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Aunque a diario se publiquen decenas de artículos y libros sobre las carencias del capitalismo, este sobreviveAdam Smith, que estableció los pilares del capitalismo, situaba el motor de la economía en el provecho confrontado de los seres humanos y aclaraba que cuando el charcutero sonreía al cliente lo hacía por vender su mercancía, dejándole sin cuidado otras consideraciones filantrópicas, pero que, ... no obstante, era este amor propio la base del progreso de la sociedad.
Desde entonces, con todas sus limitaciones, el capitalismo se ha demostrado como el único sistema capaz de asignar eficientemente los recursos productivos, aunque el liberalismo a ultranza y la mano invisible que guía los mercados sea una reliquia del pasado, los precios no siempre contengan la información del valor de los bienes y los servicios, y la desigualdad no quede superada. De ahí que la intervención de los estados en la tutela del sistema sea determinante. Por el contrario, solo un ignorante puede asumir que la asignación de millones de recursos que en cada instante requiere el proceso económico pueda acometerse por una legión de funcionarios instalados en los despachos de sus ministerios. En ese sentido, las economías de plan central, de las que solamente quedan tristes vestigios en nuestra sociedad actual, representan el más estrepitoso de los fracasos.
Desde la publicación de 'La riqueza de las naciones' hasta hoy ha habido conatos de nueva articulación social, pero no han llegado a alcanzar el grado de sistemas económicos alternativos.
Puntualmente, movimientos como el cooperativismo inglés de 1840 y posteriores han supuesto una variación socializante del capitalismo, pero asume sus principales postulados y es solo una iniciativa de menor tamaño.
Bajo el nombre de 'Economía del bien común' han surgido también algunas propuestas pretendidamente revolucionarias. Dos respetados economistas, Christian Felber y Jean Tirole priorizan valores como la cooperación y solidaridad frente al afán de lucro y la competencia. El beneficio empresarial se sustituye por el beneficio común y el PIB por el Producto del bien común. Las empresas adscritas a la nueva economía tendrán impuestos reducidos, aranceles ventajosos, créditos baratos, y privilegios en las compras públicas y en el acceso a programas de investigación. Los salarios máximos estarán limitados a 20 veces los mínimos, ninguna propiedad excederá de un determinado techo, y las herencias serán socializadas engrosando una 'dote democrática' para futuras generaciones. El horario de trabajo retribuido se verá reducido escalonadamente hacia las 30 horas semanales y cada décimo año el trabajador disfrutará un año sabático que será financiado a través de un salario mínimo incondicional. La propiedad de las grandes corporaciones pasará a sus empleados y en lo político se erigirán parlamentos económicos con prelación sobre los gobiernos, dictaminando sobre la categoría y alcance de los bienes democráticos entre los que destaca un banco democrático controlado de forma asamblearia. El Estado se financiará gratis recurriendo al Banco Central. Los tipos de interés serán irrelevantes. A nivel local diversas monedas regionales convivirán con la moneda nacional. En todas las instancias la democracia representativa será completada por la democracia participativa asamblearia. Un cuento de hadas delicioso.
Recientemente se halla muy en boga la economía colaborativa divulgada por Lisa Gansky, Rachel Bootsman y Roo Rogers en 2010. De la mano de internet, el llamado 'modelo de plataforma' se desarrolla de forma vertiginosa. Los ejemplos más destacados son sobradamente conocidos. Uber, o Didi Kuaidi, la nueva plataforma china del taxi, carecen de taxis en propiedad, al igual que Airbnb tampoco tiene apartamentos en su balance y se ha convertido en el mayor grupo de alojamiento del planeta. Alibaba, el gran retail chino carece de stock propio y gestiona el de terceros. Algo similar ocurre con Facebook, Blablacar, o Wallapop, que presentan crecimientos exponenciales apenas sin empleados. Sin olvidar las finanzas colaborativas o crowdfunding. Pero como todo acontecimiento explosivo, presenta fisuras sociales que los reguladores deben abordar de inmediato y en todo caso se trata de un movimiento que se sitúa en las antípodas de la planificación central.
Aunque a diario se publiquen decenas de artículos y libros sobre las carencias del capitalismo, este sobrevive, si bien es verdad, que con la creciente tutela del Estado. El principal objetivo de este debe ser preservar la competencia y lograr que opere de la mejor forma posible, evitando situaciones dominantes de mercado o manifiestas. Pero de momento hay pocas novedades.
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