El covid ha desbaratado la logística global y ha puesto patas arriba la cadena de suministros. Pero el combate del coronavirus también está provocando graves quebraderos de cabeza incluso donde apenas se registran contagios. Sobre todo en China, el país que abraza la estrategia 'cero ... covid' con más entusiasmo. El gigante asiático cerró sus fronteras el 28 de marzo del año pasado y aún no se sabe cuándo volverá a abrirlas. Algunos apuestan por la próxima primavera y otros, menos optimistas, por el 2023. Aunque su comercio exterior ha logrado marcar récords históricos con restricciones que han servido para tener una de las incidencias más bajas del mundo, las draconianas medidas que Pekín impone en sus puertos se han convertido en el último elemento que estrangula el cuello de botella que golpea a la industria mundial.
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Concretamente, las navieras critican las cuarentenas que afectan a los marineros y que pueden alcanzar las siete semanas. Esto complica los relevos de la tripulación y se traduce en retrasos e, incluso, en cambios de ruta que tienen elevados costes económicos.
La operadora de petroleros Euronav asegura que estos quebraderos de cabeza le han costado ya seis millones de dólares y la naviera Anglo-Eastern añade que cien marineros llevan embarcados ya más de los once meses que marca el máximo legal, pero que no los pueden relevar. «Cualquier restricción a las operaciones de los buques tiene un impacto que se acumula y que causa disrupciones reales», explicó Guy Platten, secretario general de la International Chamber of Shipping, a Bloomberg.
El pasado mes de agosto, China introdujo nuevos protocolos de seguridad, que incluyen la desinfección de barcos y de mercancía y que provocaron colas de hasta cincuenta buques en puertos tan relevantes como Ningbo, el tercero con mayor tránsito de contenedores del mundo.
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Estos sobresaltos han provocado que los mercantes estén operando con la menor puntualidad y los retrasos más prolongados de la historia. Pero los esporádicos rebrotes que han sacudido el país este año han reafirmado al Gobierno en la conveniencia de mantener el 'cero covid' para salvar vidas y la economía. «El número de contagios en los países vecinos y alrededor del mundo sigue siendo muy elevado y es una amenaza para China», argumentó Wu Liangyou, funcionario de la Comisión Nacional de Salud.
Liang Wannian, el epidemiólogo que lidera la respuesta de China al covid, argumentó que sus restricciones han salvado miles de vidas y no han afectado a la economía, algo que confirman las estadísticas: China fue la única gran potencia que creció el año pasado y las previsiones apuntan a una expansión de hasta el 8% para 2021.
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Pero para los operadores de las terminales de contenedores y las navieras, las cambiantes medidas que gobiernan las operaciones -y que varían en cada puerto- son un drama. Los primeros deben contar con equipos especializados para gestionar buques extranjeros; y en los segundos tiene que viajar personal con tests negativos, complicados de realizar en alta mar. Cualquier caso detectado en los trabajadores del puerto desemboca en tests masivos y confinamientos que reducen la capacidad de las instalaciones.
A todo esto se suman las grandes dificultades que estas restricciones -que varían según el país del buque y los puertos en los que ha recalado previamente- provocan en operaciones de reparación de barcos, en las que China lidera el mundo con el 49% del mercado y diez de los doce principales astilleros de reparación. Por ejemplo, el 'Ever Given', que bloqueó durante casi una semana el Canal de Suez, ha sido reparado en Qingdao.
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Obviamente, esta coyuntura tiene un reflejo en los fletes. «Es lógico. Estas restricciones tienen una incidencia clara en la curva de la oferta, que cae por efecto de las cuarentenas y de la menor productividad de los puertos. En el extremo opuesto, la demanda se ha disparado por el ahorro embalsado. Así que, por la ley de la oferta y de la demanda, los precios aumentan», explica Xavi Sanz, responsable de Across Logistics en Hangzhou. La pregunta del millón es cuánto durará esta situación y dónde se encontrará un nuevo equilibrio. «Al principio creía que se resolvería en 2021, pero ahora soy más pesimista y creo que puede durar uno o dos años más», sentencia Sanz.
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