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pilar aranguren
Domingo, 15 de octubre 2017, 00:18
Las imágenes de colectores atascados con miles y miles de toallitas higiénicas han sacudido recientemente nuestras retinas. Un problema que sufren muchas grandes ciudades, como Londres, Nueva York, Madrid e incluso San Sebastián, donde el tapón encontrado hace escasas semanas era del tamaño de seis ... coches. Pero a escasa distancia de la capital guipuzcoana, en concreto, a 36 kilómetros, y bajo el imponente macizo del Txindoki, una empresa guipuzcoana, la papelera Aralar, encontró en 2014 una solución a este problema a petición de sus clientes internaciones. El resultado es una fibra de papel, denominado Araflush, que permite que las toallitas higiénicas se desintegren totalmente en el agua, sin dejar ningún resto químico y por lo tanto sin contaminación. Es el primer producto libre de aditivos y 100% desintegrable.
Para desarrollar este producto -el papel que sirve de base para las toallitas- la compañía ubicada en Amezketa, una empresa familiar creada en 1935, tuvo que compatibilizar varias tecnologías ya existentes. El reto era lograr un papel húmedo con mucha resistencia y totalmente desintegrable. El resultado es un producto de un grosor mayor que el papel normal, ya que tiene sesenta gramos. Un proceso que le costó más de un año. Y es que para elaborar dicha fibra el cosido se realiza de un modo natural, mediante un jet -chorro- de agua, de 600 bares, que hace de aguja.
Esta es la peculiaridad del producto que fabrica Aralar, ya que otras empresas realizan ese cosido con ligantes químicos que al desintegrarse dejan residuos. En este sentido, Senén Amunárriz, director general de la empresa y nieto de uno de los fundadores de la factoría, destaca el hecho de que la compañía guipuzcoana ha sido la primera en realizar cosidos totalmente desintegrables.
Este adjetivo cobra una especial relevancia, ya que asegura que la mayoría de las toallitas que están en el mercado y que se anuncian como ‘desechables’, es decir, aptas para echarlas por el váter, tienen cierta biodegradabilidad pero no se desintegran, ya que están hechas un 50% con viscosa y otro 50% con poliéster, que es un plástico.
Una manera fácil de comprobarlo tal y como muestra Senén es introduciendo las diferentes toallitas por separado en una botella con agua de 30 centilitros. Se mantiene unos segundos y se agita. Las que contienen poliéster siguen flotando en el agua, mientras que las que son totalmente desintegrables, como la fibra Araflush de Papelera Aralar, se disuelven en el agua.
Con todo, el mercado está evolucionando, dados los problemas que se van generando en las tuberías y colectores, lo que está obligando a los fabricantes a buscar nuevos productos desechables menos dañinos. Así, en EE UU se están produciendo toallitas con pasta de papel pero utilizando ligantes, con el inconveniente antes mencionado de que dejan residuos químicos.
La Papelera Aralar tuvo que realizar una fuerte inversión para introducir esta línea de actividad. En concreto, destinó 30 millones a costear la nueva máquina y la nave que la alberga, que está concebida para acoger otro equipo de las mismas características cuando el mercado de este producto adquiera una velocidad de crucero. El equipamiento tiene una capacidad para producir 17.000 toneladas al año -sesenta al día- y en estos momentos está al 80-90%.
El director general de la empresa señala que la mayor parte de la producción se destina a los mercados exteriores, sobre todo a EE UU, donde las toallitas con fibra de Aralar se comercializan en las principales cadenas americanas.
En España, el mercado de este tipo de fibra es más incipiente y trata de abrirse hueco entre la amalgama de productos biodegradables que inundan los comercios y confunden al consumidor. Una conocida cadena de supermercados con sede en Valencia ya está comercializando desde hace más de un año toallitas realizadas con el producto de la Papelera Aralar, y otras están dando pasos en el mismo sentido.
Y es que el problema, según Senén Amunárriz, es que no existe una legislación específica que regule este tipo de productos y que permita distinguir los que se desintegran de los que no, para impedir que estos últimos se viertan por el inodoro causando las consecuencias que todos conocemos. «Cuando acudes a la Administración para que tome cartas en el asunto te dice que no hay ninguna normativa y que no puede hacer nada». Por su parte, las empresas transformadoras -que son los clientes de la papelera- empiezan a concienciarse, aunque todavía hay cierta resistencia.
¿Y en el ámbito internacional? Tampoco hay una reglamentación específica. Por ahora, solo Bélgica ha elaborado un decreto que regula este tema. Y en España se empiezan a mover las cosas, ya que se ha creado un grupo de trabajo con la Asociación Española de Aguas de Saneamiento, en el que participa la Papelera Aralar, para tratar de elaborar una normativa.
Un ejemplo de que se trata de un mercado emergente y con un gran potencial es que el 50% de los usuarios de toallitas de bebés en EE UU no tiene hijos; es decir, que es un producto multiusos. «Nadie sale de casa en Norteamérica sin un paquete. Las toallitas vienen para quedarse», enfatiza Senén
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