Iratxe Bernal
Jueves, 19 de septiembre 2024, 00:46
Da pena llevar la contraria a Buzz Lightyear, pero, la verdad, ir hasta el infinito y más allá es lo fácil. Lo realmente complicado es quedarse un poco más acá, en las órbitas más próximas a la Tierra. Que se lo pregunten a los fabricantes de satélites, que saben perfectamente que cuanto más alto orbiten menos propulsión necesitan. En cambio, si se quedan más cerca, donde la atmósfera aún tiene aire, al igual que ocurre con un coche castigado por el viento, la resistencia aerodinámica frena el satélite y, por tanto, obliga a gastar más combustible para mantener la propulsión.
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La solución ya la puso la NASA sobre la mesa en la década de los 90; habría que contar con motores eléctricos, pero entonces el interés comercial no justificaba la inversión y el esfuerzo que requería la maduración de la tecnología. Ahora, en cambio, el panorama es otro y la materialización de la propuesta puede estar muy próxima. A unos dos años si se cumplen las previsiones de Kreios Space, una 'startup' que desarrolla un sistema de propulsión eléctrica que permitirá a los satélites prescindir de combustible y así abaratar y alargar las misiones al tiempo que las hace más sostenibles.
La empresa surgió tras comprobar el interés de la Unión Europea por explotar las órbitas más cercanas a la Tierra, algo que quiere impulsar con el actual programa marco de investigación e innovación, pero que ya aparecía en el anterior. Y fue precisamente dentro de Horizon 2020 donde Adrián Senar desarrolló su proyecto de fin de grado dedicado a analizar la viabilidad comercial de esta tecnología. Los resultados le convencieron tanto que enroló a algunos de sus compañeros en las aulas de Ingeniería Aeroespacial de la Universidad Politécnica de Cataluña en la ambiciosa aventura de ser la primera empresa en dotar a los satélites de un sistema de propulsión que les permita orbitar de indefinidamente entre los 300 y los 250 kilómetros de altura.
«Al estar más cerca de la Tierra se podrán mejorar los dos usos más habituales de los satélites, que son la observación terrestre y las telecomunicaciones. Ahora están a unos 500 kilómetros, una distancia que nosotros intentamos bajar a la mitad, por lo que las imágenes que se tomen tendrán mayor calidad y la señal de las telecomunicaciones permitirá conexiones con menor latencia», señala Francisco Boira, uno de esos compañeros, para explicar la explotación comercial de su tecnología. «Lo primero que hicimos fue hablar con varios operadores de satélites y nos confirmaron que un sistema de propulsión que permitiera mantenerse a esas distancias sería un claro factor diferencial dentro de la industria. De hecho, en los cuatro años que han pasado desde que empezamos el interés ha crecido de una manera exponencial. Antes también lo había, pero nadie apostaba por ello, y ahora ya hay quien también apuesta», explica asumiendo que lo que empezó siendo una travesía en solitario ahora es una carrera. «Ser los primeros nos daría un gran valor, pero no es lo que más nos preocupa porque, como ocurre con la automoción, va a haber mercado para más de un fabricante», asegura el director comercial de la 'startup'.
A esas entrevistas siguió un año y medio de simulaciones en 'software' en el programa de aceleración de empresas del sector aeroespacial de la Xunta de Galicia (BFAero), período tras el que llegaron las primeras pruebas en laboratorio. «Somos la primera empresa europea en lograr esa validación en una cámara de vacío que simula las condiciones del espacio», subraya Boira. La pega es que esas pruebas son carísimas. En Europa solo se pueden hacer en Londres y Stuttgart, en instalaciones que además tienen una disponibilidad muy limitada. «Hay que hacer la reserva con un mínimo de seis meses, a veces de un año, así que finalmente hemos decidido construir nuestra propia cámara en una nave alquilada para poder hacer las pruebas en Vigo. Estará lista a principios del año que viene», zanja Boira.
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Su previsión es afinar la tecnología para lograr a finales de 2025 la certificación necesaria para poder hacer una demostración en órbita a lo largo de 2026. Y, aunque ya cuentan con dos millones y medio procedentes tanto de fondos públicos como de inversores privados, una mayor financiación les permitiría un buen acelerón en su carrera por conquistar el espacio.
Para conseguirla, Kreios Space será una de las empresas que presentará su proyecto los días 15 y 16 en el Palacio Euskalduna durante la celebración de B-Venture, el foro de 'startups' organizado por EL CORREO que este año cumple su novena edición con el patrocinio del Departamento de Industria, Transición Energética y Sostenibilidad del Gobierno vasco, la agencia de desarrollo SPRI, la Diputación Foral de Bizkaia y el Ayuntamiento de Bilbao, entidades a las que se unen como colabores BStartup de Banco Sabadell, BBK, Laboral Kutxa, CaixaBank, Banco Santander y la Universidad de Deusto.
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La 'startup'
Kreios Space La tecnología que desarrolla la firma permitirá a los satélites aprovechar el aire de la atmósfera para propulsarse de una manera indefinida
Una vez en el espacio, el sistema de propulsión en el que trabaja el equipo de ingenieros de Kreiros Space se alimentaría de energía eléctrica y aire. La primera parte ya está más que solventada porque todos los satélites cuentan con placas fotovoltaicas. Es en la segunda donde está la novedad del proyecto, una verdadera revolución para la industria aérea y espacial: parte de la energía se empleará para captar aire e ionizarlo. Es decir, para generar plasma (aire ionizado), que es lo que permite acelerar el satélite. De este modo el combustible fósil se podrá sustituir por un recurso natural que pasa de impedir que los satélites orbiten cerca de la Tierra a posibilitar que lo hagan indefinidamente.
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