Tiene más años que la feria que se celebra. Y ha trabajado desde que a Adán le dio por morder la manzana del Paraíso y nos jodió lo de vivir sin sudar. Sus arrugas y manos así lo confirman. Hace unos años que se jubiló. ... O le jubilaron, porque prefería seguir trabajando. Por un lado es lo único que sabe hacer. Y por otro, la mierda de pensión que le ha quedado apenas cubre sus necesidades. Por suerte tenía la huerta. Se ha dejado los riñones, pero es la única que le sigue siendo fiel. De ella saca pimientos, cebollas, tomates y lo que va sembrando, según año y fuerzas. También mantiene la cuadra. No es lo que era. Ya no tiene vacas, pero cría algunos cerdos y saca un dinero con sus chorizos, el tocino y las morcillas. Para ello baja del caserío y monta su puesto en las ferias. Aunque va a dejar de hacerlo. No por falta de ganas o por salud. Sino por la Seguridad Social que, fiel a su otra cara, cuando se pone exquisita ni es segura ni es social. Hace unos días le cascaron una multa de 6000 euros por vender sus productos, estando cobrando pensión. De hecho, le dejan sin cobrarla dos meses por ser mal ciudadano. Debería haberse dado de alta para ello. Pero, teniendo en cuenta que vende veinte ristras de chorizos, tres cestas de huevos y quince docenas de pimientos, no lo hizo. Error. Se le olvidó que la administración, la que sea, tiende a multar al que le resulta más fácil. Al de siempre.
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Lo que acaban de leer ha sucedido en Gipuzkoa, pero ya se sabe aquello de «cuando veas las barbas de tu vecino». Será un procedimiento correcto según la ley, pero resulta tan insultante que hasta la Diputación del Territorio está mediando para ayudar a los baserritarras. No solo por ellos, si no por las propias ferias tradicionales que, de seguir esta senda, van a desaparecer. Vivir solo de ellas es algo al alcance de cuatro. Y contando mal. Argumenta la Diputación que hay fórmulas para que los pensionistas puedan vender sus productos sin tener que perder su pensión. Que insisto es pírrica. Y lo subrayo esta semana en la que la banca española ha batido su récord histórico de beneficios. Lo que irrita aún más.
Por eso espero que lleguen a una solución. Pero el mal ya está hecho. Me gustaría conocer, con nombre y apellidos, a quien o a quienes han tomado esta decisión. Al fin y al cabo trabajan en la Seguridad Social que es, no lo olvidemos, un organismo que depende del Estado y compuesto por funcionarios. Gente, que lo mismo se levantó un domingo con ardor de estómago y en lugar de tomarse un almax decidió ir a una feria, acercarse a los puestos y apuntar los nombres de aquellos aitites y amamas. Porque el delito no tiene edad y a los quinquis hay que perseguirlos hasta la jubilación y más allá. Y luego se fueron a tomar el aperitivo con el orgullo del trabajo bien hecho. Pena que esa misma gente no pasee por otras zonas. Por ejemplo por cualquier calle comercial de nuestras capitales o pueblos.
Nunca entenderé que delante de una tienda de bolsos, que paga alquiler, sueldos, impuestos y luz, amén de otras cosas, haya un top manta con los mismos bolsos, pero de imitación. Más falsos que una moneda de seis euros. Pero por allí no pasan los de la Seguridad Social. Lo hacen los municipales. Entonces los de la manta hacen un rápido recogido de material y salen por patas. No muy lejos. Lo justo para que los policías hagan el paripé, quienes les mandan no les permiten hacer nada más, y vuelvan al mismo sitio con sus ilegales bolsos. O lo que sea que vendan.
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La culpa no es de esos chavales, que no tienen otra forma de ganarse el pan, sino de las mafias que manejan el cotarro. Esos bolsos no los han hecho esos chicos. Hay mucha gentuza detrás. Pero pillar a esa fauna se ve que es más complejo que meter una multa a un baserritarra por vender sus pimientos. Ese es el panorama.
Lo raro es que un día no arda todo. Que la gente se harte y vaya a decirle un par de cosas al listo de la Seguridad Social. Que habrá cumplido con la ley, pero manda huevos. Y no precisamente de caserío. Sino de señorito o señorita que sentados en un despacho no tienen ni puñetera idea de cómo va el mundo, ni el cabreo que lleva la gente. A veces pienso que deberíamos montar una feria de listos. De toda esa chusma a la que se le ha dado un poder que ni merece, ni sabe utilizar. Aunque bien pensado no habría puesto para tanto listo. De esos, por desgracia, hay más que pimientos
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