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Lleva una cara a medio camino entre ilusión e incertidumbre. Terminada la carrera pensó en opositar. O buscarse un trabajo fijo que tanto gustaba, y parece que sigue gustando, a los padres y a las madres. Pero no. Ha decidido montar una empresa con dos ... amigos. Sus aitas y amas, conozco muy bien a dos de ellos, están tan orgullosos como preocupados. Saben que no será fácil. Que lo habitual es fracasar, al menos en el primer intento. Y que vivimos en un país donde es más sencillo mandar un cohete a Marte que montar una PYME. Pero ni siquiera eso ha mermado su ilusión. Por eso les admiro. Porque si no les va bien les acusarán de ilusos y de arrogantes. Y si salen adelante y la cosa prospera les tildarán de jefes opresores. Empresarios bastardos que explotan a los trabajadores y se enriquecen a costa de ellos. Al tiempo. Luego nos extrañamos de que la gente no quiera meterse en líos y prefiera el sueldo fijo a fin de mes.
En España el 30% de los jóvenes desearía montar su propia empresa. Pero solo un 8% lo hace. Triste cifra, similar a la de nuestra comunidad. Euskadi fue tierra de emprendedores. Hablo en pasado, porque los datos son contundentes. Del 30,1% que quiere ser emprendedor, menos de un tercio da el paso. Y lo curioso es que, inicialmente, solo el 15,7% busca ser asalariado en una empresa y apenas un 12% quiere ser funcionario. El resto aún no lo tiene claro. Son los resultados de varias encuestas entre preuniversitarios. Es decir, de la savia nueva que en su momento deberá hacerse con el timón. Por eso debería preocuparnos, más allá de la queja de que todo está mal. No es normal que el 80,7% de los estudiantes vascos esté dispuesto a hacer la maleta y largarse fuera a trabajar. Cualquiera que haya intentado montar una empresa sabe lo que supone en dinero y, sobre todo, en burocracia. Comparado con otros países es para ruborizarse. Por no mencionar las subvenciones y las ayudas. Un día deberíamos hablar de lo difícil que es ser clase media, hablo de media baja, autóctono y sobrevivir. Te sablean por todo y no te dan una puñetera ayuda. De ahí que se entienda esa desilusión que convierte al 30% de los empresarios potenciales en un justito 8% definitivo. Pero hay algo más. En esta sociedad absurda e hipócrita hemos cambiado la palabra empresario por emprendedor.
Queda más bonito en la era del eufemismo. Porque montar un negocio, llevar las cuentas, pagar todos los meses a la plantilla, a los proveedores y a la madre de todos que es Hacienda, debe ser muy fácil. Un chollo. Tanto, que la persona que se convierte en empresaria es, de entrada, sospechosa. Seguro que explota a sus trabajadores y defrauda al Fisco. Menuda gentuza. Y da igual que sea una pequeña floristería o una fábrica con 200 empleados. Es un bastardo y punto. Basta con escuchar las reacciones o leer los comentarios, en este y en otros periódicos, a cualquier noticia relacionada con un empleado y una empresa. Si el primero ha sido despedido por incendiar la segunda, seguro que será porque estaba siendo explotado. O porque el café de la máquina era asqueroso. Siempre habrá un motivo. Ya se sabe que no hay trabajador malo, sino jefe opresor. Ese es el mensaje que está calando.
Y es cierto que existe gentuza al frente de grandes y pequeñas empresas. De esa que explota, estafa y se forra a costa del sudor ajeno. Pero también hay quien, son la mayoría, las pasan canutas para cuadrar las cuentas y llevan años sin pegar ojo. Porque una cosa es bajar la persiana y otra que el trabajo esté terminado. No conozco a muchos jefes que vayan a rebajar su jornada laboral a las 37,5 horas que propone la vicepresidenta. Y tampoco a muchos trabajadores. El papel lo sostiene todo, pero luego toca aplicarlo. Ojalá fuera tan sencillo. Tengo tres amigos con negocios que van de cine, de ganar dinero y con clientela afianzada y no tienen a quién dejarlo. Sus hijos y sobrinos no quieren cogerlos. Demasiada responsabilidad. Prefieren un puesto fijo y trabajar para otros. No sales de pobre, pero duermes mejor. Sabemos que no será así. Y sin embargo es el mensaje que están recibiendo. Pienso en ello al ver a los chavales de los que les hablaba. Porque han elegido el camino más difícil.
Si sale bien, el premio será fabuloso. Pero si no lo es, que no tiren la toalla. En EEUU es un orgullo decir que montaste 10 empresas, o más, hasta que diste con la tecla y triunfaste. Aquí al primer revés te señalan. Lo dicho, mi aplauso para ellos. Porque, aunque todavía haya quien lo crea, si queremos cobrar a fin de mes alguien tendrá que montar una empresa para darnos trabajo. Aunque sea esa gente bastarda y sospechosa a la que llaman empresariado.
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