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El espacio tiene algo que «te atrapa, que hace que la gente, cuando empieza a trabajar en él ya no salga». Así lo confiesa el consejero delegado de Satlantis, Juan Tomás Hernani, que dirige la compañía vasca que acaba de lanzar al espacio su tercer satélite, Horacio, que detectará emisiones de efecto invernadero de metano. Satlantis ha encontrado un hueco en una actividad estratégica: la observación del planeta con una capacidad exhaustiva en la recogida de datos.
La aventura espacial para Hernani, que acaba de ser nombrado miembro de honor del Instituto de la Ingeniería de España, comenzó con un retraso: el que registró el lanzamiento de un satélite en Cabo Cañaveral. El suceso provocó un cambio en la agenda de la entonces ministra de Innovación y Ciencia, Cristina Garmendia, que propició una reunión con un investigador vasco que estaba en Estados Unidos, Rafael Guzmán. Desarrollaba una cámara oscura y exploraba las posibilidades de girar aquel dispositivo para enfocar a la tierra desde el aire. Hoy, Satlantis factura 18 millones y espera alcanzar la cifra de 60 en 2026. Cuenta con una participación pública del 24% con presencia de los Gobiernos central y vasco y ha completado una ronda de financiación de 26 millones para afrontar la carrera abierta en el cielo con los nuevos nanosatélites.
– ¿Hacia dónde camina Satlantis? ¿Una cámara de precisión para observar la tierra, un constructor de nanosatélites? ¿Qué quieren ser dentro de 10 años?
– Queremos cubrir todo un ecosistema alrededor de la observación y eso supone gestionar muchos elementos muy especializados. Hay empresas que apuestan por integrarlo todo, pero creo que eso es un error porque mantener la excelencia en todos esos elementos es imposible.
– ¿Ahí encuadra la compra que acaban de formalizar en Estados Unidos de SuperSharp?
– Sí. Tenemos que conectar con compañías que nos aporten piezas muy importantes en la solución completa. Hemos residenciado en Estados Unidos la parte de la inteligencia artificial, en Francia la polarimetría… Y en ese desarrollo encuadramos efectivamente la adquisición reciente de SuperSharp. Tenemos que tener esas verticales para sostener el liderazgo.
– Acaban de lanzar su tercer satélite. ¿Ganar presencia en el espacio es el objetivo? ¿Hay que lanzar muchos dispositivos para después desarrollar negocio?
– Creo que más bien tenemos que desespacializarnos. Hemos de aterrizar más en problemáticas concretas, de defensa, del sector energético o del medioambiente. Con el último satélite podemos detectar emisiones de metano desde el espacio. Es algo determinante y que aporta una solución a un problema. Pero es muy complejo porque no tiene nada que ver seguir un oleoducto de 2.000 kilómetros con fotografiar Bilbao. Hay que integrar la tecnología en la concepción de misiones que resuelvan problemas y eso requiere un conocimiento de las preocupaciones del cliente.
– Y entre esos problemas, ¿qué lugar ocupan los de Defensa?
– Ahí hay un tirón clarísimo. Además, la observación de la Tierra es estratégica y está centrando la atención de muchos inversores, pero creo que se han cometido errores al crear constelaciones de 100 satélites. El desarrollo será en función de los anillos que marquen los gobiernos. Primero defensa, seguridad, control de fronteras. Y luego las empresas energéticas y la sostenibilidad, además de todo el sector agroalimentario, que también tienen una relación estrecha con las políticas públicas.
– En ese contexto de crecimiento, ¿puede Satlantis ser objeto de una compra? ¿Cómo van a afrontar las inversiones?
– Hemos completado una ronda de financiación de 26 millones liderada primero por Enagás, complementada con un fondo americano y con actores vascos como Orza –planes de pensiones de funcionarios de diputaciones y ayuntamientos de Euskadi– y el Gobierno central con el CDTI. Hemos financiado el arranque de tres satélites nuevos, dos microsatélites y el inicio de operaciones en Inglaterra, Estados Unidos y la apertura en Francia. Y después de eso, seguimos teniendo ese dinero casi intacto. Así que tenemos por nosotros mismos una capacidad de inversión bastante alta.
– Indra ha anunciado un plan para crear un gigante nacional en el espacio. ¿Ve una participación de Satlantis en esa iniciativa?
– ¿Cómo no vamos a estar en un diseño de ese estilo? En Satlantis hemos vendido un sistema de observación internacional completo a un país, a Armenia. No sé si lo ha hecho otra compañía. Además, tenemos una Copernicus Contributing Mission. Creo que no se puede pensar en un diseño nacional sin que Satlantis sea una pieza importante. Habrá que ver también qué quieren nuestros accionistas.
– ¿En qué mercados detectan más posibilidades de desarrollo?
– Hemos realizado ofertas que suman 500 millones por todo el mundo. Y vemos que las empresas de Europa y Estados Unidos centran su actuar en esos países, pero fuera no van. Ahí nos encontramos solos con competencia china e israelí, que cuentan además con mucho respaldo de sus gobiernos.
– ¿Estamos facilitando a China la entrada en mercados estratégicos?
– Sí, y nos estamos equivocando. ¿Qué tecnología de fotovoltaicas tenemos en Euskadi o en España? Corremos el riesgo de convertirnos en una ferretería de última milla que vende tecnología china facilitándoles en bandeja la entrada en este mercado.
– ¿Y con el coche eléctrico?
– Mucho cuidado. España es el segundo fabricante de automóviles de Europa. ¿Cómo vamos a afrontar este cambio cuando el valor de los coches eléctricos puede descansar en un 50% en las baterías chinas? La mina de litio, la purificación del mineral o la tecnología para mejorar la eficiencia del almacenamiento, esos son los temas en los que tenemos que estar. Si nos guiamos solo por el objetivo verde podemos acabar siendo el parque para pagar los desarrollos tecnológicos a los chinos.
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