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iratxe Bernal
Domingo, 26 de septiembre 2021, 02:07
Con el precio de la luz de récord en récord cualquiera desearía olvidarse de las compañías eléctricas y ser capaz de generar su propia energía, lo que no sólo no es descabellado sino que cada vez está al alcance de más usuarios. Con una placa solar fotovoltaica se puede cubrir el 14% del consumo de un hogar medio y con una bomba de calor, hasta el 54%, según el portal especializado 'Energía y sociedad'. Estas opciones son ahora mismo las más populares entre quienes intentan independizarse del mercado eléctrico, pero el energético es un sector en el que pronto veremos todo un cambio de modelo: frente al centrado en unas pocas compañías productoras se irá imponiendo otro de generación distribuida en el que proliferarán pequeños centros productivos, lo que permitirá que la energía se consuma directamente donde se produzca. ¿Y qué se entiende por pequeño centro de producción? Pues cualquier edificio en el que, por ejemplo, se pueda colocar una serie de paneles solares o incluso un aerogenerador. Sí, un aerogenardor.
Medir la velocidad del viento
Esa es la propuesta que la 'startup' vizcaína Cleverwind presentará en la sexta edición de B-Venture, que se celebra los próximos 19 y 20 de octubre, aunque con un matiz obvio; no estamos hablando de aerogeneradores como los que salpican el paisaje. Es cierto que éstos y la búsqueda de una forma de reducir su impacto visual están en el origen de la idea, pero aquí las proporciones son más modestas y, lo más importante, la estructura es plegable.
Tomando como primera inspiración el sistema de articulación de los flexos clásicos, la firma ha patentado un diseño en el que tanto la torre como las palas se pueden extender o doblar sobre sí mismas a merced de las condiciones meteorológicas; si el anemómetro que lleva incorporado indica que no hay apenas viento o hay demasiado, el aerogenerador -que está robotizado y podría incluso programarse de acuerdo con la previsiones- permanece en reposo o se repliega, si es que estaba funcionando. Si, en cambio, las condiciones son favorables para producir energía eólica, automáticamente se despliega y se pone en marcha.
Para su instalación, además de permiso municipal, haría falta tener un espacio libre de unos 30 metros cuadrados para evitar que los movimientos de la estructura supongan un riesgo para otros elementos con los que pueda compartir azotea. En cuanto a la altura, alcanzaría un máximo de metros cuando el aerogenerador esté desplegado, que se quedan en poco más de dos cuando se recoge. «Además de un bajo impacto visual, porque plegados no se ven desde la calle, esto facilita su mantenimiento. Al contrario de lo que ocurre con los grandes aerogeneradores, en este caso el operario está a nivel de suelo, sin necesitar ninguna grúa y a veces ni escalera», explica su diseñador, el arquitecto Federico Mendieta, que además es socio de la 'startup' junto al ingeniero experto en robótica Erik Machuron.
Rentabilidad
«Depende del enclave donde lo situemos y la potencia del aerogenerador, pero para un edificio de diez viviendas uno de quince kilovatios puede producir en torno a la mitad de la electricidad que necesitan sus vecinos», asegura. Para cubrir la otra mitad habría que seguir recurriendo a las compañías eléctricas, ya los aerogeneradores no ofrecen una producción fija y el sistema de almacenamiento de la energía necesario para cubrir con ellos todo el consumo encarecería demasiado la instalación. «Además, al estar conectados a la red si en un momento dado produjeramos más energía de la que necesitamos, sería factible venderla en el mercado eléctrico», explica Mendieta.
La firma ya cuenta con un primer prototipo, que correspondería a un modelo de cinco kilovatios y «ahora hay que refinar». «Ya sabemos que el diseño es válido y que los sistemas que permiten plegar y desplegar el conjunto funcionan. En lo que tenemos que centrarnos antes de acabar de prototipar es en hacerlo lo tan barato y ligero que nos sea posible», explica Mendieta.
Una vez cerrado el diseño del modelo pequeño, Cleverwind empezará a trabajar en el de diez kilovatios, «que creemos que será el más comercial y calculamos que podría salir al mercado por 35.000 euros». «Es el tamaño perfecto para que edificios como bloques de viviendas, hoteles u hospitales se conviertan en centros de producción energética. Según nuestras estimaciones, si estamos en un enclave un poco bueno se podrían amortizar en siete u ocho años. Los pequeños, en cambio, tendrán menos tirón porque aunque se pueden colocar en viviendas unifamiliares no son tan rentables», matiza. Para quienes lo instalen, al precio de venta del aerogenerador tendrán que sumar el coste de su mantenimiento, un servicio por el que Cleverwind estima que cobraría unos 700 euros al año.
Para finalizar la fase de prototipado, la compañía estima que necesitará una inversión de 150.000 euros que espera encontrar en B-Venture, el foro de emprendimiento que organiza EL CORREO con el patrocinio del Departamento de Desarrollo Económico, Sostenibilidad y Medio Ambiente del Gobierno vasco, la agencia de desarrollo SPRI, la Diputación foral de Bizkaia y el Ayuntamiento de Bilbao, así como la colaboración del Puerto de Bilbao, BStartup de Banco Sabadell, BBK, Laboral Kutxa, CaixaBank y la Universidad de Deusto.
Cleverwind aún no tiene un fecha prevista para iniciar la producción de sus aerogeneradores plegables, pero lo que sí tiene claro es donde la hará. «Una vez que estemos en condiciones de salir al mercado nuestra ilusión sería que la fabricación se hiciera aquí. Creemos que si la tecnología es de aquí, la creación de empleo a que pueda dar lugar también ha de estar aquí», señala Federico Mendieta. «La industria metalúrgica vasca es excelente, en el equipo tenemos gente que la conoce muy a fondo y nuestro producto en realidad tampoco es muy complejo, por lo que nuestra idea es fabricar en casa porque se puede hacer perfectamente y vender donde sea», asegura.
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Silvia Cantera, David Olabarri y Gabriel Cuesta
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