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ERLANTZ GUDE
Lunes, 21 de enero 2019, 00:34
La conflictividad laboral en Euskadi está al alza. 2018 se cerró con el mayor número de huelguistas desde 2006. Sólo con el dato actualizado hasta octubre -cerca de 42.200- se obtiene la cifra más alta en una década, salvo 2017, que sin embargo ... se comportó peor en el periodo comparable, con 11.200 participantes menos. Los paros se han concentrado en ámbitos con gran masa laboral y ligados a la Administración. Casi la mitad de las jornadas perdidas fueron por huelgas de sector: enseñanza pública y concertada no universitaria, servicios de ayuda a domicilio en Bizkaia y Álava e intervención social y oficinas y despachos en Bizkaia.
Esta circunstancia propicia que el alto número de empleados que acaparan los sectores movilizados se resuma en 196 huelgas hasta el pasado octubre, cifra dentro de lo normal, ya que salvo los ejercicios 2015 y 2016 siempre se han rebasado los 200 paros anuales desde 2006. Cabe destacar por otra parte la creciente intensidad de las huelgas, con 82.500 jornadas perdidas hasta el mes de octubre, y que cuando se actualice el dato será el mayor del último lustro, aunque es una cifra aún discreta en el contexto de las dos últimas décadas.
Lo que queda fuera de duda es la beligerancia de Euskadi, con un tercio de las huelgas registradas en todo el país. Hasta septiembre: 169 en la comunidad autónoma de las 504 en toda España. Juega un papel determinante la estrategia de confrontación de ELA y LAB, que asocian a la misma el repunte anual de más de veinte puntos en los convenios colectivos suscritos en 2018. Según un informe de CC OO, la central mayoritaria vasca es la tercera en paros convocados, sólo por detrás de los comités de empresa y la propia Comisiones, con una acción limitada a cuatro provincias.
«Convocamos más huelgas que la UGT en toda España», se jacta Pello Igeregi, responsable de Negociación Colectiva de ELA. La central promovió el pasado año, en solitario o con otros sindicatos, 105 huelgas efectivas entre Euskadi y Navarra -los datos de la comunidad vecina son minoritarios por el rol secundario de ELA-. Fueron paros que implicaron la activación desde el tercer día de la caja de resistencia con la cual cubre el salario o un porcentaje de forma indefinida. Con todo, la estrategia de la principal central, focalizada en la empresa, no está teniendo un gran influjo en el sector privado con la conflictividad en mínimos históricos.
El director de Relaciones Laborales de la patronal Confebask, Jon Bilbao, puntualiza que cuando ELA defiende que 99 de sus 105 huelgas se centraron en el sector empresarial se trata de ámbitos «como la educación concertada», vinculados a la Administración pública, y «donde ELA puede hacer más daño». Porque en la «economía ordinaria», apunta, se dan dos circunstancias: «La empresa se cuida de tener contentos a sus empleados y estos tampoco están por movilizarse, como en oficinas y despachos», donde ELA desconvocó la huelga tras perder el respaldo de las otras centrales.
El secretario de Acción Sindical de LAB, Xabier Ugartemendia, defiende el actual contexto de paros «ofensivos» en línea con la mejora económica para recuperar derechos y conseguir mejoras. No obstante, reivindica las huelgas «cortas y efectivas», frente al conflicto prolongado que suele promover el sindicato mayoritario. LAB apuesta por el uso adicional de «piquetes duros o dar un cariz social trasladando la protesta al municipio».
Garbiñe Espejo, secretaria de Acción Sindical de CC OO, reivindica la participación en los paros de su sindicato, pero insta a valorar estas no por su cantidad, sino «por sus resultados». Esgrime la necesidad de combinar confrontación y negociación, y pone como ejemplo la mesa del Metal de Bizkaia, donde tras un año ELA «no se ha movido de la propuesta inicial».
La secretaria de Política Sindical, Maribel Ballesteros, defiende que la huelga ha de usarse en última instancia, «y no porque sí cuando no hay garantía de ganar», advirtiendo del perjuicio salarial que ocasiona al empleado. Ballesteros atribuye los pobres datos que aún arroja la negociación colectiva al bloqueo del sindicalismo abertzale.
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