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Comenzamos la nueva estación del año con un color económico algo más acorde con la climatología de esta estación. Se puede leer en muchos medios económicos y no económicos que la fase de crecimiento del ciclo puede estar llegando a su fin y se ... vislumbran nubarrones en el horizonte. Y como corresponde, eso nos pone nerviosos y en alerta, máxime cuando parece que en numerosos casos casi no se ha disfrutado de la ya pasada (¿?) recuperación, al menos por nuestras tierras cercanas.
Si analizamos los datos agregados hasta el momento, vemos que seguimos con un crecimiento robusto y sobre todo bastante coordinado ; y que además este crecimiento se plasma en lo que es más importante en términos humanos, como es que en el 90% de las economías el paro se reduce.
Bajemos un poco más al terreno y fijémonos en el país que marca la pauta del panorama internacional. USA sigue en su fase expansiva con 35 trimestres consecutivos creciendo, lo que supone su segundo ciclo más largo de la historia, y apunta a un entorno de crecimiento para el 2018 del 2,9%. Además hemos visto repuntes de la productividad, variable clave que ha afectado positivamente en el crecimiento de los salarios sin crear inflación adicional. Hasta aquí las noticias positivas que nos han permitido llegar a donde estamos.
Pero entonces, ¿qué ha cambiado respecto a los meses anteriores? Es cierto que existen variables objetivas que aportan incertidumbre, como son: la guerra comercial de USA que complicará los flujos de mercancías y que todavía no sabemos qué impacto generará en la economía real; la materialización del 'Brexit', con toda la complejidad que añade a una Europa con problemas de falta de cohesión y populismos emergentes; la escalada del precio del petróleo, que agrava directamente la cuenta de resultados de las empresas y de los países, y que pone a Irán en el punto de mira geopolítico; la subida de los tipos de interés y necesaria normalización monetaria, que es absolutamente imprescindible para eliminar esa respiración asistida que disfraza y atempera los esfuerzos que deben de hacer los países... Y podríamos enumerar unas cuantas más. Cada una de ellas da para una tesis doctoral, aunque no esté de moda…
Aunque estos problemas son una realidad de calado muy profundo, existe otra variable no exacta que es el 'sentimiento'. Sabemos que la economía es una ciencia social y, por tanto, la influencia de esta variable es difícil de cuantificar. Y lo que es más importante, difícil de poner en valor. Pero desde luego, puede provocar que la duda y el miedo se instalen entre los actores económicos y paralicen en cierta forma la actividad. No niego que muchos de esos problemas no tienen soluciones fáciles, pero sí abogo para que el 'sentimiento' posibilite que se acometan con la suficiente fuerza como para llegar a soluciones buenas, aunque no sean óptimas. En todos los tiempos ha habido momentos económicos en los que la incertidumbre se ha tenido que gestionar con su complicación y con sus matices. ¡No hagan caso de los agoreros y vean la botella medio llena, que es realmente donde estamos!
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