única certeza. Hace unos años la incertidumbre se disfrazaba de certeza, hoy la única certeza es que lo que nos espera es incierto, voluble, inseguro, precario. ¿Cómo construir un relato generacional con estos mimbres?» Las generaciones más jóvenes han aprendido a vivir navegando en esta incertidumbre, han creado habilidades para no hundirse en terrenos pantanosos, pero eso, a su vez, ha provocado que vivan en un constante 'carpe diem'. Hace poco, me decía una 'millennial': «He tenido que aprender a vivir en la más absoluta de las incertidumbres, ahora que no me pidan compromisos a largo plazo». En suma, me temo que les hemos robado el 'sapere aude', el atreverse a pensar un mundo mejor, a imaginarse que las cosas pueden ser de otro modo y, por tanto, poder luchar para alcanzar sus sueños.
Retomando el título del artículo, la juventud se ahoga porque las aguas son turbulentas, no porque no sepa o no quiera nadar. Nuestra juventud navega en aguas inciertas en embarcaciones precarias, por lo que el riesgo de hundirse se agrava y agranda. El rostro de 'Bihar' en la ría está sujeta a los vaivenes de las mareas, anclada en el barro del fondo, no puede ella, ni tampoco nuestros jóvenes, tomar decisiones individuales que les libren del hundimiento. Debemos ser capaces, como sociedad, de garantizar empleos dignos que permitan hacer apuestas personales y vitales y que permitan soñar futuros realizables. No podemos –ni debemos– robarles eso a las generaciones más jóvenes.
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