Urgente Grandes retenciones en la A-8, el Txorierri y la Avanzada, sentido Cantabria, por la avería de un camión

Dicen los expertos terapeutas que es fundamental reconocer primero el problema, admitirlo, para más tarde ser capaz de erradicarlo o, al menos, ponerle freno a su extensión y a sus consecuencias negativas. Resuena siempre en mi cabeza esa imagen de los grupos de terapia para ... combatir alguna adicción. Un círculo en el que la última persona en incorporarse pronuncia primero su nombre y luego su problema. Ese «me llamo José y soy alcohólico», por ejemplo. Es el segundo paso hacia la solución. El primero ha sido reconocerlo en privado y aceptar que necesitas reparar la gotera.

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Con la economía vasca sucede exactamente lo contrario. La propaganda oficial, la que emana de nuestras instituciones gobernantes es autocomplaciente, optimista, positiva y lejana a cualquier asomo de reconocimiento de problemas. Más bien al contrario, según esas voces que intervienen en el escenario un día sí y otro también, tenemos la mejor formación, las empresas más punteras, las tecnológicamente más avanzadas, la mejor fuerza laboral, no hay problemas de financiación y nuestra industria está a la cabeza de la inversión en investigación y desarrollo. Ya ves, es una fotografía distorsionada, un trampantojo creado muchos años antes de que la inteligencia artificial fuese capaz de modificar fotografías hasta hacer que cosas irreales parezcan reales.

La realidad tozuda de las cifras nos sitúa en otra dimensión. Seguimos navegando sí, pero en un barco de vapor. Mientras tanto, otros lugares no muy lejanos han incorporado la tecnología de las turbinas de gas a sus sala de máquinas y nos doblan en la velocidad de crecimiento. Esta semana han salido los últimos datos de economía regional elaborados por el Instituto Nacional de Estadística y no vamos bien. La tendencia de las últimas décadas se mantiene. Seguimos en un barco a vapor. En el año 2000 representábamos el 6,3% del PIB español. Esto es, el 6,3% del valor de los productos y servicios que se generan en el país. En 2022 ya representábamos solo el 5,89% y todo apunta a que seguiremos bajando ese ratio. Si esta tendencia no se corrige lo único que crecerá será la insignificancia de la economía vasca, no solo en España, también en Europa.

Como no hay reconocimiento del problema tampoco hay grupo de terapia. Si hacemos bien las cosas, ¿por qué vamos a cambiar? Este es, más o menos, el razonamiento que uno intuye en muchas declaraciones de nuestra clase dirigente, a la que últimamente solo se la ve preocupada por retener -o tomar- el poder institucional. Al fin y al cabo, para ese objetivo da igual que el país sea más pobre o rico; también que la población sea mayor o menor. Lo que importa es tener más votos que el contrario.

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El resto es poesía. No hay mucho interés en la autocrítica ni en el inicio de la terapia. La frase «hola, soy gobernante vasco -o vasco y gobernante- y debo reconocer que nos hemos equivocado porque el resultado no está siendo bueno», no entra en el guion. Incluso, los que se atreven a señalar que ahí hay un problema y que necesitamos terapia son lapidados, ninguneados y acusados de todo tipo de intenciones ocultas.

¿Te imaginas lo que sucede en una empresa que cada año pierde cuota de mercado en su sector? No hace falta cambiar a los responsables de la gestión, basta con modificar la estrategia. Y, si me apuras, sin grandes aventuras. A veces es tan sencillo como copiar lo que están haciendo aquellos a los que les va bien. A los que ganan cuota de mercado. Pero en la política ese giro es impensable.

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Seguiremos anclados en el problema. No hay grupo de terapia.

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