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Aclararemos que por 'Trumponomia' se entiende la economía de Donald Trump, las decisiones económicas del actual morador del Despacho Oval.
Desde su llegada a la ... Casa Blanca en 2017, Trump ha elevado el proteccionismo a rango de dogma, sosteniendo que las excesivas importaciones perjudican a la industria estadounidense. El silogismo del magnate es simple: si el PIB es la suma de la demanda interna y del saldo exterior, cualquier déficit en el segundo componente reduce el PIB y con ello el empleo y el bienestar del país. Es menester reducir el déficit comercial a toda costa y nada mejor para ello que aranceles a discreción. Tal hiperreducción conceptual, que bastaría para suspender a cualquier estudiante de primer curso de grado, nutre la mente del presidente de los Estados Unidos y, por la cuenta que les trae, la del coro de adoradores que le rodean. Porque no solo se trata de una reflexión insuficiente, sino que se vuelve contra los intereses de quienes la promueven. Sorprendentemente, para Trump, el mundo es un juego de suma cero. Si alguien gana es porque otro pierde. Solemne necedad.
Con todo, entre 2018 y 2019, la Casa Blanca reconoció lo obvio: que los aranceles los pagaban invariablemente los importadores estadounidenses, elevando así el costo de la vida. La Reserva Federal de Nueva York estimó que los consumidores afrontaron un sobrecosto anual de 830 dólares por familia. Ahora, una nueva guerra comercial, reducirá el 'know-how' y la competitividad de las empresas estadounidenses, dependientes de cadenas globales de suministro.
El equipo de Trump ya ha admitido en el Congreso que su política arancelaria generará «turbulencias» en el corto plazo. Los teóricos asienten y los mercados, por si acaso, se ponen en pie de guerra: el índice de volatilidad VIX ha subido del 12 al 28%, el S&P 500 se ha dejado un 8% desde su máximo reciente y el Nasdaq ha acumulado una pérdida superior al 13%.
Trump cree que los aranceles son la solución a todos los males: aumentan la recaudación, equilibran el comercio, repatrían los empleos, protegen la seguridad nacional y castigan a países por hechos que él considera graves, como la gestión paternalista de la migración o la tolerancia en el tráfico de fentanilo. Sin embargo, organismos internacionales alertan de su impacto negativo. La OCDE recortó las previsiones de crecimiento para las economías del G20 y proyecta una desaceleración global: del 3,2% en 2024 al 3% en 2025 y 2026, con una inflación más persistente de lo previsto. Para Estados Unidos, la OCDE prevé un crecimiento del 2,2% este año y del 1,6% en 2025, mientras que la economía mexicana podría contraerse un 1,3% este año y un 0,6% en 2025. Canadá, por su parte, sufriría una desaceleración del 2% al 0,7%.
El líder norteamericano también parece desconocer la historia de su país. En 1930, la Ley Hawley-Smoot que elevó masivamente los aranceles americanos para compensar la crisis más feroz de todos los tiempos, provocó represalias internacionales que recortaron un 40% el comercio exterior estadounidense. Europa y Canadá respondieron con sus propios gravámenes, lo que contribuyó al colapso financiero agravando la Gran Depresión.
Paralelamente a la agresión arancelaria, Trump, entregando el hacha al ínclito Elon Musk, consiente en recortar anárquicamente el gasto público, debilitando programas sociales y clausurando agencias gubernamentales. Además, planea nuevas reducciones fiscales para empresas y grandes fortunas, continuando la reforma de 2017 que aumentó la deuda nacional en casi 2 billones de dólares. Según el 'Tax Policy Center', los beneficios de aquella reforma favorecieron únicamente al 1% más rico de la nación.
En cuanto a las bolsas americanas, desde que Trump asumió su segundo mandato en 2025, han reaccionado negativamente. El S&P 500 ha caído más del 7%, mientras que el Nasdaq ha corregido un 10% desde su pico de diciembre de 2024. Esta volatilidad refleja la incertidumbre generada por sus políticas.
Finalmente, el billete verde también está en jaque. Algunos bancos centrales buscan alternativas como el yuan y el oro, mientras que los BRICS ya comercian petróleo sin cifrarlo en dólares, un cambio impensable hace una década. Pero ¿es que acaso la depreciación del dólar es el último y secreto objetivo de Trump? Algunas fuentes así lo sugieren. A responder a esa pregunta dedicaremos un próximo análisis.
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