Josu Jon Imaz e Ignacio Galán. EFE

Imaz y Galán, un combate de alta tensión que llega a su tercer asalto

Iberdrola contraataca ante la pérdida de clientes en favor de Repsol con una demanda judicial por competencia desleal

Domingo, 24 de marzo 2024, 00:18

Iberdrola ha decidido recurrir a los tribunales para acusar a Repsol de competencia desleal, porque la primera considera que la segunda 'engaña' a los consumidores vistiéndose de 'verde' con sus mensajes en torno a los combustibles de nueva generación, renovables y sintéticos. En el fondo, ... sin embargo, subyace la sospecha de que todo está ligado a la pérdida de clientes de Iberdrola en la distribución eléctrica en favor, entre otros, de la petrolera. Iberdrola es líder indiscutible en España aunque tiene cada día menos clientes mientras Repsol, que ya tiene millón y medio de usuarios enganchados a su electricidad, gana cuota de mercado a pasos acelerados. Pero para Iberdrola esto es fruto del 'greenwashing', del lavado de cara, el ahora también denominado 'ecopostureo'. ¿Legalidad contra el marketing? Más bien marketing contra el marketing.

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Los primeros ejecutivos de ambas compañías, Ignacio Galán y Josu Jon Imaz, se conocen a la perfección desde hace décadas, cuando ninguno de los dos tenía nada que ver con empresas privadas del mundo de la energía. Han colaborado en el pasado, también chocado, estuvieron a punto de trabajar juntos y hoy compiten como titanes. Se aprecian, se respetan y reconocen mutuamente en el otro los atributos de un fuera de serie en la gestión empresarial. No hay cuestiones personales. Más bien al contrario. Su relación es muy buena, aunque está claro que cada movimiento estratégico de ambas empresas lleva su sello. Es pura gestión y defensa del buque que comandan.

Hay quien considera, incluso, que ambos defenderían con similar brillantez y fervor sus planteamientos si el azar hubiese intercambiado sus destinos e Imaz estuviese al frente de Iberdrola y Galán a los mandos de Repsol. Más recelos existen entre Galán y el presidente de Repsol, Antonio Brufau, porque éste trató de lanzar una OPA sobre la eléctrica en 2003, cuando comandaba la empresa Gas Natural, que el Gobierno acabó por desmontar.

No es la primera vez que Galán e Imaz rozan. La primera fue en marzo de 2003 cuando Imaz, entonces consejero de Industria y portavoz del Gobierno vasco, decidió junto a su equipo adjudicar Naturcorp, la red gasista del País Vasco y de titularidad pública, a la asturiana Hidrocantábrico. Iberdrola, que optaba a la adjudicación, siempre pensó que era el comprador 'natural', pero el entonces titular de Industria y Energía consideró imperdonable que la eléctrica condicionase la permanencia de la sede de la gasista en Euskadi al mantenimiento de ventajas fiscales.

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La intensidad del verde

Un error grueso de la eléctrica que al propio Galán le costó un duro rapapolvo en su consejo de administración, aunque elevó el resultado de la privatización a la categoría de afrenta.

El segundo roce llegaría años más tarde y fueron unas 'calabazas'. En 2008, el hoy consejero delegado de Repsol -aún estaba en Boston de retiro académico tras abandonar la presidencia del PNV- declinó una oferta de Galán para incorporarse al equipo directivo de Iberdrola. ¿La razón? Apenas unos días antes otro se había adelantado y ya había un compromiso en firme. Se llamaba Antonio Brufau, era el presidente de Repsol y le había propuesto pilotar la inversión más elevada en la historia del País Vasco -más de 1.000 millones de euros- desde la presidencia de Petronor.

Galán abanderó hace algo más de dos décadas el giro de Iberdrola hacia la generación renovable de electricidad cuando prácticamente nadie lo veía claro porque entonces no era rentable. Hoy hay consenso: acertó y nadie le puede discutir el liderazgo en una fórmula de producción de electricidad que ha comenzado a imponerse en buena parte del planeta. Por su parte, Imaz asumió la máxima responsabilidad ejecutiva de Repsol hace ahora diez años con la obligación de comenzar a girar un gran buque, una empresa dedicada por entero al mundo del petróleo, antes de que chocase contra el acantilado de la transición energética.

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De ahí su empeño en invertir en parques de generación renovable, también en comenzar a comercializar electricidad y por último en el desarrollo de combustibles sintéticos que sean neutros en emisiones de CO2: emiten lo mismo que consumen en su proceso de fabricación. Con lógica propia de mercado, Imaz quiere tiempo para permitir que el buque gire lo suficiente y también para defender el derecho de la química -una disciplina en la que es doctor por la Universidad del País Vasco- a proponer tecnologías ecológicas.

Iberdrola, con la misma lógica, prefiere que a ese buque no le dé tiempo a completar la maniobra porque ahí hay un serio competidor en el futuro, además de defender el binomio de que transición energética es igual a electrificación. Una posición que cuenta con tantos apoyos como detractores.

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Aunque Iberdrola abandera el 'verde' -nadie puede dudar de que esa es su vocación en las últimas décadas y su apuesta de futuro-, lo cierto es que su clorofila tampoco es total y pura. Un 20% de la capacidad de generación instalada en España -el 21% si se considera su parque mundial de centrales- contamina y emite CO2. Tiene a su favor que ha reducido mucho ese porcentaje y que su objetivo es eliminar las emisiones a medio plazo, pero también Repsol ha comenzado a recorrer ese camino con matices.

Tiene en la actualidad un 40% de su capacidad de generación vinculada a la quema de gas, pero su esfuerzo inversor de los próximos años está volcado en tecnologías renovables. A ello hay que sumar la gran apuesta de su particular transición: pasar del petróleo a los combustibles renovables y sintéticos. Para Galán y también para la vicepresidenta tercera y ministra de Transición Ecológica, Teresa Ribera, defender esos combustibles es «retardismo». Esto es, ganas de retrasar la desaparición del motor de combustión.

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Intereses cruzados

¿Se puede estar a favor de ambas empresas en pleno conflicto? La respuesta es un sí rotundo. Hay numerosos accionistas que tienen intereses cruzados. Muchos pequeños ahorradores son titulares de acciones de ambas compañías, pero también hay doble 'militancia' entre los grandes inversores. Sin salir de la Gran Vía de Bilbao podemos encontrar en Kutxabank esa coincidencia de intereses, ya que el banco vasco es propietario del 1,6% de Iberdrola y del 14,02% de Petronor, la filial del grupo Repsol que opera en Euskadi y cuyo nombre abandera un buen número de gasolineras en toda España.

Incluso, Xabier Sagredo, el presidente de BBK, la fundación que es accionista mayoritaria de Kutxabank y que tiene importantes intereses en el mundo Repsol, es al mismo tiempo miembro del consejo de administración de la eléctrica.

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Iberdrola acusa a Repsol de «ecopostureo» ilegal y ésta replica que lo que tienen es «nerviosismo» por su pérdida de clientes, al tiempo que lanzan un misil que encaja con la creencia social de que es un sector aferrado al monopolio y a la regulación. Al fondo, el mercado. Repsol ganó el pasado año 246.014 clientes de electricidad, en gran parte por su oferta de reducir hasta 0,20 céntimos el litro de combustible si es también cliente de luz y gas, mientras Iberdrola perdió 188.172 clientes. «No están acostumbrados a competir», aseguran en la petrolera. Marketing contra marketing.

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