Milan Kundera en su libro 'La insoportable levedad del ser' nos planteaba qué elegir en el amor: ¿el peso o la levedad? Si aplicáramos lo mismo a la sostenibilidad, podríamos elegir entre seguir hablando sobre ella con discursos vacíos o, por fin, dotarla de sentido, ... cargando con el peso que conlleva hacer cambios reales en nuestros modelos de negocio y de vida.
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El término comenzó a generalizarse a partir del informe de Brundtland de la ONU, en 1987 y, desde entonces, nos hemos dedicado a repetirla como un mantra sin comprometernos a integrarla como palanca de los cambios reales que necesitamos. Barry Commoner, uno de los artífices del movimiento pro-sostenibilidad, lo dijo de forma muy simple y poderosa: «Todo está relacionado con todo lo demás y todo lo que producimos va a dar a algún lado, por lo que nuestras acciones tienen un coste para el planeta y sus habitantes». La sostenibilidad no es ni más ni menos que la conciencia de que nuestras acciones de hoy deben asegurar la vida de las generaciones futuras.
Todavía estamos a tiempo de enmendar los daños que hemos producido sobre la calidad de vida del planeta y de las personas, porque si algo ha quedado en evidencia estos últimos años son las debilidades de muchas de las premisas sobre las que hemos construido la actividad humana. Es urgente redefinir lo que entendemos por 'progreso', un concepto que hasta ahora se ha vinculado a una definición que 'atrasa', midiendo los niveles de crecimiento económico por las toneladas de hormigón construido, de basura o de pesticidas utilizados en nuestros campos. Urge también integrar en esta ecuación de medida nuevos elementos como la protección del medioambiente (sólo nos queda medio…) y el bienestar social.
Ni los recursos naturales son infinitos, ni la convivencia y la estabilidad pueden darse por garantizadas cuando la justicia social no es una meta compartida. Cambiemos la forma de ver nuestro papel en el mundo, como empresas y como individuos. Nada es gratis y no hay nada mejor que poner precio a las cosas para resolverlas. Tratemos de asegurar justicia y equidad, en todas sus dimensiones, para que el mundo pueda seguir siendo proveedor de bienestar de manera sostenible. Porque la sostenibilidad, desde hace ya tiempo, ha dejado de ser un conjunto de acciones filantrópicas, llevadas a cabo desde los departamentos de RSC, para convertirse en piedra angular de la supervivencia de las empresas y, obviamente, del planeta.
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¿Hay otra manera de hacer las cosas? Probablemente, pero para ello deberíamos estar dispuestos a pagar un coste irreparable e hipotecar el futuro. Sin embargo, si queremos asegurar que el resultado de hoy no canibalice las esperanzas de las generaciones del mañana, solo hay un camino: ser sostenible. En palabras de Ban Ki-Moon: «Somos la primera generación que puede poner fin a la pobreza en el mundo y la última generación que puede hacer frente al cambio climático».
Es evidente que, en Dominion, donde apostamos por lo eficiente apalancándonos en la digitalización de los procesos, abracemos la sostenibilidad, la cual no es sino eficiencia a largo plazo. Nuestra experiencia y conocimiento como compañía global de servicios y soluciones de alto valor añadido, nos confiere naturalmente un papel aventajado y protagonista para recorrer ese camino sostenible-eficiente que, tanto nosotros mismos como nuestros clientes, necesariamente deberemos transitar en nuestros planes estratégicos inmediatos.
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