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Las renovables vuelven a coger impulso en España

El descenso de costes y la necesidad de cumplir con objetivos medioambientales multiplican los proyectos de plantas eólicas y, sobre todo, fotovoltaicas. Euskadi queda prácticamente al margen de esta eclosión

Sábado, 12 de mayo 2018

El 'boom' de las renovables vivido a finales de la pasada década pintaba a España como un paraíso para la generación de energía verde. Los molinos de viento ya hacía tiempo que poblaban el paisaje de montañas y estepas, pero era el momento de los ... paneles solares. La energía fotovoltaica vivió su año de esplendor en 2008, cuando se instalaron 2,3 gigavatios (Gw) de potencia, casi la mitad de los que hay en la actualidad. Ocurrió que la apuesta de España por las energías renovables se produjo en un momento en el que los costes de producción eran elevadísimos, por lo que la generación verde fue subvencionada a base de cuantiosas primas que contribuyeron de forma importante a cebar el déficit del sistema eléctrico.

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A consecuencia de todo ello, el Gobierno decretó una moratoria renovable que frenó casi en seco el desarrollo del sector. Por ejemplo, entre 2012 y 2016 apenas se instalaron 65 megavatios (Mw) de energía eólica, y poco más de 100 Mw de potencia solar fotovoltaica. España había tomado ventaja en la carrera hacia un futuro verde, pero en estos años se ha visto rebasada por muchos países de Europa y del resto del mundo. El ejemplo más sangrante, el que suelen nombrar casi siempre los defensores de la industria fotovoltaica, es el de Alemania. «Con un 50% menos de horas de sol, en 2017 se instaló allí doce veces más potencia fotovoltaica que en España», recuerda continuamente el experto Jorge Morales. 1.750 megavatios frente a los 135 de España. La comparación con Francia (890 mw) o Reino Unido (910) también resulta demoledora.

Pero las perspectivas son ahora otras, sobre todo porque hace dos años el Gobierno decidió abrir la mano y permitir la instalación de más parques de producción eléctrica verde. Lo hizo a partir de un sistema de subastas basado en un complejo procedimiento el que las ofertas recibidas se ordenan en función del descuento máximo sobre el coste de inversión. Y con una fórmula marginalista, en la que el último participante que entra fija el precio para todos. Desde enero de 2016 se han llevado a cabo tres subastas (las otras dos fueron en mayo y junio de 2017) con 700 mw, 3.000 mw y 5.037 mw de potencia adjudicada respectivamente. En total, 8.737 mw repartidos casi en exclusiva entre dos tecnologías: la eólica (4.607 mw) y la solar fotovoltaica (4.110 mw). Los 20 mw restantes se han reservado para la biomasa (electricidad generada a partir de residuos vegetales y animales).

Un 80% más barata que hace seis años

¿Cuál es la razón de ese renacer renovable? En primer lugar, el descenso en los costes de las tecnologías de generación, que permiten a las empresas producir energía sin el apoyo de las cuantiosas primas que se recibían antes. «En los últimos años la tecnología fotovoltaica ha vivido una espectacular caída de sus costes, que han bajado un 80% en seis años, resultado de las inversiones y de los esfuerzos realizados en ámbito de I+D por parte tanto de empresas privadas, como de centros e instituciones públicas», explica José Donoso, director general de UNEF, que agrupa a 250 empresas del sector entre productores, instaladores, ingenierías, fabricantes, distribuidores y consultores.

De otro lado, España -como el resto de países europeos- tiene que cumplir los objetivos medioambientales marcados por Europa: el más cercano establece que el 20% de la energía primaria que se consuma en España ha de provenir de fuentes renovables. Con el paso de los años las metas se tornan más ambiciosas. Así, para 2030 el porcentaje pasa a ser del 27%. Hace tres años sólo alcanzaba el 16,15%. Así, España se ve obligada a recorrer todo lo desandado en los últimos años de parón renovable.

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Pero se podrá hacer, sobre todo si se cumplen las previsiones que manejan las distintas asociaciones del sector. Así, UNEF cree que en los próximos años se podrán instalar nada menos que 19,6 Gw (19.600 Mw). Es decir, casi cuatro veces más que la potencia fotovoltaica actual. Esa cifra corresponde a los avales presentados por distintos operadores y empresas para construir plantas solares. Esas garantías constituyen el paso previo a la tramitación de las autorizaciones necesarias para construir una central. A esos 19,6 Gw habría que añadir los 3,9 adjudicados en la subasta del pasado mes de julio.

Escaso tiempo para la ejecución de proyectos

Esos 3.900 megavatios tendrán que estar conectados a la red antes del 31 de diciembre de 2019. Un espacio de tiempo demasiado corto, tal y como denuncian las asociaciones de renovables. «La subasta de julio fue un escándalo en cuanto a la potencia adjudicada. Pero también porque hay dudas de que sea ejecutable», protesta Fermín Ollora, delegado de UNEF en Euskadi. Porque el paso siguiente a la adjudicación de una determinada potencia es la presentación de avales, que se irán liberando conforme se desarrollen las siguientes fases, entre las que se incluyen la identificación de los proyectos (emplazamientos donde van a instalarse), su financiación, y la conexión a la red, la última de todas.

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«¿Qué estrategia energética tiene un país que saca en año y medio tres subastas? Hablamos además de niveles de potencia tremendamente elevados, que necesitan ser integrados en una visión estratégica de 'mix' energético a nival nacional. Habría sido mucho más racional dar de plazo hasta 2022, por ejemplo», denuncia Ollora.

La madurez de la energía eólica

Si el sector fotovoltaico aguarda su segunda gran eclosión, el eólico se propone avanzar de forma más moderada, en parte porque la potencia instalada en España es mucho mayor. Hoy día hay 23.000 Mw, que hicieron de la eólica la segunda tecnología del sistema energético español en 2017 (el 18,2% de la electricidad consumida). Después de los años de vacas flacas, en los que los centros industriales del sector sobrevivieron gracias a la exportación, ahora toca crecer de nuevo.

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Al margen de los 4.600 Mw adjudicados en las últimas subastas, «existe una cartera de proyectos maduros y viables que son anteriores a la moratoria renovable y que se han terminado de desarrollar estos años», explica Juan Virgilio Márquez, director general de la Asociación Empresarial Eólica (AEE). «Puede darse el caso -prosigue- de que algunos promotores que ya dispongan de financiación y de proyectos avanzados hayan preferido no presentarse a las subastas y evitar así los costes financieros de los avales».

De una manera u otra, la AEE contempla que para 2020 se alcancen los 28.000 Mw de potencia, a razón de 1.700 Mw anuales de media entre finales de 2017 y principios de 2020. En la década siguiente aumentaría una media de 1.200 anuales hasta llegar a los 40.000 Mw, que por sí mismo casi alcanzarían para cubrir la demanda punta de electricidad en todo el país.

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Euskadi, al margen de las subastas

En todo este renacer de la energía verde Euskadi quedará al margen. Al menos, en lo que tiene que ver con las subastas realizadas hasta la fecha. De hecho, la puja celebrada en mayo de 2017 se concretará en 165 proyectos, y sólo uno se desarrollará en Euskadi, según el Ministerio de Energía, Turismo y Agenda Digital. No han trascendido más datos. Sí se sabe que en la de julio del pasado año se adjudicaron 0,3 Mw (300 kilovatios) a la empresa alavesa Meteo for Energy, que se traducirá en una planta solar «experimental».

El caso es que Euskadi es un territorio poco propicio para la implantación de energías renovables, al menos en lo que se refiere a otras para las que España es terreno bien abonado, como la eólica y la solar. El País Vasco sólo cuenta con unos 480 Mw de potencia instalada, de los 32.000 que hay en todo el Estado. De ellos, 173 corresponden a la energía minihidráulica. La segunda tecnología en importancia es la eólica (153), seguida de la biomasa (71 Mw). De solar fotovoltaica sólo hay 26 Mw.

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Euskadi es pequeña y montañosa, características que dificultan la implantación de grandes instalaciones, que son la que al final son capaces de afrontar una mayor rentabilidad. Además, las condiciones climatológicas (con menos viento y sol que en otras comunidades autónomas) juegan en contra de la expansión de este tipo de energías. «No es una orografía adecuada para los paneles solares», admite Fermín Ollora, que sin embargo sí advierte potencial en «los millones de metros cuadrados de cubierta» que ofrecen las plantas industriales.

La apuesta vasca por las renovables se dirige -al menos desde el punto de vista institucional- a energías como la biomasa o la geotermia. Tecnologías que cuentan con un gran potencial, aunque no tanto para la generación de kilovatios eléctricos como de calor. En el primer caso, a partir de residuos forestales, algo de lo que Euskadi va sobrada. La geotermia, por su parte, aprovecha el calor que emana del subsuelo.

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