Un año para la prudencia

Estamos viviendo el pinchazo ordenado de la política monetaria insostenible de los últimos 15 años, con una liquidez masiva que ha hecho crecer la deuda pública a niveles nunca conocidos para generar un escudo social. El máximo exponente se vivió tras el parón por la pandemia y después con la guerra de Ucrania. Si se pretendía eludir un aterrizaje brusco, el gran reto es lograr la moderación de los precios sin agravar la ralentización económica. 2022 nos deja alta dependencia del sector público, nuevo récord de deuda y elevado déficit, incluso con recaudación histórica por mayores precios.

2023 no será un año para los pesimistas porque seguiremos esquivando una crisis. Ni para los muy optimistas, pues viviremos un entorno de crecimiento bajo e inflaciones y deuda alta que, aunque mejore, lo hará sobre una base deteriorada. Será más importante que nunca acertar ya que veremos pequeñas crisis en activos puntuales que se corregirán. Será clave sortearlos y encontrar oportunidades porque habrá proyectos de éxito. La inversión extranjera será muy relevante, y la seguridad jurídica deberá ser un pilar para atraer inversores.

En Euskadi los retos se matizan por su menor deuda pública y dependencia del Estado. La estructura demográfica se convierte en el gran reto para una sociedad cohesionada, con una industria exportadora y turismo al alza. La incorporación de talento es una necesidad, así como la mejora de la productividad.

2023 será pues un año para ser prudentes.