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«Depende». Este es el arranque de respuesta más común en cualquier consulta a analistas económicos, en torno al impacto que puede tener en la ... economía española -también en la vasca-, la segunda temporada de la serie 'Trump en la Casa Blanca'. Y también «depende», insisten, de las escasas certezas en torno a lo que el futuro se propone hacer.
Así las cosas, no son pocos los que apuntan que el futuro de la guerra de Ucrania es el eje sobre el que se puede construir un «escenario central» en torno a ese impacto. Por extraño que parezca, el final de esa guerra -algo en lo que Trump ha anticipado que se va a empeñar de forma inmediata-, tendría una decisiva influencia en muchos sectores industriales europeos y en especial en la economía vasca. Un final a la coreana -las trincheras se convierten en las nuevas fronteras-, haría que de nuevo el gas ruso fluyese en Alemania. Y a partir de ahí... el cuento de la lechera. La industria alemana se quitaría de encima la principal losa que tiene en la actualidad y que son los elevados costes energéticos, volvería a actuar como locomotora europea, recuperaría al menos una parte de la pujanza en al industria del automóvil y de ello se beneficiaría la economía del País Vasco. Algo más de una cuarta parte del PIB industrial vasco depende de ese sector de forma directa y hay un porcentaje adicional también importante -el que depende de la máquina herramienta ligada a la automoción- que mira con intensidad lo que está por venir.
Hay una empresa concreta en el País Vasco, Tubos Reunidos, que fue el paradigma del sufrimiento en la primera temporada de 'Trump en la Casa Blanca'. Vendía en Estados Unidos el 40% de la producción que salía de su planta de Amurrio y sus ventas se hundieron cuando la Administración norteamericana aplicó un arancel en frontera del 25% a todos los productos extranjeros de acero. Biden no derogó el arancel, sino que lo modificó concediendo una pequeña cuota de importaciones exentas del arancel. En el entorno de la empresa alavesa no hay una excesiva preocupación, pese a que Trump ha prometido aplicar un arancel mínimos del 10% a todos los productos que pretendan entrar en el país. Es un elemento negativo pero hay otros positivos que pueden compensarlo. Entre ellos el alza de precios que ya se ha registrado en ese mercado, también un hipotético impulso del nuevo Gobierno a la explotación de hidrocarburos -el sector al que se dirige la mayor parte de las ventas de esta compañía- y... también hay una conexión ucraniana. En los últimos años ha sido precisamente un fabricante de tubos sin soldadura de Ucrania quien ha copado las importaciones en EE UU, ya que Biden decidió eximirles de cuotas y aranceles. Si hay final de la guerra, se intuye, también volverá la igualdad de oportunidades para todos. Y con Trump se da por sentado que a la industria del petróleo y del gas les va a ir bien.
«Trump no va a cargarse el IRA», coinciden todos los analistas. El programa de incentivos fiscales para animar las inversiones en la transición energética -que ha sido la palanca sobre la que algunas empresas españolas como Iberdrola, Acciona o Repsol han apoyado sus apuestas en Estados Unidos-, puede sobrevivir de la misma forma que lo hizo el 'Obamacare' -el programa de salud popular- al primer mandato de Trump. El 60% de las inversiones se han hecho en estados de mayoría republicana y, apuntan, «no solo es generación de electricidad. Ahí hay mucha industria implicada. Eso también es 'Make America Great Again'», matizan. De ahí que estas empresas no vean en peligro sus inversiones ni tampoco sus proyectos de futuro. Al contrario. Lo que se intuye ya como avalancha de inversiones en digitalización, inteligencia artificial y centros de datos va a demandar mucha electricidad. Un buen caldo de cultivo para empresas vascas que tienes factorías allí y producen bienes de equipo eléctrico, como es el caso de Ingeteam y Siemens Gamesa.
La industria del automóvil es la que más dudas suscita. En parte porque la aplicación de fuertes aranceles a la producción china puede intensificar la presión de las marcas asiáticas sobre el mercado europeo. Una válvula de escape que puede dañar aún más a los ya heridos fabricantes europeos y por tanto al español y al sector fabricante de componentes vasco. Las principales empresas vacas del sector, CIE y Gestamp o Teknia, por ejemplo, ya tienen centros de producción del país, lo que las sitúa al abrigo de las protecciones arancelarias. Incluso, Teknia ya ha anunciado que Estados Unidos será el principal destino de sus futuras inversiones.
Mientras tanto, en el sector de la industria de defensa -cada vez más importante en el País Vasco- están frotándose las manos. Uno de los tópicos repetidos por el futuro presidente norteamericano es que abandonará el proteccionismo de su país a la defensa europea. Esto, apuntan, va a obligar a los gobiernos europeos a incrementar de forma sustancial su gasto en esta materia, por aquello del «si vis pacem, para bellum». Si quieres la paz, prepárate para la guerra. Es una tendencia que ya comenzó tras la invasión de Ucrania, pero que puede acelerarse con la desprotección 'trumpista'. Empresas como Indra o las vascas ITP, Sener , Aernnova y Sapa se aprestan a intentar recoger los frutos de ese árbol que va a entrar en fase de agitación.
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