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M. Álvarez | c. LARRAKOETXEA | A. BARANDIARAN | J.C. BERDONCES
Sábado, 5 de octubre 2019
Cada semana, salvo imprevistos, reproducen el mismo ciclo vital. A primera hora del lunes ponen la brújula de su cabeza en dirección al Sur y con Madrid como punto de destino. Allí está su trabajo, el lugar donde han encontrado o donde han querido ... encontrar –que de todo hay–, el terreno de juego para su desarrollo profesional. El viernes –en algunos casos el jueves a la noche si se puede justificar un teletrabajo al día siguiente– abordan la segunda etapa de ese ciclo. En avión, coche particular o autobús de línea enfilan hacia el Norte. De vuelta al hogar –lo otro es solamente trabajo–, para disfrutar del fin de semana con la familia y los amigos de siempre.
Son en su mayoría profesionales de alto nivel. Para algunos de ellos, tener el puesto de trabajo en Madrid ha sido una consecuencia lógica de su trayectoria. Incluso ha sido su propia empresa la que les ha indicado el camino de la capital para progresar. Para otros, sin embargo, supone el principio de su carrera porque es allí donde han conseguido tener una oferta atractiva para su capacidad y también para sus ambiciones.
Hay un denominador común: ese periplo semanal y permanente, lejos de haberse convertido en un trauma o en una dificultad que traten de superar cuanto antes, representa ya una costumbre y a veces incluso una liberación.
Manu Álvarez
Su vida profesional dio un vuelco a mediados de 2015, cuando los socios de la firma PWC en España le eligieron para ocupar el cargo de presidente durante cuatro años, mandato que acaba de renovar el pasado verano para otro periodo idéntico. En ese mismo momento su despacho cambio de Bilbao a Madrid y comenzó ese periplo semanal, «normalmente de lunes a jueves, porque el viernes suelo aprovechar para trabajar desde nuestra oficina en la Torre Iberdrola».
¿La clave para que mantenga esa vida trashumante? Es múltiple. «Por alguna razón –apunta–, para los que hemos nacido en el País Vasco el tirón de las raíces es muy fuerte. Es más, volver los fines de semana a casa me permite estar centrado, estar contento».
Cree también que la cultura de la distancia que existe en España es un elemento subjetivo que pierde importancia cuando se compara con otros países. «La sede de mi firma está en Nueva York y cuando hablo con mis compañeros de allí me doy cuenta de que ninguno vive en Nueva York. Cuando les hablo de la distancia entre mi casa y Madrid ellos lo califican como una distancia corta, que casi se puede hacer cada día. Madrid y Bilbao están a 50 minutos de avión y a poco más de tres horas en coche. Visto desde Nueva York esto es una distancia muy corta».
Admite que la familia tiene que estar mentalmente preparada para «vivir esta vida», pero sostiene que desde una perspectiva racional tampoco hay tantas diferencias. «Tengo una niña pequeña y hay otro en camino, pero estoy seguro de que aunque viviesen en Madrid tampoco les vería entre semana. Me paso el día viajando o con horarios que para nada coinciden con una vida familiar normal». Curiosamente sostiene que quienes más sufren su estructura vital son sus colaboradores. «Como en Madrid dedico todo el día a trabajar y nadie me espera en casa, les vuelvo locos».
C. Larrakoetxea
Una de esas personas que han hecho de viajar en avión su profesión es Erika Nolte Amann, tripulante de cabina de pasajeros de Iberia. El lunes regresó de Miami y el viernes partió a La Habana. Entre medio, cuatro días en casa. «Fenomenal».
Para ella, que su casa y su base aérea de referencia disten 400 kilómetros es un problema menor. Durante veinte años residió en la capital, pero hace uno que decidió volver y está feliz. «Cuando estás tanto tiempo fuera echas mucho en falta a la familia y a los amigos de toda la vida. Algo tan cotidiano como comer una vez a la semana con la familia es fantástico». Además, su experiencia es que «la calidad de vida aquí es mucho mejor y más fácil».
Estudió Turismo en la Universidad de Deusto y domina inglés, alemán e italiano. Su nivel de idiomas fue determinante para que en 1998, cuando se presentó a una convocatoria de empleo de Iberia quedase la número 21 entre 800. Al fichar por Iberia trasladó su residencia a Madrid y su vida profesional discurrió por rutas nacionales. «Como libraba sólo dos días por semana no me compensaba desplazarme a Bilbao a menudo».
Hace cinco años la pasaron a rutas de largo recorrido, vuelos internacionales de entre 9 y 13 horas que implican pernoctar fuera. De esa forma se acumulan días para descansar y entonces «decidí volver y ha sido una buena decisión». Lo más incómodo son los enlaces. «Cuando terminas un viaje de 13 horas, aterrizas en Madrid y a veces tienes que esperar cuatro para coger el vuelo a Bilbao. Es lo peor. Pero a pesar de todo, merece la pena venir».
La gran pasión de Erika es la pintura y su profesión le ha permitido estar en contacto con mucha gente del mundo del arte. Ya ha participado en exposiciones colectivas celebradas en Madrid, Nueva York, Shanghái, Ibiza, Budapest... Ahora en casa tiene su estudio y acude a clases con el pintor Alberto Palomera.
Juan C. Berdonces
Lleva ya más de una década cogiendo su coche el lunes para ir a Madrid y regresando también por carretera los viernes a Vitoria. Lo hace en su vehículo propio porque «me permite tener una mayor flexibilidad de horarios», aunque durante la semana en la capital se mueve a pie o en transporte público. Ramón Alonso sí echa de menos la conexión ferroviaria de alta velocidad. «Eso sí que sería un avance considerable y permitiría, por ejemplo, ir a casa algún día entre semana por la tarde y volver a Madrid la mañana siguiente».
Porque el viaje en coche, de algo más de tres horas, se reduciría a poco más de la mitad en AVE. Mientras que la alternativa del avión tampoco seduce al director general de la Asociación de Medios de Información –agrupa a 83 periódicos de toda España, entre ellos EL CORREO– «porque el viaje en sí es rápido pero hay que desplazarse a Loiu y ya se pierde tiempo».
Alonso asume, por lo tanto que de lunes a viernes deja su querida Vitoria, «pero ya me he acostumbrado, no sólo yo sino también mi familia». Tiene un hijo de nueve años «así que únicamente conoce esta situación laboral actual». Y si en alguna ocasión Ramón Alonso se 'escapa' entre semana algún día a la capital alavesa «y voy a recoger al niño al cole por la tarde, se queda sorprendido».
Eso sí, los fines de semana son «por y para ellos, para mi mujer y para mi hijo. Eso lo tengo muy claro». El mayor inconveniente de hacer la vida de lunes a viernes en Madrid «es no poder estar en casa. Así que el sábado y el domingo los paso enteros con ellos. Ysi podemos también nos juntamos con la familia o con amigos que también tienen niños pequeños».
¿Y qué ventajas tiene trabajar a más de 350 kilómetros de casa? «El desarrollo profesional quizá sea más completo, porque aquí el principal y casi único cometido es hacer mi trabajo. Tengo más libertad de horarios». Pero Ramón sabe que Vitoria es su hogar.
A. Barandiaran
El apego de Sergio Salcines por su tierra natal se cuela por todas partes. El logo del despacho de 'compliance' (asesoramiento para el cumplimiento normativo) que fundó hace 15 años es un trozo de la 'baldosa de Bilbao' y su color, 'azul Bilbao'. «La calidad de vida aquí es imbatible. Mis clientes en Madrid se tiran hora y media para llegar al trabajo. En Bilbao tardo minutos», apunta. Así que ni se plantea trasladarse con su familia a la capital, a pesar de que su mujer trabaja en Iberdrola y podría pedir el traslado.
Eso le obliga a ir y volver todas las semanas. «En general me organizo para estar los lunes y viernes en Bilbao y de martes a jueves en Madrid», relata. La razón de este trasiego es que, según explica, el funcionamiento de su firma, Informa Consulting, obliga a estar en la capital. «Nos dedicamos a asesorar a las empresas para el cumplimiento de la regulación y la ética. Eso requiere reuniones con los reguladores financieros, que están allí». El reparto del equipo de profesionales que dirige evidencia bien la necesidad de esta doble presencia: 15 de ellos están en Madrid y 10 en Bilbao. «El negocio te va arrastrando», se justifica.
En el pasado ya ha tenido que pasar varias temporadas en la capital, un trayecto muy habitual en los licenciados en 'La Comercial', hoy Deusto Business School. «Cuando terminé empecé a trabajar en Arthur Andersen, en auditoría para la banca. Estuve en proyectos que conllevaban estar más de medio año allí. En esas épocas alquilaba un piso».
Hace unos años, tras poner en marcha su propia empresa, se decidió a comprar un apartamento en Madrid, pero no se plantea usarlo más que entre semana. Para su vida al margen del trabajo prefiere Bilbao y se apena de que haya perdido peso como plaza financiera. «Los reguladores, la banca y las gestoras de fondos y capital riesgo están en su mayoría en Madrid», lamenta.
A. Barandiaran
Como buena abogada, Sharon Izaguirre quiere dejar muy claros los términos que le llevan a viajar con asiduidad a Madrid. Lleva nueve años en Deloitte Legal y hace cinco, poco después de hacerle socia, la nombraron responsable del área de Corporate M&A (operaciones empresariales como fusiones, adquisiciones, contratos....), con 65 profesionales a su cargo. «Nuestra organización no atiende a barreras geográficas. Somos un equipo de especialistas para todo el territorio nacional y nos movemos en función del cliente», explica. Y lo que ocurre, añade, es que «es muy habitual que nos reunamos con clientes vascos en Madrid».
¿Por qué? «Es algo natural. Son reuniones que normalmente incluyen a terceros, como los reguladores, que están allí. También es una cuestión de pura dimensión. Muchas empresas, no solo las grandes, tienen oficinas en la capital».
Izaguirre, bilbaína de 45 años con un currículum que acompleja a cualquiera, vivió durante 12 años en Madrid. Eso fue después de estudiar Derecho en la Universidad de Deusto, hacer un máster en el Instituto de Empresa y sacarse el título de abogada en Reino Unido. «Lo que me dice esa experiencia es que en Bilbao no tenemos que tener ningún complejo. Aquí hay un nivel de asuntos y especialistas que no tiene nada que envidiar a Madrid o Barcelona».
Pero la realidad es que tiene que acudir con frecuencia a la Torre Picasso (sede de Deloitte), aunque asume esos desplazamientos con naturalidad. «Allí donde voy hago noche para no perder el tiempo. Viajo a primera hora de la mañana», explica. Y se organiza para mantener sus rutinas. «Las zapatillas de deporte me acompañan siempre en la maleta». Su capacidad de conciliar llega al punto de que imparte clases tanto en la Universidad Carlos III de Madrid como en Deusto. Y también ha creado una banda de rock en el despacho: 'The Loitte Band'.
Manu Álvarez
Nacido en Getxo hace 23 años, estudió Business Administration en la Universidad norteamericana de Babson (Massachusetts), de ahí que se haya impregnado de la «vida poco sedentaria» de los estadounidenses. Desde febrero de 2018 es analista de negocio en la firma Accenture y su base de operaciones está en Madrid. Cada lunes hace en su coche un Getxo-Madrid y cada viernes el trayecto contrario. «Lo hago por razones personales, por estar cerca de mi familia, de los míos, porque significa algo tan sencillo como sentirse en casa», señala.
La opción de trabajar en Madrid fue, asegura, «el encadenamiento de un cúmulo de razones. Cuando estaba en Estados Unidos ya había decidido que quería trabajar en Europa. Aceptaba cualquier ciudad mediana o grande. ¿Bilbao?, por supuesto que sí. Pero me surgió una oportunidad en Madrid y me resultó atractiva». No comparte la idea de que ese trasiego de cada fin de semana sea un sacrificio. «No lo entiendo como un esfuerzo. En mi trabajo –matiza– viajar de forma permanente es un estado natural, la norma, no la excepción. Así que ese viaje de fin de semana no es más que una parte del movimiento continuo al que me obliga mi profesión. Por cierto, lo he elegido de forma voluntaria».
«Estoy en una etapa que se puede denominar de 'educación profesional'. Acceder a una gran firma me ha permitido trabajar en proyectos importantes y también con herramientas que probablemente no tendría en otra más pequeña». El futuro es para él algo que no está escrito. «¿Ganas de volver a Bilbao? Voy todos los fines de semana… y en la vertiente profesional estoy disfrutando mucho con lo que hago. No veo razón para cambiar mi estilo de vida. Incluso, si mi empresa me dice que me tengo que ir seis meses a un proyecto en Holanda, estoy seguro de que trataría de buscarme la fórmula para volver el viernes a casa».
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