«Un banco quiebra cuando es incapaz de hacer frente a sus obligaciones con los clientes».
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La definición de una bancarrota es sencilla de entender. Se produce cuando el valor de los activos de la entidad financiera cae por debajo del que tiene su pasivo ... o la empresa se queda sin dinero en efectivo suficiente para hacer pagos. Es decir, para afrontar que los clientes 'saquen' su dinero.
Pero cómo un banco llega a este punto es más complicado de explicar. Y las razones pueden ser muy variadas. Por regla general, un elemento está siempre presente: la falta de liquidez para hacer frente a la retirada de fondos, ya sean depósitos u otros productos, se debe a que las inversiones realizadas con ese capital son inadecuadas o no dan los frutos deseados. Puede ser aplicable al Silicon Valley Bank o a Credit Suisse, la última entidad en entrar en problemas. Estos son los elementos comunes.
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Sucedió en 2008, cuando la explosión de la burbuja inmobiliaria en Estados Unidos provocó una cascada de impagos y el desplome del valor de propiedades que habían sido sobrevaloradas por los bancos que las habían financiado. En el caso de Silicon Valley Bank, sin embargo, la imposibilidad para hacer frente a los reintegros de sus clientes se debe a una falta de liquidez puntual debida a una suma de factores que nunca se había dado antes y que no responde a una mala praxis.
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SVB, que opera en un ámbito territorial muy concreto y tiene un reducido número de clientes con un perfil muy peculiar -en su mayoría son 'startups'-, había amasado un volumen récord de depósitos durante la pandemia, en gran medida por la enorme cantidad de capital invertido en tecnológicas. Para sacarle rentabilidad no apostó por subprimes ni complejos productos financieros que ni los propios bancos entendían, sino que adquirió bonos del Estado que ofrecen una rentabilidad modesta pero que suponen la inversión más segura que existe.
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El problema es que la rápida subida de los tipos de interés, medicina contra la inflación, ha hecho que el valor de esos bonos caiga coincidiendo con una mayor necesidad de liquidez de las 'startups', que comenzaron a echar mano de su dinero desde el segundo trimestre del año pasado. Así, SVB se vio obligado a pagar vendiendo bonos a pérdidas, una coyuntura que llevó el flujo de caja a terreno negativo.
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Salía más dinero del que entraba.
Para solucionar este problema, la entidad anunció el pasado miércoles un plan para realizar una ampliación de capital. O sea, para lograr que alguien inyecte dinero e impida así que haya que vender bonos con pérdidas.
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Fue entonces cuando apareció otro elemento común de quiebras y crisis: el pánico. Porque las autoridades estadounidenses solo cubren depósitos hasta 250.000 dólares -en España son 100.000 euros por cada titular-, y la mayoría de los clientes de SVB tenían cuentas mucho más abultadas. Los inversores decidieron abandonar el banco en masa y trataron de retirar nada menos que 42.000 millones de dólares en un solo día. Como era de esperar, el miedo se extendió rápidamente y amenazó con afectar a otros bancos, como han sido los casos de Signature y First Republic, e incluso a otros países.
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El fantasma de una nueva crisis financiera da pavor. Por eso, a diferencia de lo sucedido en 2008, las autoridades han reaccionado a toda velocidad y sin titubeos. Y este ha sido un elemento de contención clave. Porque han anunciado que todos los depósitos, y no solo los garantizados por ley, serán cubiertos por la Reserva Federal. Es una decisión lógica si se tiene en cuenta que, al contrario de lo que provocó la crisis anterior, cuando el valor de los activos financiados por los bancos estaba inflado y era tóxico, las inversiones del SVB son sólidas. Así que el Gobierno no se arriesga a perder dinero. No hay riesgo de realizar un rescate a fondo perdido.
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Esa celeridad y contundencia en la respuesta de las autoridades ha sido un eficaz cortafuegos para el miedo. Además, los analistas coinciden en recalcar que, a pesar de las dudas que el caso de SVB provoca con consecuencias en las bolsas de todo el mundo, los pilares del sistema financiero global ahora son sólidos, no como hace tres lustros.
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No obstante, The Economist señala que los bancos tienen que ajustarse a esta nueva coyuntura de tipos de interés en rápido crecimiento y vaticina una caída temporal del valor de las acciones de algunas entidades. También señala que la quiebra puede ser un toque de atención para que los bancos centrales detengan o frenen la subida de tipos ahora que la inflación comienza a ceder. «Pero dejar que bancos imprudentes como SVB caigan no es un accidente trágico, sino parte del trabajo de la Fed», señala el medio británico.
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