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Uno de los puentes que une los barrios de Aperribai y Urbi hace las veces de entrada a la fábrica de Bridgestone. Al cruzarlo, en ... lo alto, se puede ver un cartel que presume del 90 aniversario de la empresa, celebrado el pasado 2023. A la sombra del imponente edificio se reunieron los trabajadores de la fábrica, poco después de conocerse la decisión de la compañía de despedir a 335 empleados. «No quedan ganas de trabajar después de esto», comentaba uno de ellos. «Da tristeza pensar que no llegaremos a los cien años, porque aunque la fábrica se mantenga esto es solo el principio para su cierre definitivo».
Cabizbajos, como si se preparasen para una nostalgia que no tardarán en sentir, las respuestas de los trabajadores se repetían al ser preguntados por su trayectoria en Bridgestone. «Solo hay que ver las barbas para darte cuenta del tiempo que muchos de nosotros llevamos aquí». Miguel Ángel Nuñez y Jose Luis Moro llevan 27 y 25 años respectivamente en la fábrica. «La edad media entre los compañeros está entre los cuarenta y los cincuenta años» destacaban. «Con esa edad, ante una situación así, el futuro se ve muy oscuro».
Los empleados de Bridgestone trabajan habitualmente con una sola máquina. Sergio Escalona, delegado sindical y trabajador en la empresa desde 2002 señalaba precisamente lo problemático de esa situación. «Desde hace años hemos pedido a la empresa que invierta en formación para que en casos como este los trabajadores tuvieran más posibilidades a futuro, pero no nos han hecho caso».
La estampa de los bares cercanos a la fábrica, casi vacíos en el día del ayer, era un reflejo del sentir de los trabajadores que normalmente los pueblan. En uno de ellos se encontraba Joseba García, vecino de Basauri y empleado de la empresa desde 2005. «Mi difunto suegro trabajó aquí durante muchos años. Esto era algo casi familiar. Lo normal es que pasara de generación en generación, de padres a hijos. Hay incluso varios matrimonios en la fábrica. Ahora puede resultar difícil de entender, pero trabajar aquí era un motivo de orgullo, algo que decías con la cabeza alta», dice. Esa sensación comenzó a difuminarse en 2012, cuando la empresa anunció un ERE que dejó fuera a 177 trabajadores. «Fue muy duro y nos hizo perder la confianza. La gente entraba pensando que se iba a jubilar aquí, porque era una fábrica de prestigio. Y de repente todo cambió». Bridgestone continúa teniendo beneficios, un factor que aumenta el desconcierto ante la decisión de la empresa. «Es muy duro para todos, tanto para los mayores como para los jóvenes, para los que se quedan como los que se van. Para unos porque encontrar trabajo resulta más complicado a cierta edad y para otros porque pensaban que había futuro aquí. Además, al reducir los turnos también disminuyen los pluses, porque no se va a trabajar de noche o en festivos. Hay gente con hijos en la universidad, con alquileres, con hipotecas. Si se reduce su sueldo ¿qué van a hacer?».
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