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Europa representa aproximadamente el 10% de las emisiones mundiales de CO2. Los políticos europeos decidieron hace tiempo que salvaríamos el mundo suprimiendo ese exiguo 10%, y que la medida estrella sería obligar a cada ciudadano del continente a conducir un vehículo eléctrico.
Esa estrategia muestra ... fallas dramáticas. Los principales responsables del otro «pequeño» 90% de emisiones no tienen la mínima sensibilidad por el problema y, además, los ciudadanos se manifiestan en contra del coche eléctrico.
Las consecuencias son terribles porque la industria automovilística europea, tras haber invertido sumas ingentes en transformar sus fábricas para producir vehículos eléctricos, se encuentra sin clientes.
Los fabricantes chinos que nos llevan una gran ventaja en el desarrollo de esos coches, en el que invierten masivamente, se encuentran ahora con las puertas del mercado europeo abiertas de par en par. China se adueñará de nuestra industria del automóvil, las decisiones ya no serán nuestras; un verdadero suicidio industrial.
Tan dramática es la situación que muchos fabricantes europeos reclaman una aceleración del desarrollo del coche eléctrico. Estamos próximos al precipicio y queremos dar pasos firmes hacia adelante, eso sí, aún más deprisa.
La edad media del parque de automóviles español ronda los 14 años. Un programa muy agresivo de incentivación de las ventas de coches de combustión e híbridos reduciría drásticamente las emisiones medias del parque, revitalizaría toda la cadena industrial del automóvil creando masivamente empleos, y su balance fiscal sería con seguridad positivo.
Es hora de despertar, ya casi llegamos tarde...
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